Claudia: Las encuestas sobre los primeros 100 días
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La opinión manifestada por los encuestados sobre la buena o muy buena conducción de la economía, se trata sin duda de una visión distorsionada de la realidad
El pasado fin de semana, la actual administración federal encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum cumplió 100 días. De un tiempo acá se ha establecido la costumbre –sin saberse realmente la razón de que así sea– que al llegar al número cabalístico del primer centenar de jornadas en el ejercicio del cargo, y no sólo en el ámbito del Gobierno Federal, sino que también esta práctica se ha extendido a los gobiernos estatales e incluso a los municipales, de hacer una primera evaluación del desempeño, una especie de prematuro corte de caja, con la correspondiente medición del grado de aprobación por parte de los gobernados. El instrumento idóneo para este tipo de mediciones, obviamente, son las encuestas que con tal propósito se levantan.
De entre los que arrojan, el resultado más significativo de estos sondeos es el relativo al grado de aprobación del gobernante en el caso de Sheinbaum. Llaman la atención, sobre este punto, las cifras prácticamente iguales arrojadas por una y otra encuesta. De acuerdo con la de El Financiero, tal aprobación es del 78 por ciento y de 77 la de El Universal.
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Ciertamente se trata de un alto grado de aceptación ciudadana la que tiene Sheinbaum, aunque en realidad nada extraordinario; desde que este tipo de mediciones se llevan a cabo, la aprobación de los presidentes de la República suele andar en esos niveles y aún más altos en los primeros meses y años de gobierno.
Vayamos ahora a aspectos más finos de estas encuestas. En la de El Financiero, lo más notable es que no compagina el relativamente alto nivel de aceptación de la presidenta Sheinbaum con la apreciación que los encuestados tienen acerca de su desempeño en tres áreas específicas de gobierno: la lucha contra el crimen organizado, el combate a la corrupción y acerca de los resultados en materia de seguridad pública.
Por cuanto hace al combate al crimen organizado, el 64 por ciento de la población considera que va muy mal o simplemente mal, es decir, dos de cada tres mexicanos tienen una percepción negativa de la gestión de Sheinbaum en esta materia. En lo que se refiere al combate a la corrupción, bandera insignia de este gobierno y el anterior, el 55 por ciento cree que está mal o muy mal y sólo 30 por ciento opina lo contrario. Y en lo que toca a la gestión de la seguridad pública las percepciones están empatadas: el 42 por ciento piensa que está mal o muy mal y una proporción exactamente igual, es decir, el 42 por ciento (35 por ciento en la encuesta de El Universal) considera que va bien o muy bien. Empate, pues.
En contraste, lo que sin duda debió haber influido de manera determinante en el relativamente alto grado de aprobación, se encuentra la buena opinión que los encuestados tienen acerca del buen o muy buen manejo de la economía, que es el 66 por ciento (70 por ciento según la encuesta de El Universal) y también sobre el otorgamiento de apoyos sociales a la población, que asimismo los consideran bien o muy bien el 79 por ciento. En la encuesta de El Universal, el 67 por ciento de los entrevistados conoce y tiene muy presente el detalle de este tipo de programas.
Por lo que hace a la opinión manifestada por los encuestados sobre la buena o muy buena conducción de la economía, se trata sin duda de una visión distorsionada de la realidad que tarde o temprano cobrará su verdadera dimensión. Porque en modo alguno se puede considerar que la economía haya tenido excelente gestión si el producto nacional creció en menos de 1 por ciento anual durante los últimos seis años, incremento inferior al registrado por la población. De continuar esta tendencia, como parece que así será, tarde o temprano esta percepción cambiará.
Ahora, la magnífica impresión causada por los apoyos sociales recibidos, que en efecto es parte importante de la política clientelar del obradorismo, que ya devoró cuantos recursos, reservas y fondos ha tenido a su alcance, tendrá también sus límites, si no se quiere evitar una catástrofe mayor.
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Habrá que seguir con cuidado los resultados que arrojen este tipo de encuestas. La lógica indica que, de seguir las cosas como hasta ahora, a partir de un determinado momento la población tendrá que percibir con claridad que los apoyos que recibe directamente y en numerario, lo cual forma parte del efecto clientelar que el grupo en el poder busca, no “compensan”, ya lo que la propia población pierde por los cada vez peores servicios públicos que recibe en los ámbitos de la salud, la educación y la seguridad pública.
¿Tendrá el ciudadano común la suficiente perspicacia para percibir con claridad la verdadera intención de la estrategia, clientelista electoral, que para administrar estos apoyos sociales aplica el gobierno morenista? He aquí la cuestión.