Claudia: Llámenme la Masiosare (obra teatral en tres actos)
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Sheinbaum entregó a EU 26 narcos... Este número se suma al anterior de 29 criminales que de la misma manera fueron transferidos –no extraditados– para demostrar la prisa de la Presidenta por evitar la presencia de los marines en Palacio
PRIMER ACTO: LA AMENAZA
El pasado viernes 8 de agosto, Donald Trump “ordenó al Pentágono utilizar a las fuerzas armadas contra determinados cárteles latinoamericanos que su gobierno ha calificado como organizaciones terroristas” globales: Cártel de Sinaloa, Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), Cártel del Noreste (antes Los Zetas), la Nueva Familia Michoacana, Cártel del Golfo, Cárteles Unidos, la Mara Salvatrucha (MS-13), el Tren de Aragua y el Cártel de los Soles, de origen venezolano.
La orden trumpiana es una base oficial para emprender operaciones militares directas en el mar y en suelo extranjero contra esos cárteles, con el fin de frenar el flujo de fentanilo, el tráfico de drogas ilegales y la migración.
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SEGUNDO ACTO: LAS RESPUESTAS
Primera: hincados, temblando y algunos con gotitas de temeroso y oloroso orín entre sus respectivas entrepiernas, rezan a San Juditas, el santo de las causas imposibles.
Ahí están, Manuel Bartlett (acusado por la CIA de participar en el asesinato del agente Kiki Camarena en 1985), Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa (señalado por su presunta relación con el Cártel de Sinaloa), Adán Augusto López (ubicado por su presunta relación con “La Barredora” en Tabasco, brazo del CJNG) y Ricardo Monreal (acusado, junto con sus hermanos, de abrir la puerta de Zacatecas –su estado– a Los Zetas, primero, y al Jalisco Nueva Generación, después).
Están solos, rezando, hasta en arameo y latín, en una bella capilla franciscana del siglo 19 situada en el Ajusco de la CDMX. Ellos son parte de la lista de políticos exigidos por las autoridades estadounidenses al gobierno mexicano, para ser extraditados, encarcelados y enjuiciados en EU por sus vínculos con el crimen organizado. Tan bien lo saben que entre sus rezos agachan su cabeza y piden el milagro a San Juditas; no lo solicitan a la Santa Muerte ni a Jesús Malverde –sus exprotectores de cabecera– para no ser asociados con imágenes divinas de la delincuencia organizada.
Segunda: Claudia Sheinbaum, presidenta de México, aseguró que “Estados Unidos no realizará operaciones militares en territorio mexicano a pesar de la orden ejecutiva secreta emitida por Donald Trump”.
Con sus corvas temblorosas y su acostumbrado carisma de trucha ahumada, Claudia fue enfática al reiterar que “cooperamos, colaboramos, pero no va a haber invasión. EU no va a venir a México con los militares, eso está descartado absolutamente”.
Mientras decía esas palabras, pensaba: “con gusto entregaría a estos pendejos a Trump porque cómo me han jodido. Pero no puedo. Son el último muro de contención que protege a mi “cabecita de algodón”. Sí caen ellos, sigue él. Y sería el fin de la 4T.
Tercera: El día de ayer, Claudia entregó a EU 26 narcos, incluidos miembros clave de los Cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Este número se suma al anterior de 29 criminales que de la misma manera fueron transferidos –no extraditados– para demostrar la prisa de Sheinbaum por evitar la presencia de los marines en Palacio Nacional o, al menos, en la capilla franciscana, donde los no arrepentidos, pero sí apanicados, rezan, entre los olores de sus propios orines, por su salvación.
Mientras Ronald Johnson, embajador de EU, agradecía a Sheinbaum “por demostrar determinación frente al crimen organizado”, ella se preguntaba: “¿cuántos narcos tengo para enviar a EU antes que Trump me exija extraditar a los pendejos que oran en la capilla franciscana?”.
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TERCER ACTO: A MÍ LLÁMENME LA MASIOSARE
En la conferencia mañanera del lunes pasado, Claudia, vestida de Adelita con falda larga, rebozo guinda, carrilleras de balas cruzadas en el pecho y dos trenzas mal hechas, declaró: “Jamás permitiríamos que el ejército norteamericano pisara territorio mexicano, porque ‘si osare un extraño enemigo profanar con sus plantas tu suelo, piensa ¡oh patria querida!, que el cielo un soldado y una soldada en cada hijo te dio’”.
En ese momento, en Tepito, las banderitas norteamericanas hechas en China empezaron a venderse como pan caliente.