Clínicas del Magisterio, ¿por qué están tan mal?
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Lo que otrora fue un sistema al que muchos aspiraban, el Servicio Médico del SNTE, ha terminado en el fondo de la tabla de reconocimiento del público local
Hasta hace algunos años tener acceso al servicio médico de la Sección 38 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) era una aspiración y un símbolo de estatus. Al menos en Saltillo, la clínica de dicho servicio se encontraba a la altura de los hospitales privados.
Eso dejó de ser cierto hace ya un buen tiempo, y cuando hoy escuchamos hablar del servicio médico del magisterio sólo es para conocer malas noticias: ausencia de medicamentos, instalaciones en ruinas y saturación del servicio resultan las constantes en la opinión de sus derechohabientes.
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No es casual por ello que en una encuesta planteada hace unos días por VANGUARDIA, el público calificara como el peor servicio médico de la región al de esta clínica. Cabe hacer una revisión seria, sin embargo, de las razones por las cuales ha ocurrido este tránsito.
La causa de fondo, lo hemos señalado en diversas ocasiones, es el diseño original del esquema de seguridad social de los trabajadores de la educación en Coahuila: resulta imposible sostener un servicio médico que debe garantizar la salud a un número de personas que excede, y por mucho, el de quienes aportan para el sostenimiento del modelo.
No hubo problema al principio porque el número de personas que cotizaba a dichos servicio fue largamente inferior al de quienes solicitaban atención médica y la atención a padecimientos, cuyo tratamiento resulta caro, era poco significativa.
Hoy, sin embargo, son más los que solicitan atención médica que quienes cotizan al fondo que le da sustento, entre otras razones, porque el número de personas jubiladas, que siguen teniendo derecho a que se les atienda, crece de forma ininterrumpida.
Por otro lado, los dirigentes del SNTE se empeñaron largamente en que fuera “uno de los suyos” quien administrara el servicio, al margen de si contaba con los conocimientos de administración necesarios. Eso implicó no solamente una administración deficiente, sino el surgimiento de múltiples focos de corrupción que afectaron las finanzas del sistema.
Tales circunstancias siguen arrojando resultados negativos hoy, cuando la Auditoría Superior del Estado consigna, en su más reciente informe, la existencia de irregularidades en el ejercicio de más de 135 millones de pesos usado en el pago de la nómina solamente durante 2022.
Lo que hoy vemos pues, es el resultado inevitable de un modelo que estaba condenado, desde el día uno, al fracaso.
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La peor parte de esta historia, sin embargo, es la incapacidad del SNTE y del propio Gobierno de Coahuila de reconocer la realidad que es una y debe decirse con toda crudeza: el sostenimiento del modelo de seguridad social del magisterio coahuilense, en las condiciones que se plantearon originalmente, es inviable, no importa cuántos “parches” se le hagan.
Es momento no sólo de reconocer la verdad, sino de tomar decisiones al respecto. Porque los tiempos de esplendor del servicio médico del SNTE no van a volver.