A Óscar Wong
El pasado sábado 26 de octubre, día de San Judas Tadeo, inició la tradición de Las Reliquias en la Comarca Lagunera de Coahuila y de Durango. La cual, revivirá el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe en los municipios integrados a esa región.
En ambas fechas, la celebración, traída hace más de 100 años por migrantes zacatecanos a la Comarca, tiene un profundo sentido para las clases medias y populares de la comunidad lagunera.
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En esencia, como puntualizaba el fallecido historiador Sergio Corona, la reliquia es “un acto colectivo de culto ético y filantrópico, como muestra de gratitud y solidaridad (de los laguneros) hacia su comunidad” (por favores recibidos de San Judas, la virgen de Guadalupe u otros santos).
Por ello, continuaba Corona: “esta tradición es un legado cultural invaluable, (por estar) enraizado en valores que trascienden lo puramente religioso para abrazar lo humanitario y lo ético”.
La reliquia tradicional tiene esta secuencia: “misa católica o acto litúrgico entre familiares, vecinos, trabajadores o colaboradores de alguna institución e invitados. Rezo de los cinco misterios. E inicio de la comida” con danza de matachines a golpes de incansable tambor.
La comida está compuesta por un asado de puerco o “asado de boda” y siete sopas diferentes. “Estos platos son compartidos entre los presentes y aquellos que lo soliciten, incluso fuera de la comunidad”, para enfatizar el sentido filantrópico y comunitario del evento.
Mientras el asado de puerco alimenta el cuerpo; las siete sopas nutren el alma porque “simbolizan las siete virtudes contrarias a los pecados capitales”.
Por ello, este año me encomendaré a San Juditas y la Virgen de Guadalupe para ofrecer mi propia reliquia en Torreón en 2025, si ambos me conceden siete milagros en la vida política de Coahuila, uno por cada sopa.
El guisado de puerco es lo de menos, nuestros políticos están de sobra bien alimentados. Aun así, para su deleite guisaré la carne de cerdo en trozos fritos en su propia manteca y los bañaré luego en salsa roja de chiles secos o en salsa verde de chile jalapeño.
Prepararé un espagueti sencillo, si el poderoso dúo de San Juditas y la guadalupana ayuda a nuestros políticos de todos los colores a ser menos soberbios en el ejercicio del poder y más humildes para pensar en las consecuencias que tiene tal actitud para sus subordinados y/o los ciudadanos.
La sopita de coditos está prometida si logran desarrollar una mínima (máxima, sería exagerado) generosidad despojada de avaricia para evitar cualquier enriquecimiento ilícito e instantáneo a partir del mal uso de los recursos públicos. Su generosidad, cosa curiosa, sería actuar con decencia y responsabilidad éticas ante el mandato otorgado por los ciudadanos.
Hagan lo que hagan, la sopa de estrellitas va gratis porque quién soy yo para juzgarlos a partir de los cánones de la lujuria y la castidad.
La sopa de letras sería el premio si muchos de ellos substituyeran las actitudes coléricas enredadas en la pronta ira y la venganza por aquellas que reclaman serenidad, frialdad y paciencia. Cualidades, por cierto, indispensables para llegar a ser un buen político.
La sopita de macarrón nutrirá el alma de aquellos políticos que lleven una vida saludable; la premisa es no comer o beber como si no hubiera mañana, aunque su profesión no les asegure ese mañana.
La sopa de fideos será para aquellos que dejen de lado la envidia −tan común en su medio−, como si les entristeciera o se les retorciera el hígado al mirar gente más capaz o competitiva que ustedes.
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Mostrar una mayor caridad con esas personas, en lugar de masacrarlas a través de la grilla pesada o el periodicazo fácil, sería lo óptimo.
No alcanzarán sopita de arroz rojo si no son diligentes para trabajar y dar resultados a los que financian con sus impuestos su trabajo: los coahuilenses.
Espero que el san Juditas de las causas imposibles y la todopoderosa virgencita de Guadalupe me cumplan el milagro.
Claro, no los culparía si deciden hacerse de su santificada vista gorda.