Les explico brevemente que dentro de la formación política de quienes nos reunimos y organizamos desde hace cerca de una década, le hemos otorgado una gran importancia a la honestidad. Y esto es en todos los aspectos; no podemos mentir por mentir o llevar la contra en automático. Incluso cuando el contrincante hace las cosas bien, se le tiene que reconocer.
Platiqué con algunas personas para saber si quizá caigo en un sesgo al evaluar al Gobierno Estatal con respecto a mis posicionamientos ideológicos, y estas me responden que sí encuentran aspectos positivos de los últimos seis años en Coahuila.
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Surgieron algunos comentarios generales que esperaba, con personas que dan relevancia al tema de bajos homicidios, algunas otras que creen que una pavimentada es gobernar bien y otras que consideran que nos fue bien porque no nos fue mal.
Y pues no coincido con quienes intentan rescatar algo positivo del sexenio de Coahuila, pues aunque le quise rascar yo también, les puedo resumir de manera laxa que el gobernador nadó de muertito repartiendo billetazos para que lo hicieran ver como un Michael Phelps; o bien, de manera cruda, les podría decir que Miguel Riquelme fue un administrador safe, acomodado, cómodo y un quedabien. Podría poner más objetivos pero luego me abren proceso por difamación. Y en realidad todo se puede resumir a que Riquelme fue más un administrador que un gobernante.
Todo comenzó mal. Ya saben, el IEC cambiando el resultado para otorgarle el triunfo, porque imagínense que hasta nosotros marchamos con el PAN para protestar por el fraude electoral y ahora el impresentable de Memo Anaya y la hipócrita de Esther Quintana andan de arrastrados viendo qué les reparten.
Después, la supuestamente objetiva e incorruptible Sociedad Civil entró a las Secretarías para legitimar el fraude. Rectores, académicos y empresarios también querían parte del botín presupuestal. Toda la élite coahuilense es cómplice y responsable de haber estancado el desarrollo económico y social del estado.
La verdad es que fuera de la Región Sureste todo sigue igual en la realidad cotidiana de la gente. Nuestras juventudes ahora caen en el consumo del cristal que es distribuido por los uniformados, y no hay nuevas fuentes de empleo que impidan la migración interna. Tenemos municipios donde no hay próximas generaciones ni verdaderas fuentes de ingresos pero los miserables con el poder en sus manos los romantizan y les llaman “pueblos mágicos”.
Ya muchos mencionamos el proyecto del metrobús como el gran ejemplo de una obra de la administración del gobernador que sale. Pero si lo vemos objetivamente, dentro de los últimos 12 años, han brillado por su ausencia las obras públicas de gran impacto para nuestro Estado. De un gobierno a otro, todo se vivió como un gatopardismo en donde había un cambio aparente pero todo permanecía igual. ¿Qué le faltó? Si era justificable la ausencia, ¿Por qué no lo comunicó? ¿Qué siente cada que pasa por esas calles y observa el dinero tirado a la basura? ¿En verdad es tan indiferente?
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Este primero de diciembre comienza la era de un nuevo priismo en Coahuila. Uno más joven y que promete presentar una verdadera transición de gobierno, pero con el mismo beneficio de la duda que le otorgamos desde la honestidad, también cabe mencionar que para que esta transición sea verdadera, deben cumplirse los tres principios de no robar, no mentir y no traicionar. Esa es la prueba de fuego. Posteriormente, se debe aplicar la austeridad y dejar de despilfarrar en medios de comunicación que resaltan lo “bonito” de nuestro estado mientras que lo real se desplaza a las páginas que nadie lee.
Quizás haya algo que sí se le pueda atribuir al gobierno de Miguel Riquelme, pues su sexenio marca el cierre de un extenso periodo histórico. Su gestión se erige como el último capítulo del priismo hegemónico al estilo del siglo XX, siendo el último de los gobernadores del PRI que para acceder al poder no requirió recurrir al amasiato actualmente aceptado, formalizado y en proceso de institucionalizarse conocido como “PRIAN”. Eso y que en su último año de mandato siempre sí nos puso el pino navideño en Plaza de Armas.