‘Comida chatarra’: ¿se puede ganar la guerra contra ella?

Opinión
/ 17 junio 2025

Hemos perdido las dos batallas anteriores contra la comida chatarra. Ganar la guerra es imposible si seguimos insistiendo en usar las estrategias que ya fracasaron

Uno de los errores que con mayor frecuencia se comenten, al diseñar estrategias desde el sector público en México, es el de confundir fines con medios. De esta forma, lo único que se garantiza, por muchas energías que se inviertan en la empresa, es el fracaso de la estrategia.

Un ejemplo contundente de ello es la forma en como hemos perdido repetidamente la lucha contra la denominada “comida chatarra” que se vende en los planteles educativos del país.

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El problema con la estrategia, cuya implementación se repite hoy por tercer sexenio consecutivo, es que el objetivo central se encuentra extraviado. Y es que la meta no es −no puede ser− “erradicar” de las escuelas la comida chatarra, sino atajar la epidemia de obesidad infantil que padecemos.

Así pues, el éxito de las medidas que están siendo desplegadas en las escuelas del país no se mide por la presencia o ausencia de alimentos ultraprocesados y/o hipercalóricos en las instituciones educativas, sino por la disminución de los índices de obesidad actuales.

No estamos ante un problema menor. De acuerdo con el Atlas de Riesgos para la Nutrición de la Niñez en México, la obesidad en niñas y niños de 5 a 11 años es un problema que casi se duplicó en los últimos 20 años, alcanzando casi el 18 por ciento de los miembros de este grupo de edad.

Y si el espectro se amplía, el panorama no podría ser más preocupante: se calcula que unos 16 millones de niños y adolescentes mexicanos, de edades entre 5 y 19 años, son obesos. Estamos, pues, ante un auténtico problema de salud pública que urge atajar.

Una de las causas detrás del fenómeno es, desde luego, la mala alimentación, pues la dieta del mexicano se ha venido poblando, cada vez más, de elementos que no solamente provocan sobrepeso, sino que generan desnutrición debido a su bajo contenido nutricional.

Sin embargo, prohibir la presencia de los denominados alimentos chatarra dentro de las escuelas es una medida insuficiente para atajar el problema, cuyas raíces se extienden al ámbito económico y cultural, e incluso al político.

Basta observar el entorno exterior de cualquier escuela −pública o privada− para notar enseguida la presencia de un amplio comercio informal que expende todo aquello que, apenas a unos metros, se encuentra prohibido. Y el comercio informal difícilmente va a modificar su oferta debido a que los productos que expende implican un amplio margen de ganancia que, seguramente, no encontraría en la venta de productos “saludables”.

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Así las cosas, lo que va quedando en evidencia es que una estrategia basada sólo en la prohibición de comercializar la comida chatarra dentro de las escuelas difícilmente logrará combatir con eficacia el fondo de la cuestión: el grave problema de salud que implica el sobrepeso y la obesidad infantiles.

Por ello, si lo que se busca son resultados reales, habrá que repensar el plan con el propósito de modificarlo y ampliar su espectro de acción.

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