¿Cómo se llamó la obra? Política latinoamericana en tres actos
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La aplicación de la regla de tres es un recurso infaltable en la comedia. Se trata, dicen los enterados, de la evolución de la clásica estructura de la premisa y el remate, es decir, una idea fundamental y tres ejemplos, dos de los cuales van en la misma dirección, mientras que el tercero –el remate– cambia de manera sorpresiva provocando con ello la risa del oyente. Así, los populares chistes de tres actos se basan en un mecanismo que divide la narración en introducción, validación y ruptura; esta última generalmente inicia con la conocida pregunta ¿cómo se llamó la obra? El desenlace, naturalmente, ha de ser inesperado.
Lo anterior sirve de contexto para plantear un extraño (por reiterado) fenómeno que está ocurriendo en América Latina. Si bien, acá no se trata de comedia, la historia en tres actos nos da material para reflexionar.
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Primer acto. En Argentina un excéntrico economista autocalificado como libertario resultó triunfador en las elecciones primarias abiertas para la renovación de la presidencia, superando a las dos fuerzas políticas que han gobernado aquel país durante dos décadas: el macrismo y la coalición oficialista peronista-kirchnerista. Javier Milei ni siquiera pintaba en las encuestas, sin embargo, su firme promesa de poner fin al sistema político tradicional, al cual llamó “la casta”, conectó rápidamente con el electorado. Aunque algunas de sus propuestas como la dolarización de la moneda, el cierre del Banco Central o la privatización de las empresas estatales son, por lo menos, cuestionables, el hoy diputado nacional se colocó como amplio favorito de cara a los comicios del 22 de octubre.
Segundo acto. En un Ecuador, azotado por la delincuencia organizada, se llevó a cabo la primera vuelta de la elección presidencial. Pese al clima de inseguridad, los votantes abarrotaron las urnas; así, con casi 83 por ciento del padrón, se registró la participación ciudadana más alta en los últimos 20 años. Daniel Noboa dio la gran sorpresa al posicionarse como el segundo candidato más votado, asegurando su lugar en la segunda vuelta en la que enfrentará a la candidata oficial, Luisa González. El radar electoral no detectó el ascenso del joven empresario, pocos consideraron que el hijo de un multimillonario que intentó llegar a la primera magistratura ecuatoriana en cinco ocasiones lograría acariciar el añejo anhelo de su padre, pero la firmeza que mostró en el debate celebrado tras la trágica muerte del candidato Fernando Villavicencio catapultó sus aspiraciones. Egresado de Harvard y de la Universidad de Nueva York, Noboa ha centrado sus propuestas en seguridad y empleo. La segunda vuelta tendrá lugar el 15 de octubre, mientras tanto el correísmo pone sus barbas a remojar.
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Tercer acto. En Guatemala, Bernardo Arévalo se alzó con la victoria en la segunda vuelta electoral. Allá la sorpresa se produjo desde la primera ronda en la que el representante del Movimiento Semilla obtuvo la segunda votación más alta; ello, ante el asombro de propios y extraños. Arévalo rompió los tradicionales moldes políticos y consiguió que los ciudadanos percibieran el proceso electoral como histórico, pues con el voto popular se pondría fin al autoritarismo que caracterizó a los gobiernos de los últimos años. Su efectiva retórica en contra de la corrupción llevó al sociólogo y diplomático a obtener 58 por ciento de los sufragios, aplastando a la exprimera dama Sandra Torres. Nadie lo vio venir desde atrás y mucho menos se pensó que el progresista rebasaría por la derecha a sus contendientes, sin embargo, lo inesperado sucedió.
Aquí en confianza, el factor común en los procesos antes reseñados salta a la vista. En los referidos países latinoamericanos, el pueblo decidió dar un golpe de timón al apoyar efectivamente las propuestas contrarias al régimen. Los resultados electorales fueron más allá de las encuestas; esas que comúnmente vaticinan al triunfador con meses de anticipación. La partidocracia se dejó de lado dando lugar a movimientos más orgánicos. Esta vez, la disputa no se concentró en las ideologías de izquierda o derecha. La ciudadanía −agotada y molesta− buscó afanosamente un cambio que les permita alejarse de los ampliamente conocidos gobiernos demagógicos de antaño, dando la oportunidad a nuevas formas de hacer política y a candidatos de empaque poco convencional. Entonces, se preguntará mi amable y única lectora, ¿cómo se llamó la obra?: En América Latina, el oficialismo va en picada. Ahí se los dejo para la reflexión.
Nota: Lo antes expuesto representa la opinión personal del autor