¿Continuidad o cambio?
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El resultado de la jornada electoral de este domingo marcará el camino del país; si gana Sheinbaum continuaría el camino emprendido por AMLO, de triunfar Xóchitl, se abrirá la ruta para transitar hacia un modelo alternativo al de la 4T. El desenlace a esta disyuntiva depende del número de votos que logren las dos candidatas punteras. ¿De dónde vendrán de manera decisiva los sufragios en ambos casos?
Sheinbaum: Tiene su principal soporte en los apoyos que el gobierno ha venido dispersado entre amplios sectores de la población. Los datos señalan que de los 35 millones de hogares que existen en México, 27.7 millones de ellos reciben al menos una forma de apoyo, a través de los 14 programas que maneja la Secretaría del Bienestar, entre los que se pueden mencionar los siguientes: becas desde la educación básica a la superior, jóvenes construyendo el futuro, la escuela es nuestra, sembrando vida, fertilizantes y producción para el bienestar, bien pesca, por una mejor vivienda, financiera y banco para el bienestar, pensión a los adultos mayores, pensión para las personas discapacitadas, internet para el bienestar y programa de niñas y niños con madres trabajadoras.
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Se trata de un extenso abanico clientelar, cuyo objetivo no es resolver la pobreza, sino ganar o comprar lealtades.
Para este año el monto de estos programas asciende a 746 mil millones de pesos; 11 veces el presupuesto de Coahuila, y para ello, de acuerdo a datos de la secretaría de Hacienda, se generó un fuerte gasto que ha ocasionado un elevado déficit fiscal y que podría traducirse en alrededor de 28 millones de votos para Sheinbaum, faltando siete millones para alcanzar los 35 millones, que Fernández Noroña dijo aquí en Saltillo que recibiría la candidata oficial. Esta brecha se cubriría con el voto duro de Morena, y mediante presiones de todo tipo, sin embargo, hay que recordar que en 2018 AMLO consiguió 30 millones de votos y que Claudia no tiene el mismo arrastre.
Xóchitl: Bajo el supuesto de una participación del 66 por ciento de los ciudadanos y tomando en cuenta la clasificación que hace el INEGI sobre la población mexicana según sus tres niveles de ingreso: alto, medio y bajo, donde el primero representa el 1.7 por ciento de los habitantes, el segundo el 39.2 y el tercero el 59.1, queda claro que esta estructura resulta altamente favorable para la 4T.
De sufragar dos terceras partes de los ciudadanos, la mitad más uno de la votación la obtendría quien obtuviera alrededor de 32.5 millones de votos.
De no haber cartas marcadas y si la elección es limpia, la candidata del cambio sólo ganaría de votar por ella el 90 por ciento de la clase alta, el 85 por ciento de la clase media, y el 40 del estrato bajo. Esto se traduciría aproximadamente en 33 millones de votos, los que representarían poco más del 51 por ciento del total. Lo anterior muestra el enorme reto que tiene ante sí la oposición.
En una forma quizás simplista, podría decirse que el resultado de esta elección dependería del número de votos que aporten, por un lado, los receptores de los programas sociales, y por el otro, la clase media, la que de salir a votar en forma masiva, pudiera influir de forma decisiva en el resultado final.
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Si la elección se define por una diferencia del 5 por ciento en un sentido o en otro, es probable que el asunto sea dirimido en los tribunales. Algo importante es que existan los contrapesos, y para ello es indispensable que en el Congreso federal tenga mayoría la oposición, ya que la concentración del poder resulta sumamente riesgosa.
Como los resultados de la gestión de López Obrador han sido negativos en los indicadores más importantes, y que en una democracia el voto libre de los ciudadanos hace posible castigar a los gobiernos que no le cumplan a la población, el desenlace lógico sería el cambio de ruta. Salgamos a votar para mantener la vigencia de la libertad.