Cosas mexicanas

Opinión
/ 7 noviembre 2023

El colibrí tiene otros nombres: chupamirto, chuparrosa, pájaro mosca, picaflor... Los españoles, que nunca habían visto esa ave, le llamaron “tominejo”, nombre que es bidiminutivo, pues viene de “tomín”, el nombre de una reluciente monedita de plata. Eso les parecía a los conquistadores el colibrí: una monedita de plata.

Entre las aves el colibrí es la más pequeña, un verdadero prodigio de la naturaleza. Se conocen más de 500 especies de colibríes. De ellas tenemos en México 70, cuyo tamaño va desde el de una mosca grande hasta el de una golondrina pequeña. Nuestros antepasados mexicanos llamaban al colibrí “huitzillin”. Creían que en él moraban las almas de los guerreros muertos por defender a sus dioses. Por eso en el colibrí veían los aztecas el símbolo de la felicidad.

Los zapotecos le dicen al colibrí “biulú”, vocablo que significa algo así como “el que se va, pero queda en los ojos”.

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Para los tabasqueños “jugar” es participar en una elección: “Está jugando para diputado”. El año de 1946 el ilustre polígrafo don Francisco J. Santamaría se inscribió como candidato a gobernador de Tabasco. Otro de los aspirantes, antiguo discípulo suyo, le preguntó asombrado:

-¿Usted también viene a jugar, maestro?

Le sorprendía que un intelectual de la talla de Santamaría, filólogo e historiador, anduviera metido en cosas de política.

-No, hijo −le contestó don Francisco−. Yo no vengo a jugar: yo vengo en serio.

Tan en serio “jugó” Santamaría que ganó la elección. Gobernó a Tabasco de 1947 a 1952.

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Don Justo Sierra fue campechano en los dos sentidos: el de originario de Campeche y el de hombre afable y de buen natural. No transigía, sin embargo, en tratándose de sus ideas liberales. Cuando fue ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes −ocupó ese alto cargo de 1905 a 1911− ordenó que no se usaran ya en los programas escolares los nombres “Español” o “Castellano” para referirse al estudio de la lengua. En su lugar implantó la expresión “Lengua Nacional”.

Los “reaccionarios” lo criticaron mucho. Le dijeron que el inglés también es lengua nacional, en Inglaterra, y en Alemania el alemán. Tal frase, “Lengua nacional”, en realidad no definía nada. Pero don Justo se mantuvo en sus trece y durante muchos años al estudio del castellano se le siguió llamando en las escuelas “Lengua Nacional”.

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En San Miguel de Allende vivió Jesús Cuchillo, simpático señor que se ganaba la vida ejerciendo un lindo oficio: enseñaba a silbar a cenzontles, clarines y demás pájaros cantores. Don Jesús era fabricante de rebozos. También tocaba la tuba, el bajo y el trombón en la banda de música del municipio.

Tenía don Jesús sólo una hija. Desde que la niña era pequeña el tal Cuchillo empezó a guardar todos los zapatos que la niña iba desechando después de gastarlos con el uso. Así, cuando la chica llegó a edad casadera, don Jesús tenía un cuarto casi lleno con los numerosos pares de calzado que le había comprado a su hija en el transcurso de la vida. Si a la muchacha le salía un pretendiente, el señor Cuchillo lo invitaba a su casa, le mostraba aquella insólita zapatería y le decía:

-¿Te quieres casar con mi hija? Antes deberás pagarme lo que he gastado en ella por concepto de calzado. Lo demás no lo cobro.

La historia no nos dice si la hija de don Jesús halló un valiente dispuesto a redimir por amor aquella deuda pública.

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