COVID-19 en contagio 2023. Las medidas, ¿dónde quedaron?
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¿Cubre nariz y boca? Ya casi no. Unos sí lo usan y otros no.
Saludo de manos de “trompadita”, en plena disminución. Todavía hay lugares en que te toman temperatura y te ofrecen desinfección de manos.
¿Vacunas? Hay de varios nombres. Hay quienes tienen dos, otros tres. Algunos han ido a McAllen a ponerse la cuarta de otro nombre porque dicen que es refuerzo.
Lo que era virtual ya se está haciendo, en gran porcentaje, presencial. Y hay reuniones celebrativas, de asistencia numerosa, con un ambiente totalmente despandemizado.
El famoso semáforo −antes tan consultado− hacía que cada ciudad y cada Estado supiera si estaba en amarillo o en anaranjado. Y ahora, en plena primavera, todo se ha reverdecido y parece que es tiempo vacacional para el personal encargado de las estadísticas.
El COVID-19, sin embargo, sigue teniendo contagio 23, inclusive presidencial en tercera edición. Este ha sido anunciado como ligero, pero con receso recetado, sin mañanera virtual sino delegada.
Seguramente ya se habrá dado el parte médico protocolar para evitar diagnósticos mediáticos en amplio mosaico policromado.
PRESENCIAS IMPERCEPTIBLES
Suelen ser invisibles, inaudibles, impalpables, ingustables e inolfatibles, por decirlo de alguna manera gruesa que abarque todos los sentidos.
Son entidades reales, existentes. Los grandes progresos de la óptica han subrayado lo ocular. Con potentes microscopios electrónicos, con cámara adaptada, se ha podido ver lo pequeño, lo diminuto y hasta las partículas en el mundo cuántico, si no se ven, ya se adivinan en sus traviesos cambios y desplazamientos.
El James Webb ha logrado hazañas telescópicas sorprendentes. Sonidos del universo ya se captan después de una sordera de siglos.
La realidad del mundo espiritual sólo es captada por la actitud de fe verdadera. Sucede con ella lo que pasó cuando la vista peleó con los demás sentidos. Se le ocurrió decir al ojo “estoy viendo una montaña”. Protestó el oído: “no se oye soplar el viento ni cantar los pájaros”. Terco el ojo, clavada la mirada en el horizonte, repetía: “estoy viendo una montaña”. La mano se alargaba y negaba: “¿cuál montaña si no se toca ni follaje ni roca”.
“No hay montaña”, aseguraba el olfato, “no llega olor de hierba ni de flores”. El gusto negó, pero mejor se calló. Sólo cuando todos los sentidos estuvieron muy cerca captaron que el ojo tenía razón: ahí estuvo siempre la montaña. Lo mismo sucede con lo que sólo la fe puede conocer con una certeza superior a la que dan los sentidos y aun la misma razón.
MALA COMIDA Y PÉSIMO SUEÑO
Lo que se come enferma y las horas de sueño se convierten en insomne vigilia y desvelo, sin siquiera llegar a sonambulismo.
Sucede lo mismo con la lectura. Se la presenta como ocupación insuperable y se insiste en la cantidad de libros, de páginas y de horas gastadas en pronunciar, con la mente, lo que otros escribieron.
El libro no es bueno por ser libro, ni la lectura es provechosa sólo por leer. Lo esencial es la calidad de los contenidos. Lo admirable es el discernimiento para elegir y leer. No libros buenos, sino sólo los mejores. Hay en anaqueles de las bibliotecas particulares muchos libros sin lectores y por eso tantos lectores aprenden a leer −sin libros− las grandes enseñanzas de los acontecimientos que llegan a su momento presente, promoviendo reflexión y dejando sabiduría...