Cuando el pasado se vuelve deseable

Opinión
/ 1 julio 2025

No es nuevo el desear atesorar ciertos tiempos ya idos. Hay una suerte de fascinación que captura a los habitantes de los tiempos presentes por aquellos tiempos idos. ¿Qué es lo que hace volver la vista atrás?

A últimas fechas se ha dado por recordar, ya en videos, en miniseries o a través de la música, a la década de los ochenta del siglo pasado. Para quienes vivieron esa época siendo adolescentes y jóvenes, el tiempo no parece tan lejano, pero no ocurre así con las nuevas generaciones que pisan la juventud.

Les parece un tiempo decididamente lejano y además, en ciertos sentidos, deseable. Así, la música de entonces, sobre todo, pero también cierto lenguaje, formas de ser y vestimenta, se han puesto de nuevo de moda.

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No es nuevo el desear atesorar ciertos tiempos ya idos. Hay una suerte de fascinación que captura a los habitantes de los tiempos presentes por aquellos tiempos idos. ¿Qué es lo que hace volver la vista atrás?

Será quizá que sobre el pasado hay certezas; sobre el futuro, incertidumbre. El pasado ofrece las cosas hechas y resueltas. Los cambios que se viven en la actualidad se entienden a través de la perspectiva del tiempo, y eso tal vez produce tranquilidad.

No es que se desee vivir aquella época en plenitud, pero vaya que sí hay un hechizo que favorece el gusto y hasta la adicción.

Entre los aspectos destacables que la gente desea rescatar del pasado es algo que se contrapuntea con la realidad actual: la posibilidad de libertad individual. Ahora se vive en la hiperconexión, y es así que todos han de estar disponibles para cualquier eventualidad, ya en el trabajo, en la vida cotidiana, en la vida amorosa.

La historia humana, retratada en la literatura, muestra cómo decisiones tomadas sin la hiperconectividad en la que el mundo se encuentra ahora pudieron haber cambiado las consecuencias de una decisión y el curso de los acontecimientos.

Un ejemplo clásico de ello es la historia de amor entre Romeo y Julieta, quienes pudieron no llegar al final al que llegaron; y tampoco, entonces, sería la obra magistral de Shakespeare si hubiesen logrado comunicarse entre sí antes de los momentos cumbre previos al desenlace.

Hay una película, “Amor para Recordar” (An Affair to Remember), con Cary Grant y Deborah Kerr, que presenta igualmente este hecho. Sin celulares de por medio, la historia da pie a todo el argumento de la película. Luego de haberse conocido en un crucero, ambos personajes quedan de verse en Empire State Building al cabo de seis meses. Un accidente de auto cuando se dirigía hacia allá, impide a Terry McKay llegar a la cita convenida.

No será hasta que Nickie Ferrante se entera de que el retrato que pintó de ella había sido adquirido por una mujer inválida, que se hace evidente lo ocurrido.

La cinta es una nueva versión de “Love Affair”, de 1939, dirigida por el mismo director, Leo McCarey. Otra vez seducidos por el pasado, todo encaja para que la historia tenga buen desarrollo al no existir, tampoco en los años cincuenta, el tipo de conexión que hoy experimentamos.

Es quizá esa parte también lo que atraiga a los productores trabajar con temas del pasado. Situaciones que hoy no se darían de la misma forma, con la misma intensidad, sí ocurren y ocurrían en aquel espacio de tiempo en el que no era posible comunicarse para dar a conocer lo que se proyecta hacer, las dificultades para llegar de un lugar a otro, la espera.

Los tiempos de hoy exigen el retrato de lo que se dispone a la vista, los recursos modernos con que se cuenta. Pero a veces la realidad es ciertamente tan cotidiana que acudir al pasado puede llegar a ser, para algunos, interesante y permite hacer crecer la imaginación sobre lo que pudo llegar a ocurrir si tal o cual circunstancia, ajena a la conexión digital, influye en la toma de decisiones.

Cuando llegue su momento, este actual será revisado con otros ojos y otras perspectivas en el futuro. Quizá un futuro no tan lejano, pero, siendo pasado, será deseable.

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