Cuidado con las predicciones para la economía estadounidense en 2026

Opinión
/ 19 diciembre 2025

Existe la probabilidad de un escenario negativo: no una recesión estándar por falta de demanda, sino un aumento de la volatilidad, derivado de la inestabilidad financiera

Por Mohamed A. El-Erian, Project Syndicate.

NUEVA YORK- Predecir un escenario central para la economía estadounidense en 2026 no parece tarea difícil. Pero es posible que la probabilidad de que ese escenario se materialice no supere el 50%: en lugar de la distribución “normal” en forma de campana, hoy tenemos otra con extremos (bueno y malo) inusualmente acrecentados cuya probabilidad es significativa y que también pueden materializarse. La economía estadounidense no está siguiendo una trayectoria única, sino que está trabada en un tenso tira y afloja entre tres futuros distintos: un escenario central moderadamente bueno (Ricitos de Oro “light”), otro alcista impulsado por la productividad y un volátil escenario bajista.

El escenario central prevé una economía relativamente fuerte, que seguirá desafiando las predicciones de desaceleración cíclica e irá acumulando fortaleza secular, sobre todo como resultado de la sólida inversión relacionada con la inteligencia artificial. El año que viene Estados Unidos habrá superado la fase actual de la revolución de la IA dominada por la infraestructura (una acumulación frenética de centros de datos y hardware) hacia otra con más integración. El gasto en capital se mantendrá en niveles históricamente altos, impulsado por la doble necesidad de trabajar “en” y “con” la IA.

Este dinamismo empresarial se complementa con una base de consumidores todavía resiliente, respaldada por políticas fiscales y monetarias expansivas. Los hogares estadounidenses han demostrado capacidad duradera (aunque menguante) para sostener el crecimiento. Con un apoyo fiscal generoso y la Reserva Federal dispuesta a seguir bajando los tipos de interés, es muy posible que la mantengan, a pesar de los aumentos de precios que golpean sobre todo a los hogares de menos ingresos. Pero subsistirá la realidad de una inflación persistente. Aunque las subidas de precios tal vez no sean lo bastante graves como para desatar las expectativas inflacionarias, es probable que se mantengan por encima del objetivo de la Fed, lo que impedirá volver a la política de tipos de interés ultrabajos de la década de 2010.

Este escenario también incluye la cristalización de un fenómeno inquietante: la desvinculación entre empleo y PIB. Históricamente, buenas cifras de crecimiento económico eran sinónimo de creación de empleo. Pero parece que esta relación está bajo presión, de modo que el crecimiento en 2026 podría ir acompañado por cierto estancamiento del mercado laboral. Este crecimiento sin empleo agudizaría la aparición de un desempeño económico en forma de K. Por lo tanto, el acceso a bienes y servicios seguirá siendo un tema social y político caliente, que mantendrá la desigualdad en el centro del debate nacional.

Este es un escenario central que incluye mucha «dispersión», y no sólo dentro de los Estados Unidos. En el nivel internacional, Estados Unidos supera en gran medida a otras economías importantes. Lastradas por rigideces estructurales, la eurozona y el Reino Unido siguen atrapadas en un equilibrio de bajo crecimiento y baja inversión. Y como los avances de China en el intento de modernizar su modelo de crecimiento son lentos, Estados Unidos será, con diferencia, el principal motor de la economía mundial, y esta concentración crea riesgos propios.

En cuanto a los escenarios de los extremos, sus probabilidades son más o menos iguales, lo que justifica a la vez la esperanza y el temor. En el extremo más optimista, hallamos la visión tentadora de una economía que no sólo crece, sino que se acelera, sin dejar de ampliar su capacidad futura. En este escenario, una adopción de la IA más rápida de lo previsto, combinada con la robótica, se traslada a mejoras de productividad tangibles en toda la economía, que permiten a Estados Unidos aumentar su distancia respecto de otras economías importantes.

Si esta “promesa de productividad” se materializa con la suficiente rapidez, Estados Unidos podría experimentar una bonanza no inflacionaria. La oferta crecería lo bastante rápido para satisfacer la demanda creciente y la inflación se mantendría bajo control. Sería el escenario “Ricitos de Oro” potenciado: una expansión impulsada por la tecnología que mejora los márgenes de las empresas y aumenta la recaudación impositiva, con posibilidad de aliviar las presiones fiscales y permitir a la Fed una bajada más rápida de los tipos de interés.

Pero igual de probable es el escenario negativo: no una recesión estándar por falta de demanda, sino un aumento de la volatilidad, derivado de la inestabilidad financiera, de políticas erradas, de las vicisitudes de un año electoral y de la geoeconomía. Un riesgo importante está en el mercado de bonos. Con un déficit estadounidense todavía elevado, costos del servicio de la deuda en aumento y la necesidad de seguir financiando inversiones en IA, podría reaparecer el “vigilantismo” del mercado de bonos. Un súbito aumento de los rendimientos tendría capacidad para desestabilizar el sistema financiero y debilitar la actividad económica dentro y fuera de los Estados Unidos. Lo que ocurre en el mercado de bonos del Tesoro estadounidense no suele quedarse allí.

Esta fragilidad financiera se agrava por la posibilidad de errores de la política fiscal o monetaria, en momentos en que el margen de maniobra de las autoridades está limitado. Con la cercanía de las elecciones intermedias, es un riesgo que también tendría consecuencias para una economía mundial muy dependiente del motor estadounidense. Si a esto se suman las tensiones geopolíticas (guerras comerciales, instrumentalización agresiva de las cadenas de suministro o conflictos directos), adquiere relevancia la perspectiva de un shock estanflacionario.

De cara a 2026, no debemos permitir que un pronóstico central tranquilizador nos induzca a la autocomplacencia. En términos estadísticos, no tenemos ante nosotros una distribución normal, sino una distribución multimodal: en el medio, una trayectoria posible de crecimiento firme impulsado por la IA, rodeada a un lado por un milagro de productividad y al otro por un escenario pesimista cargado de riesgos. Los inversores y los funcionarios deben tener en cuenta todas estas posibilidades, así como la marcada dispersión entre países, sectores y hogares que las une. Copyright: Project Syndicate, 2025.

Mohamed A. El-Erian, ex rector del Queens’ College en la Universidad de Cambridge, es profesor de práctica en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, donde también es senior global fellow del Instituto Lauder. Es asesor económico principal en Allianz, presidente de Gramercy Funds, autor de The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse (Random House, 2016) y coautor (con Gordon Brown, Michael Spence y Reid Lidow) de Permacrisis: A Plan to Fix a Fractured World (Simon & Schuster, 2023).

Temas



Localizaciones



Organizaciones



Project Syndicate produce y distribuye análisis originales y de alta calidad a una audiencia global. Con contribuciones exclusivas de destacados líderes políticos, legisladores, académicos, empresarios y activistas cívicos de todo el mundo, ofrecemos a los lectores análisis e información de vanguardia.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM