De ‘La Chiripa’ a San Juan: ejemplo del emprendedurismo saltillense
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En 1974 siendo muy joven, Gerardo Aguirre con el apoyo de su padre, don Rodolfo y con el ejemplo de don Jesús de las Fuentes, comenzó -después de rehabilitar el predio localizado sobre el camino a los Valdés por el rumbo del Club Campestre-, a sembrar cilantro, maíz y a plantar nogales en un terreno de seis hectáreas, una vez que Rodolfo Ramírez, “El Ranchero,” lograra sacar cinco litros de agua por segundo.
En 1979, hipotecó ese “ranchito”: “La Chiripa,” –que en 2010 fraccionó-, para comprar un predio en San Juan de la Vaquería, continuando con la siembra de cilantro, aunada a la de ajo, papa, y nogales. Pasa el tiempo, y en el 2008 tiene lugar un cambio importante: a sugerencia del señor Milmo, siembra como prueba una hectárea de vid, para procesar la uva en Casa Madero, ya que esas tierras ofrecen condiciones para su cultivo.
En este punto, Gerardo hace una acotación importante: con el agua requerida para sembrar una hectárea de papa, es posible irrigar ocho de nogales y 16 de vid, situación que lo llevó a dejar de lado el tubérculo, para concentrarse en los otros dos, haciendo posible el cultivo al día de hoy de 22 hectáreas de viñedos.
Adicionalmente, la nuez y el vino son bienes no perecederos, y en tal sentido, el agricultor no está expuesto a las presiones del mercado para vender. Actualmente se producen etiquetas como: Chardonnay, Cabernet Merlot, Reserva Cabernet, Rosado y el Tinto Plata, algunas de las cuales fueron premiadas recientemente en el concurso mundial de Bruselas. Algo clave en todo esto, además del espíritu emprendedor de Gerardo, ha sido la incorporación de sus hijos Gerardo y Ana Sofía en este proyecto, además del constante apoyo de su esposa Carmelita.
Su hijo, ingeniero agrónomo de profesión, estudió enología en la Universidad Politécnica de España, y es quien atiende la parte técnica en la elaboración de los vinos, para lo cual se cuenta con ocho tanques de fermentación de última generación, una bodega en donde se encuentran las barricas de roble para añejar los caldos, la que se mantiene a una temperatura de entre los 18 y los 20 centígrados, pasando luego de un promedio de tres meses, a la etapa de embotellado y etiquetado, contando para ello con maquinaria sofisticada. De ahí el producto pasa al almacén.
Los vinos son comercializados a través de supermercados y restaurantes locales, pero están abriendo canales en otras ciudades, incluyendo la de México, así como en los mercados de exportación. Sin embargo, ha surgido una promisoria vertiente asociada al negocio del vino: el turismo.
Para ello, Ana Sofía, arquitecta, está al frente de esta actividad, como responsable de las visitas guiadas, que constituyen un impulso al turismo en nuestra región y en otras de Coahuila. Tener a los hijos en tareas estratégicas, es un activo intangible que garantiza la continuidad del proyecto.
Sobre la rentabilidad del negocio, Gerardo señala que éste genera utilidades normales, con altas y bajas, siendo su mayor premio lograr la satisfacción del cliente. Respecto a la mano de obra, ante la escasez local, cuenta con trabajadores provenientes del estado de Hidalgo; 30 en total. La inversión para hacer posible este desarrollo, se logró mediante créditos, que a la fecha se siguen pagando.
San Juan de la Vaquería -que llegó a tener una extensión superior a las 30 mil hectáreas-, es un lugar pleno de historia, que comienza con la llegada en 1567 de Francisco Cano en busca de minas, las que no encontró, en vez de ello, la región fue proveedora de insumos, como madera y carne para la minería de Zacatecas, ya que aquí crece un pasto muy apropiado para el ganado, de ahí el nombre de San Juan de la Vaquería.
Llegó después Alberto del Canto y posteriormente Francisco de Urdiñola, quien construyó las edificaciones de la hacienda, permaneciendo en pie la casa principal y la capilla, recintos que la familia Aguirre Lobo ha tenido mucho cuidado en conservar. Esta hacienda fue parte tanto del Marquesado de Aguayo, como del latifundio de los Sánchez Navarro.
Hemos reseñado esta historia, como ejemplo del trabajo emprendedor de una familia saltillense, que ha conjuntado con éxito el negocio, el amor a la tierra, y algo sumamente importante: la preservación de nuestra valiosa herencia histórica.
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