De la polarización a la crispación

Opinión
/ 28 febrero 2024

La lógica de la democracia es que los errores del gobernante sean sancionados por la vía del voto y de la opinión pública. Ambos recursos funcionan de manera imprecisa e imperfecta. Se pueden ganar elecciones a pesar de las malas cuentas en el gobierno y también, como ocurre con el presidente López Obrador, cometer errores significativos sin que alteren los indicadores de popularidad. La falta de sanción electoral y de opinión hace al mal gobernante impune e inmune.

Todavía falta conocer si electoralmente le costará al partido gobernante y, de alguna manera, a la pretensión transexenal del Presidente. No está claro precisamente porque las elecciones deben desarrollarse en un entorno de razonable equidad y de debate que abra espacio al voto informado. El protagonismo mediático presidencial es ilegal, también altera las condiciones para que los votantes puedan tomar su decisión en libertad.

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Ciertamente, la mayor amenaza a la elección viene del crimen organizado. No hay consenso sobre el territorio bajo control de los delincuentes, que sería entre 15% y 30%, cifra considerable y con potencial para alterar la legalidad de la elección y la legitimidad de sus resultados. No necesariamente significa que el crimen organizado apoye a un partido o proyecto en particular, pero sí afecta las condiciones para la libertad del voto y para que los candidatos y los partidos puedan realizar su proselitismo, aunque esta circunstancia normalmente favorece al que gobierna.

Al respecto debe destacarse que es responsabilidad de las autoridades garantizar las condiciones de seguridad, especialmente del gobierno federal por razones de competencia y la magnitud de la amenaza. En tal sentido preocupa que la consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei, remita a los OPLEs y a las autoridades locales la responsabilidad para asegurar dichas condiciones. El asunto central es la estrategia del gobierno nacional respecto combatir al crimen organizado, así como las críticas condiciones de inseguridad y violencia en amplios territorios del país. A la candidata Claudia Sheinbaum las condiciones actuales no le parecen peores a las de otras elecciones.

La eficacia del voto tiene que ver con la manera como se realizan los comicios. López Obrador interfiere con toda impudicia y complacencia del INE. Para él es letra muerta el artículo 134 constitucional que mandata la imparcialidad de las autoridades y de los programas gubernamentales. No sólo eso, a partir de su convicción de que por encima de la ley está la autoridad del Presidente, representante del pueblo, usa los recursos del Estado y del gobierno para alterar las condiciones de la contienda. Una vez más y siempre, hay que destacar que ocurre en el marco de la complacencia de la élite y de la renuncia a su responsabilidad de una parte importante de los medios de información.

Es una realidad que el Presidente goza de un importante ascendiente en la población, que no necesariamente se trasladará a las intenciones de voto. Son muchas las razones que explican sus tasas de aprobación. Tres consideraciones entran en juego: el protagonismo mediático del Presidente que hace de la información propaganda; la empatía popular con muchas de las tesis autoritarias presidenciales consecuencia del déficit de cultura ciudadana, y la falta de un debate público a manera de someter a escrutinio al gobierno, tarea a cargo de la oposición y de los medios independientes, sometidos permanentemente al acoso e intimidación presidencial.

La polarización ha sido la constante de la última década. En su primera etapa, el descontento mayoritario fue el signo, concurriendo la exclusión de los más y el rechazo de muchos por la percepción de una ofensiva y desbordada venalidad en la vida pública. López Obrador y Morena lo capitalizaron y les significó un triunfo amplio, legítimo y convincente; la polarización fue potenciada por el Presidente para blindarse del escrutinio crítico y ahora, en víspera del inicio de campañas, lo que domina es la crispación, que afecta a todos por igual. Aun así, persiste una estrecha mayoría que aprueba al Presidente.

La democracia mexicana está a prueba. En el entorno de elección de Estado y de interferencia del crimen organizado el voto ciudadano, que podría permitir superar la incertidumbre y la adversidad. Se requiere que los ciudadanos ejerzan con libertad su derecho a votar. Una elevada participación da lugar a que se minimicen los mayores riesgos de la elección como el clientelismo y la intimidación a votantes y candidatos.

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