Deseos
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¿Se le puede aplicar a un chiste colorado el calificativo de clásico? Pienso que sí. Alfonso Reyes, ensayista extraordinario, traductor insigne, poeta regular, dijo que “clásico es lo que sin ser actual es actual”. El cuento que este día relataré, oldie but goodie, viejito pero buenito, pertenece ya a los anales de la sicalipsis. Sucede que un hombre elegantemente vestido llegó al más lujoso restorán de Nueva York. Iba con él una guapísima mujer cuya belleza de rostro y ondulantes curvas suscitaron la evidente admiración de todos los señores y la secreta envidia de todas las señoras. Junto con la llamativa pareja entró también, ante el asombro de la concurrencia, un pingüino que mediría 2 metros de altura y que se colocó junto a la mesa del apuesto galán y su estupenda acompañante. Los meseros neoyorquinos están acostumbrados a ver toda clase de rarezas, de modo que el que acudió a atender a la pareja no hizo ninguna observación acerca del pingüino, que además no hacía nada que molestara a la clientela. Preguntó el camarero: “¿Qué desean tomar el caballero y la dama?”. Respondió él: “A mi esposa tráele un martini dulce, a mí uno seco, y al pingüino 10 martinis dulces y 10 secos”. El camarero, imperturbable, cumplió la orden. La pareja bebió sus copas lentamente, y el pingüino apuró a grandes tragos las 20 bebidas que le sirvió el mesero. “Ahora –pidió el cliente– tráenos una sopa de cangrejo para mi esposa, otra para mí y 20 para el pingüino”. Disfrutaron ellos su platillo mientras el pingüino sorbía ruidosamente el contenido de los 20 platos que el camarero puso ante él. “De plato fuerte –indicó el hombre– mi esposa quiere la langosta Thermidor y yo el filete Chateaubriand. Al pingüino sírvele 20 langostas y 20 filetes. Trae también una botella de vino blanco y otra de tinto para nosotros, y 10 de tinto y 10 de blanco para el pingüino”. Saborearon el marido y la mujer sus ricas viandas y sus finísimos vinos mientras el pingüino devoraba con ansiedad sus 20 filetes y su veintena de langosta al tiempo que daba buena cuenta de las botellas. “Para el postre –solicitó el tipo– queremos los duraznos Melba. Una orden para mi señora, otra para mí, y 20 para el pingüino”. Todo se lo acabó éste, y al final se despachó 20 tazas de café y otras tantas copas de coñac. Pidió entonces la cuenta el hombre. Ascendía a 20 mil dólares, por los tremendos consumos del pingüino. “Añade otros 20 mil de propina” –le ordenó el individuo al camarero–. Sacó un fajo de billetes y pagó todo en efectivo. Hecho eso se dispuso a retirarse con su bella acompañante. El mesero no pudo contenerse. Le preguntó: “Perdone la indiscreción, señor. ¿Por qué viene ese pingüino con ustedes?”. “Nos atendiste muy bien –respondió el cliente–, de modo que te contaré la historia. Yo era un hombre de modesta condición. Cierto día caminaba por la playa y las olas arrojaron a mis pies una lámpara de forma extraña. La froté para limpiarla y apareció un genio. Me dijo que me concedería tres deseos. Le pedí, primero, que me hiciera el hombre más rico del mundo. Ya has visto que el dinero me sobra. Luego le pedí que me trajera a la mujer más bella del planeta. También ya la viste”. Hizo una pausa y concluyó: “Y como tercer deseo le pedí al genio: ‘Quiero tener un gran pájaro insaciable’”... Moraleja: cuando pidas algo, pídelo con cuidado... Hoy se harán las marchas en defensa del INE. Es decir, hoy se harán las marchas en defensa de la democracia, de la libertad y de la patria... FIN.