Día del Orgullo LGBTIQ+: recuperar el sentido del día y el movimiento

Opinión
/ 29 junio 2025

El movimiento tiene sus raíces en los grupos marginados y relegados de la sociedad que resistieron y siguen resistiendo todos los días

El día 28 de cada mes de junio se conmemora el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+. Seguramente, a lo largo de este mes, las personas lectoras habrán sido testigos de un verdadero desfile de colores arcoíris. Entre publicaciones en redes sociales, decoraciones en edificios, mercancía con los colores de las distintas banderas y, por supuesto, las marchas que se hacen cada vez en más ciudades del país, por no decir del mundo.

La realidad es que el movimiento LGBTIQ+ está más presente que nunca en el reflector social. Esto para agrado de algunas personas y molestia de otras tantas. Sin embargo, ¿qué significa este movimiento? ¿Es el Día del Orgullo uno para salir de fiesta, para vestir las prendas más vistosas y asistir a eventos con celebridades aliadas o espectáculos drag? ¿Es un día para consumir toda la mercancía de colores posibles y estampada con frases emotivas −como love is love para lucirla en nuestros espacios o nuestra persona? ¿No será que tal vez en medio de todo este bombardeo festivo y lúdico se ha diluido un poco el sentido original del día?

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Es cierto que celebrar la diversidad sexual y de género a través de colores, fiestas y mercancías no es algo malo en sí mismo, pero encasillar el Día del Orgullo en solo eso sí puede tener consecuencias no deseadas. Para entender esto hay que recordar cómo surgió esta fecha. El Día del Orgullo originalmente fue una conmemoración de los Disturbios de Stonewall, en Nueva York. Recordemos que, en aquellos días de 1969, incluso en una ciudad que podía considerarse progresista como Nueva York, la población LGBTIQ+ estaba aislada socialmente.

Este aislamiento social hacía que esta parte de la población sólo pudiera reunirse en lugares específicos, y no siempre muy seguros. Incluso en estos, donde aparentemente las personas podían ser ellas mismas, la realidad era que estaban propensas a ser acosadas por las autoridades. Redadas llevadas a cabo por la policía eran comunes y eso fue lo que sucedió la noche del 28 de junio en el bar llamado Stonewall Inn. Ya en ocasiones anteriores la policía había realizado detenciones arbitrarias, habían golpeado personas y otros actos de uso abusivo o injustificado de sus funciones.

Quienes acudían a estos bares no pudieron soportarlo más y respondieron ante la violencia institucionalizada. Los días posteriores continuaron con marchas y manifestaciones que exigían un trato digno para quienes formaban parte de la comunidad LGBTIQ+. Este movimiento se extendió con rapidez a otras partes del mundo. Aquí, en nuestro país, la primera marcha del orgullo fue en la Ciudad de México en 1979, justo diez años después de los disturbios en Stonewall. Esta primera marcha, al igual que las manifestaciones de Nueva York, estaba impregnada de una fuerte convicción ideológica, con motivaciones claras y reclamos urgentes. La marcha del Orgullo que se llevó a cabo en México exigía el fin de los abusos y la violencia que enfrentaban personas homosexuales, trans y travestis.

Los años han pasado y podría decirse que el movimiento LGBTIQ+ ha sido todo un éxito. Los reclamos, hasta cierto punto, han sido escuchados. Ahora, al menos en varios países occidentales, se cuenta con leyes que prohíben la discriminación basada en la orientación sexual y/o identidad de género. Las personas gays y lesbianas pueden casarse y las personas trans pueden hacer cambio de nombre legal. Esto aplica también para México, con sus particularidades. Podría decirse, además, que la homosexualidad ya no es un motivo de violencia y discriminación aceptado o pasado por alto tan fácilmente.

Sin embargo, esto no quiere decir que los problemas se han resuelto del todo. Todos estos logros están matizados y, así como en la actualidad existe una parte importante de la población LGBTIQ+ que vive libre del miedo de ser discriminada o violentada por sus características, hay otras personas que no pueden decir lo mismo. Existen otros grupos de esta comunidad que, de una u otra forma, aún sufren y para quienes estas victorias aún no han llegado.

Los sectores que en este momento requieren de mayor visibilidad y atención son las personas trans, las personas LGBTIQ+ que viven con VIH/SIDA y personas de la diversidad sexual y de género que viven en precariedad socioeconómica. Lo preocupante del asunto es que, como se puede suponer, estas características de vulnerabilidad no son excluyentes unas de otras y más de las veces se reúnen varias en una misma persona. Así pues, existen mujeres trans que tienen carencias económicas, hombres homosexuales que viven en zonas donde la violencia es más propicia, o lesbianas viviendo con VIH que apenas cuentan con educación básica. Estas personas son las más vulnerables dentro de una población ya de por sí vulnerable.

Estas son las personas que no aparecen en las portadas de las revistas, en los anuncios publicitarios, en las series o películas de streaming o a quienes no entrevistan en programas de televisión. Sin embargo, son a quienes matan de formas tortuosas y denigrantes, a quienes el sistema les impide acceder a la educación escolar, obtener oportunidades laborales aceptables o tratamientos médicos de calidad. Son también estas personas quienes constantemente están buscando que su vida y su dignidad sean respetadas, quienes alzan la voz en las marchas y nos recuerdan que, más allá de los colores, las fiestas y los vestidos, el Día del Orgullo es un día para conmemorar una causa y no desatender la misma.

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Últimamente, muchas personas en redes sociales se burlan del hecho de que, cada vez parecen ser menos las empresas que apoyan el movimiento LGBTIQ+, y se pronuncian activamente contra cualquiera de ellas o contra instituciones que deciden apoyar la diversidad sexual y de género, aunque sea tímidamente. Estas expresiones son acordes al renovado auge de discursos antidiversidad que se está gestando en muchas partes del mundo. A pesar de que esto pueda parecer desalentador en un principio, es más bien un llamado de atención. No debemos perder de vista que las causas LGBTIQ+ no surgieron de las corporaciones empresariales o de las instituciones socialmente consolidadas. El movimiento tiene sus raíces en los grupos marginados y relegados de la sociedad que resistieron y siguen resistiendo todos los días. Que exigen que sus demandas sean validadas y respetadas, como las de la población en general.

Recuperar el sentido y el significado del Día del Orgullo no quiere decir que se deben dejar de lado los colores, la fiesta y los atuendos vistosos. Quiere decir que se debe recordar con respeto de dónde surgió y, a la vez, definir claramente hacia dónde se quiere llegar. Significa buscar un destino compartido, donde todas las personas puedan ser realmente libres y donde nadie vuelva a tener miedo de mostrarse al mundo tal y como es.

El autor es Investigador del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia Interamericana de Derechos Humanos

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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