Día Mundial del Urbanismo: La celebración de un compromiso colectivo

Opinión
/ 6 noviembre 2024

El próximo viernes, 8 de noviembre, celebraremos en todo el Día Mundial del Urbanismo. Este festejo fue propuesto en 1949 por el ingeniero y urbanista argentino Carlos María della Paolera y ha sido acogida por más de 30 países alrededor del mundo.

En México, la Asociación Mexicana de Urbanistas promovió ante el Congreso de la Unión que en la misma fecha se conmemore el Día del Urbanista Mexicano, lo que derivó en el decreto que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 7 de noviembre de 2016.

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Ambas celebraciones tienen como propósito concientizar sobre la relevancia de la gestión, el diseño y la planeación urbana en el modelado de ciudades justas, inclusivas, sostenibles y resilientes, lo que incide en la calidad de vida de quienes las habitamos.

En este sentido conviene reflexionar sobre la gestión urbana responsable y sostenible. Un crecimiento urbano bien planeado, que considere factores ambientales sociales y económicos de las comunidades, es vital para el futuro de nuestras ciudades.

Para ello necesitamos atender los desafíos urbanos contemporáneos. Con el crecimiento y los impactos generados por las ciudades, tales desafíos se han amplificado y diversificado, tornándose complejos en su comprensión y en su atención efectiva.

Entre estos se encuentran los derivados del cambio climático. El calentamiento global ha provocado cambios bruscos en los ciclos climáticos del planeta, acrecentando la fuerza de sus efectos, lo que precisa diversos niveles de respuesta de las ciudades.

Es decir, el diseño urbano debe ir mucho más allá de la estética urbana. Deberá considerar las soluciones de infraestructura, equipamiento y mobiliario urbano que resulten pertinentes para garantizar la resiliencia de los asentamientos humanos.

En materia de movilidad, la creciente dependencia urbana del automóvil genera distintas problemáticas, como la congestión vial. Al no adoptar alternativas de movilidad urbana, se saturan las vialidades con una capacidad de carga que siempre será insuficiente.

Esto nos lleva directamente a otro problema que es la contaminación atmosférica. La cantidad de vehículos a base de combustibles fósiles generan un cúmulo de emisiones que, sumado a las producidas por otras fuentes, tornan el aire que respiramos en tóxico.

Se suma a lo anterior la cada vez más limitada disponibilidad de recursos naturales para satisfacer las necesidades de la ciudadanía. Tal vez en este sentido el agua es el recurso cuya falta se percibe más sensiblemente en entornos urbanos.

Basta recordar la crisis hídrica que experimentó la ciudad de Monterrey en 2022, cuando las altas temperaturas se sumaron a una capacidad de abastecimiento drásticamente reducida, al presentar un 5 por ciento de su capacidad las presas que la dotan de agua.

Este evento provocó incluso un boom de rentas temporales en los municipios de la Zona Metropolitana de Saltillo, donde había suficiencia hídrica, dado que el abastecimiento depende mayormente de fuentes subterráneas, lo que evita pérdidas por evaporación.

Tocando el tema de las rentas, otra de las problemáticas es la falta de vivienda adecuada. La vivienda en zonas consolidadas y bien comunicadas es cara, inaccesible para el grueso de la población, que sólo encuentra opciones en la periferia de las ciudades.

Al encontrarse en la periferia, la conectividad es limitada y la movilidad compleja. Los costos para desplazarse a otro punto de la ciudad aumentan de manera importante, haciendo que las familias destinen más de una tercera parte del ingreso al transporte.

Asimismo, la suficiencia de espacios públicos, como jardines, parques, plazas y espacios de convivencia es de innegable relevancia, considerando que el espacio público es la extensión por excelencia del espacio privado en que habitamos la ciudad.

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Un espacio público de calidad suple las deficiencias de un hogar con limitaciones de área construida. La ausencia de un jardín particular se suple con un parque bien equipado y arborizado; la falta de una sala de lectura se suple con una biblioteca.

El espacio público, además, debe ser el lugar por excelencia donde la convivencia sea posible. La convivencia hace comunidad, la comunidad hace identidad y la identidad genera la más esencial noción de pertenencia y amor por el lugar que se habita.

Es, pues, un gran compromiso el que asumimos quienes nos dedicamos al urbanismo, en la academia, en el sector productivo y en la ciudadanía organizada. Una ciudad con urbanistas de vocación tiene asegurado un futuro posible.

jruiz@imaginemoscs.org

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