Días de guardar: Recorrido por Morelia y Pátzcuaro

Opinión
/ 20 abril 2025

En la procesión participan 14 imágenes religiosas que son llevadas por 19 cofradías

Por razones de trabajo, mi familia se trasladó a León, Guanajuato, en enero de 2012. El reto de abrir una empresa en el pintoresco pueblo de Romita, antiguo vergel de Guanajuato, era gigantesco y, a su vez, ameno. Se trataba de dar empleo a prácticamente gran parte de su población, incluyendo sus comunidades rurales.

Fueron los tiempos en que los criminales de Michoacán salieron huyendo de ese estado y se refugiaron en el sur de Guanajuato y norte de Jalisco, por lo que la zona se tornaba peligrosa.

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Decidimos, en contra de la opinión de amigos y familiares, viajar a Morelia y Pátzcuaro para vivir los días santos con el atractivo de la Procesión del Silencio de la capital michoacana y retomar aquellas minivacaciones que habíamos tenido recién casados, Issa y yo, que se opacaron con la descompostura del Mustang en Celaya. ¡Haya cosa!

La llegada a Morelia, para hospedarnos en un hotel del centro, como acostumbramos, fue a eso del mediodía del Miércoles Santo; rápidamente nos dirigimos a la calle adyacente a la catedral, donde abundan los puestos de gazpachos. Estos consisten en fruta cortada (piña, jícama, mango, sandía, melón y pepino), a la que se le agrega, en un vaso, vinagre de piña, limón, chile del que pica y del que no, sal y la salsa de preferencia: Valentina, Búfalo o San Luis... y para adentro y sin gestos.

Hicimos el obligado paseo en tranvía, que te lleva al acueducto, la iglesia de San Francisco, la alameda y remata en una fábrica de dulces. De ahí, la caminata hacia la Plaza de Armas de nuevo.

Llegada la hora de la comida la opción fue la sopa tarasca (de frijol y queso de rancho), cecina y un par de corundas de pollo, del que casi no aparecía, bañadas en crema y salsa. El postre lo reservamos para los dulces, que venden en un paseo comercial a un par de cuadras de la plaza, de leche o cocadas.

El Viernes Santo, antes del desfile, visitamos el templo de Santa Catalina de Siena, o Templo de las Monjas, espectacular y el único día en que se venden los exvotos y unos panes especiales.

La Procesión del Silencio inició por aquello de las 6:00 de la tarde. La gente se colocaba sobre las banquetas de la calle Madero, desde el acueducto a la catedral. Los espacios, reducidos, estaban tapizados de creyentes que permanecían de pie a la espera.

Yo me senté en la banqueta sin saber lo difícil que sería incorporarme tras dos horas de desfile, pero quién me manda.

Al toque de tambores de sonido grave, a paso lento avanzaba el cortejo que cargaba al primer cristo, una figura impresionante, ya que se trataba de la imagen casi descuartizada del tormento a latigazos sufrido. Los cargadores, descalzos y ataviados de túnicas blancas o negras, según el caso, hieráticos soportaban el peso de la escultura en su camino a la catedral.

Según supe después, por parte de un sacerdote, en la procesión participan 14 imágenes religiosas. Estas esculturas son llevadas por las 19 cofradías que están presentes en el evento.

Una de las imágenes más destacadas es la del Señor de la Columna, que data del siglo 16, esta última, me imagino, es la más pesada.

En un instante volteé a ver a Issa y percibí su emoción y devoción ante la Pasión de Cristo escenificada por aquellas impactantes imágenes y la reflexión de León Magno: “Cristo padeció por nosotros, no para inspirarnos lástima, sino para redimirnos. La cruz es el trono de la victoria donde la muerte fue vencida y el pecado destruido”.

Terminada la procesión nos encaminamos a la catedral y, al siguiente día, proseguimos en Sábado de Gloria a Pátzcuaro, donde disfrutamos de la feria de artesanías de la plaza Tata Vasco y las delicias que sirven en el restaurante “La Surtidora”, que a la fecha no acepta más que pagos en efectivo.

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La Semana Mayor y sus días de guardar nos invitaron a la reflexión y al rezo del rosario tan necesario en los tiempos violentos que vivimos y que parecen no tener fin.

El sacrificio del Redentor y Cordero Pascual no tendrá cabida en un corazón impuro y alejado de humildad, necesaria para reconocer al Salvador del universo. Pero la lucha sí que continúa y la muerte siempre termina por ser vencida.

Una Semana Santa plena de bendición para usted y su familia, y la vivencia de que hay esperanza en que las cosas sigan avante y triunfe la vida, siempre.

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