Está de moda hablar del Ojo de Agua, uno de nuestros barrios llenos de historia y de fe. Hace unos días, el gobernador Manolo Jiménez recibió de manos del secretario de Turismo del Gobierno de México, Miguel Torruco, la denominación oficial aplicada a esa localidad saltillense y develaron la placa de “Barrio Mágico de México”, el primero en Coahuila. A ese propósito, es bueno hablar de ciertos personajes del lugar, cuya memoria no debe perderse, porque con su presencia, sus oficios, sus acciones y devociones contribuyeron a darle carácter e identidad al barrio del Ojo de Agua.
El Ojo de Agua es un lugar imprescindible en la historia de la ciudad, tan importante que, según cuenta la leyenda popular, no la verdadera historia, ahí tuvo lugar la fundación de la antigua Villa de Santiago del Saltillo en 1577. Además, el ojo de agua, un salto pequeño de agua que hoy todavía brota en el lugar, le dio al nombre de la villa su palabra más importante: Saltillo, y también le puso nombre al barrio, de modo que ese famoso salto de agua que brota a un lado de la parroquia del Santo Cristo del Ojo de Agua, simboliza la génesis, el principio, la raíz. Investigaciones históricas posteriores señalan como verdadero lugar de la fundación de la villa a la plaza de Armas, en cuyo centro Alberto del Canto clavó la cruz y procedió luego a señalar el espacio para las casas de gobierno y frente a ellas la parroquia, y para cerrar el cuadro, señaló a los lados sitios para viviendas y casas de comercios; en seguida procedió a repartir solares para viviendas y huertas a cada uno de los españoles que le acompañaban.
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El barrio del Ojo de Agua tiene una larga historia y Cecilia Rodríguez Melo tiene en ella un lugar importante porque pasó una buena parte de su vida en el barrio mismo y en su vecindad, donde enseñó y formó a los hijos de las familias residentes. Fue una auténtica educadora, de gratísimo recuerdo. Durante muchos años educó en las primeras letras a muchas generaciones de saltillenses en el Colegio Zaragoza, donde junto a Magdalena Garza y la maestra Petrita formó un grupo de mentoras que hicieron historia en el CIZ, guiadas por los Hermanos Lasallistas. Pasó después al Jardín de Niños Apolonio M. Avilés y de allí se fue como directora a varios jardines de niños, entre ellos, el Alberto del Canto, entonces recién fundado en el antiguo barrio del Ojo de Agua. De carácter alegre y simpático, Cecilia contaba muy sabrosas anécdotas de ese tiempo. Decía que Salvador González Lobo había sugerido para el jardín de niños el nombre del fundador de Saltillo, Alberto del Canto, y que el contrato de luz se registró así: “J. de N. Alberto del Canto, Hidalgo sur 524”.
Un día, Cecilia recibió una llamada de un periodista conocido, quien le dijo que había oído en la radio que el jardín de niños se había sacado un premio en el programa “Hecho con amor”, de la Compañía Herdez. Días después llegó a la escuela un camión a entregar el premio, consistente en diez cajas de latería. La directora salió a recibirlo, y con los papeles en la mano el machetero le preguntó: ¿El señor Alberto del Canto? No, respondió ella, ya murió. ¿Y de qué murió el señor?, inquirió el hombre. De la conquista, contestó Cecilia. ¡Ah, bueno!, dijo el cargador, y concluyó: al final, de eso nos vamos todos, y le entregó las cajas. Cecilia las recibió e hizo una gran fiesta en la que repartió las latas Herdez a las madres de familia del jardín de niños.
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Uno de los vecinos principales, “Pancho la Gallina”, patriarca del barrio, le enseñó a tocar y bailar la tradicional danza de matachines y ella la enseñó a otras maestras y formó varios grupos escolares de matachines, de modo que los niños pudieron conocer y hacer suya esa tradición saltillense cultivada con pasión por los habitantes del Ojo de Agua.
Cecilia ponía toda su simpatía y buen humor para contar que cuando introdujeron el drenaje al barrio, aquel patriarca y su esposa, Jesusita, la invitaron a un desayuno en su casa y ya estando en la mesa, don Pancho “la Gallina”, le dijo: “Por favor profesora, primero pase al baño pa’que lo inaugure”. En su recuerdo, una escuela de la SEDU lleva el nombre de Cecilia Rodríguez Melo.