Los resultados de las elecciones para gobernadora en el Estado de México redefinen las estrategias para las elecciones presidenciales en 2024. Claudia Sheinbaum, a quien el presidente Andrés Manuel López Obrador encargó la coordinación general de Morena para este domingo, entrega buenos resultados con la aplastante victoria de Delfina Gómez. El triunfo, a la vez, coloca en un dilema a la alianza Va por México, donde el PAN tendrá que evaluar si mantiene la liga con el PRI o si toma el resultado de ayer para quitarse el lastre de una marca que huele a podrido, como lo vio su candidata Alejandra del Moral en sus recorridos por el estado.
No es una decisión fácil para el PAN romper con el PRI, ante la amenaza del líder de ese partido, Alejandro Moreno, que si se cancela el acuerdo electoral que tiene como horizonte 2024, saltarán los priistas al bando de Morena, no de manera formal, pero jugando con candidatos a modo negociados con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, para garantizar no sólo la victoria en la elección presidencial, sino que pueda alcanzar Morena la mayoría calificada en el Congreso, como lo desea López Obrador. El objetivo de Moreno sería mantener el control del partido y las prerrogativas, sin importar el tamaño al que quedaría reducido el PRI.
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No obstante, Moreno tiene una justificación real frente a las venideras críticas sobre el pobre rendimiento del PRI en el Estado de México, porque la designación y la campaña de Del Moral no estuvo en sus manos, sino en las del gobernador Alfredo del Mazo, cuya ausencia pública en el proceso correspondió a lo que sucedió tras bambalinas, como haber incumplido acuerdos, como los recursos para completar la representación priista en todos las casillas electorales, que fue el último de los problemas que enfrentó el equipo de la candidata perdedora en los últimos días.
Del Mazo impuso a Del Moral, que era su secretaria de Desarrollo Social, por encima de la candidata de Moreno, la diputada Ana Lilia Herrera. Colocó a Roberto Trad como el estratega de campaña, que resulto un fiasco, con una selección de spots tan desafortunados como uno donde aparece un priista y un panista peleándose, para después conciliar y presumir la alianza. Además le puso a su secretario de Gobierno, Alejandro Ozuna, como coordinador de campaña, lo que fue tóxico.
Ozuna fue un problema continuo y chocó permanentemente con Eric Sevilla, el presidente del PRI mexiquense, lo que generó un ruido que no pudieron acallar dentro de la campaña y evitó, al final, que los dos millones de votos que decía el equipo de Del Moral que tenían asegurados para salir a votar este domingo −por lo cual confiaban en ganar la elección−, no se concretaron en las urnas. Para mediar, el PRI metió como interlocutor de ambos al exgobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, pero el daño estaba hecho. Sevilla tampoco entregó buenos resultados, y las alianzas con diferentes grupos de interés y líderes políticos en el estado tampoco se materializaron como esperaban.
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El PRI no compitió unido. A las diferencias entre Del Mazo y Moreno, se sumaron errores de Del Moral, algunos tácticos, como dedicar varios fines de semana a encerrarse en su casa a jugar con sus hijos en lugar de trabajar la tierra en los prolegómenos de la campaña, y otros estratégicos, como haber asegurado ante varios testigos que, una vez que ganara la elección, iba a aplastar al presidente del PRI y convertirse ella en la nueva líder del partido. No aprendió del pasado, ni nadie se lo recordó. En 2018, cuando el candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya, dijo que de llegar a Los Pinos metería a la cárcel al presidente Enrique Peña Nieto, la campaña de José Antonio Meade se dedicó a atacar al panista y dejó el camino libre para López Obrador, que ayudó a la debacle de ambos.
La candidatura de Del Moral fue exigida por Del Mazo a jalones con el PAN, donde su líder Marko Cortés, en aras de la coalición con el PRI, tuvo que negociar con la figura azul en el Estado de México, Enrique Vargas, actual líder de su bancada en el Congreso local y exalcalde de Huixquilucan, a quien a cambio de dejar de pujar por la candidatura le ofrecieron una senaduría para él, dos posiciones más en el Senado y alrededor de 18 en la Cámara de Diputados federal y en el Congreso local. El compromiso se mantendrá a menos de que la votación en Huixquilucan, su tierra y responsabilidad, no haya estado en los niveles acordados, lo que se verá a finales de semana con el cómputo final de los votos.
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Los detalles de los conflictos internos del PRI poco importan a la ciudadanía. La esperanza de vulnerar el blindaje de López Obrador se apagó, sumado a la incapacidad de la alianza a tener una candidatura creíble que apele a los votantes el próximo año. Su derrota es monumental.
De acuerdo con las encuestas de salida, la victoria de Gómez es de dos dígitos. La encuesta de salida de El Financiero le da una ventaja de 18 a 19 puntos sobre Del Moral, mientras que las dos encuestas de salida contratadas por Morena, Parametría y Enkoll, le dan entre 17 y 18. Los resultados preliminares fueron saliendo durante la madrugada, y los definitivos no se conocerán hasta finales de la semana, una vez que termine el cómputo oficial. Las dos candidatas se declararon ganadoras, pero parece más una estrategia de la Alianza Va por México que un reconocimiento de la derrota.
No conquistaron la gubernatura, a decir de todas las encuestas de empresas acreditadas, pero ganaron tiempo. Lo necesitan. El PRI para asimilar que perdió por primera vez la gubernatura que tenían desde 1929, y el PAN para decidir si le hacen frente al chantaje de Moreno y se quitan ese lastre que, como se sabía desde hace mucho tiempo, sólo lo hunde y no lo beneficia.
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