¡El acto de servir!

Opinión
/ 6 febrero 2024

bEn innumerables ocasiones nos sentimos mal, llegando incluso a llevar nuestra autoestima al sótano de la vida y experimentando lo peor: lástima por uno mismo. Nadie de nosotros está exento de estas circunstancias.

¿Qué hacer ante estas realidades cotidianas? La respuesta no es simple, pero creo que posiblemente requiere un poco de humildad y humanidad. Cuando nos encontramos en esos momentos terribles, sintiendo lástima por nosotros mismos, propongo hacer algo por una persona que esté en circunstancias menos afortunadas.

De esta manera, posiblemente podamos conectar con lo divino, con nuestra esencia, con nuestra razón de ser, y entonces saborear lo hermoso del significado de la vida.

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Podríamos enfocarnos en servir a los demás, ya sea a través de acciones altruistas, el trabajo voluntario, o simplemente brindando apoyo y ayuda a quienes lo necesitan.

Al desarrollar actos de servicio, se puede experimentar una sensación de conexión con los demás, una satisfacción intrínseca derivada de contribuir positivamente al mundo y un renovado sentido de propósito y significado en la vida.

DIFERENTES GÉNEROS

Martín Descalzo, en uno de sus escritos, comenta que para Alberto Magno existen tres géneros de plenitudes: “la plenitud del vaso, que retiene y no da; la del canal, que da y no retiene, y la de la fuente, que crea, retiene y da” y luego agrega: efectivamente, yo he conocido muchos hombres-vaso. Son gentes que se dedican a almacenar virtudes o ciencia, que lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuanto puede saberse, pero creen terminada su tarea cuando han concluido su almacenamiento: no reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Retienen, pero no dan. Son magníficos, pero magníficamente estériles. Son simples servidores de su egoísmo.

También –continúa el autor- he conocido hombres-canal: es la gente que se desgasta en palabras, que se pasa la vida haciendo y haciendo cosas, que nunca rumia lo que sabe, que cuanto le entra de vital por los oídos se le va por la boca sin dejar pozo adentro.

Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa, creen estar sirviendo a los demás, pero su servicio es, a veces, un modo de calmar sus picores del alma. Hombre-canal son muchos periodistas, algunos apóstoles, sacerdotes o seglares.

Dan y no retienen. Y, después de dar, se sienten vacíos. Qué difícil, en cambio, encontrar hombres-fuente, personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma, que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia, porque recrean todo lo que viven y reparten todo cuanto han recreado. Dan sin vaciarse, riegan sin decrecer, ofrecen su agua sin quedarse secos”.

DECISIÓN

Buena propuesta la de Alberto Magno: fortalecer la autoestima aprendiendo a desarrollarnos como personas-fuente, es un camino seguro para superar el egoísmo y crecer como individuos.

Esta decisión implica mostrar misericordia, requiere humildemente poner nuestros talentos al servicio de los demás, especialmente hacia aquellos que enfrentan desigualdades extremas, que no viven, sino que simplemente sobreviven; hacia los débiles e indefensos, los llamados descartados, los invisibles.

SUSTANCIA

La sustancia del alma se manifiesta a través del servicio encarnado, proporcionado por el corazón ardiente y las manos fecundas de todo ser humano.

Pero ¿qué significa servir? Gabriela Mistral, como nadie más, nos lleva al corazón humano donde reside el origen del acto de servir:

“Toda la naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el aire, sirve el surco. Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú. Sé el que apartó la estorbosa piedra del camino; sé el que apartó el odio de entre los corazones y las dificultades del problema.

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“Existe la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir. ¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que acometer!

“Que no te llamen solamente los trabajos fáciles. ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan! Pero no caigas en el error de que sólo se hacen méritos con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

“Aquél es el que critica, éste es el que destruye, sé tú el que sirve. El servir no es faena de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamársele así: El que sirve. Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿serviste hoy? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?”

Indudablemente, el servicio es sacrificio. Jamás gratuito para quien lo ejerce pues significa una deuda moral. No es intención. Es compromiso y acción. Se sufre. Se vive. Se encarna.

VOLUNTAD

Insisto en que el servicio es generosidad encarnada, a veces incluso sufrida. Surge del reconocimiento de la vergüenza que experimentamos cuando no actuamos como personas solidarias, al pasar por alto la plenitud evidente del amor humano.

Practicar esta generosidad requiere voluntad y desprendimiento vivencial. El deseo de servir es completamente opcional; es un acto sublime de libertad que implica asumir la responsabilidad moral que todos los seres humanos tenemos hacia los demás.

Todo acto de servicio ha de ser asumido con paciencia y dedicación, con el dominio de uno mismo, sabiendo que es el tiempo el que siempre descubre las buenas intenciones... Y también las malas. Un servicio humano contiene un fuerte grado de afabilidad -cordialidad- para prestar interés y atención a la persona que se atiende.

Servir implica respeto, cuidado y esmero; dar importancia a la dignidad de la otra persona, comprender las necesidades del asistido; lo que incluye una alta dosis de indulgencia: Obviar el rencor cuando la persona atendida ha sido ingrata: por no saber decir gracias, por ignorar cómo corresponder.

JUSTICIA

“La superioridad real del hombre no estriba en la tarea que le ha sido confiada, sino en el modo de cumplirla. Además, no hay ni uno solo de nuestros semejantes que no posea o una virtud o un talento que nos falte a nosotros o que, por lo menos, no tenemos en el mismo grado. No te estimes por mejor que otros, si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros. No te daña si te pusieres debajo de todos: mas es muy dañoso si te antepones a uno solo.

“La humildad es, en realidad, un acto de justicia: busca y ensalza el bien allí donde se encuentra. Por ella llegamos a un sentimiento más verdadero de la dignidad humana y el respeto que profesamos a los demás nos introduce de lleno a la caridad”.

La propuesta de Chevrot podría sonar extraña, pero resucita la esencia misma del servicio, de esa fraternidad que hoy, más que nunca, clama: “no hay ninguna persona a quien no estemos obligados a servir, aunque fuese el menor y más indigno”.

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PARADOJA

Inclusive, para que se tenga claro, el auténtico liderazgo encierra una inconmensurable paradoja: quien quiera ser el primero debe estar dispuesto a ser el último, el “que quiera ser el primero debe antes ser servidor. Que el que quiera mandar tiene primero que servir”.

Este concepto se encuentra profusamente ignorado; tal vez porque no entendemos que “el servir no es faena de seres inferiores”. O quizás, porque no hemos descubierto el origen de la superioridad real del ser humano.

Los jóvenes pueden llegar a ser genuinos líderes si son “personas fuente”, si sirven con placer; si empiezan a servir en la intimidad de sus propios hogares; si tienden sus camas, si optan por la esperanza, la alegría y el amor en todo aquello que decidan emprender.

Somos personas nómadas. Nuestro ser es un eterno peregrino; pero, de tiempo en tiempo, circunstancialmente lo atrapamos cuando actuamos humanamente, con misericordia; nos aferramos a nuestro ser, precisamente, en esos imperceptibles instantes que atendemos y servimos con humildad a un igual, a un semejante... Cuando nos transformamos en “personas fuente” mediante el acto de servir. Somos dueños únicamente de aquello que podemos compartir, desgraciadamente, esta realidad, suele descubrirse tardíamente: cuando comprendemos que solo se vive una sola vez... Cuando la nostalgia y la alegría de lo ido se hace presente.

cgutierrez@tec.mx

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Tec de Monterrey Campus Saltillo

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