El capitalismo espacial
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“El maestro luchando también está enseñando”.
En las pasadas semanas, en diversos medios de comunicación a nivel mundial y en redes sociales, circuló la noticia de que los multimillonarios más poderosos de la actualidad: Jeff Bezos, de Amazon y Blue Origin, y Elon Musk, de Tesla y SpaceX, disputan una carrera en la conquista del espacio exterior y la colonización del satélite natural de la tierra: la Luna. A esta carrera se suma The Gateway Foundation con la creación de un “hotel espacial de lujo” que llevará por nombre Voyager Station y podrá albergar, para 2027, a más de 200 huéspedes en su primera etapa y posteriormente buscará tener una concurrencia de 440 personas en total. La fundación está integrada por un equipo multidisciplinario que incluye pilotos de aviación, ingenieros y arquitectos, y nació con “el objetivo” de desarrollar una industria
de construcción espacial
competitiva.
El crucero espacial −Voyager Station−, como lo describen los expertos en arquitectura espacial, orbitará la estratosfera terrestre dando la vuelta al planeta en tan sólo 90 minutos y será posible gracias a la compañía Orbital Assembly Corporation que empezará a construirla en 2026.
No obstante, el proyecto más ambicioso es “Blue Moon”, de Jeff Bezos. El multimillonario pretende construir un módulo de aterrizaje lunar gigante que ayudaría a su firma aeroespacial Blue Origin a colonizar el espacio exterior con el objetivo de establecer lo que la empresa bautizó como una “presencia humana sostenida en la Luna”.
La carrera por conquistar el espacio exterior pareciera el guion de una película distópica donde se culpa a la humanidad y a la clase trabajadora (y no al gran capital) de la sobreexplotación de los recursos naturales −cualquier parecido a la realidad, es mera coincidencia− y de la peor catástrofe ambiental y civilizatoria de la tierra. En esta película, una proporción minorista de la humanidad migra al espacio exterior para civilizar el sistema solar o colonizar la luna para un nuevo comienzo de aquellas y aquellos privilegiados que pudieron huir, dejando atrás el recuerdo de la vida en el planeta tierra, como olvidar a las y los que se quedaron. Muy similar a la popular película animada de Disney, “Wall-E”, donde los pocos seres humanos que huyeron de la tierra por los niveles extremos de contaminación que imposibilitaron la vida en el planeta tierra, habitaban en una nave espacial similar al Voyager Station que pretende operar en la estratosfera en 2027.
En “Wall-E”, subyace una crítica a los niveles de contaminación actuales del planeta tierra, y se da a entender que la humanidad provocó el desastre ambiental y no el gran capital. Sin embargo, Disney no puede profundizar su crítica y llevar a la reflexión debido a que es parte del gran capital que históricamente ha provocado una gran cantidad de contaminación en el mundo.
Ha pasado más de medio siglo desde que supuestamente la bota americana pisó la luna, cuando la Guerra Fría estaba en pleno apogeo. En esa época, la Unión Soviética (URSS) ya tenía acumulada experiencia en el terreno de los viajes extraterrestres. La conquista interplanetaria y del sistema solar, desde entonces, conforman una disputa que existe entre las agencias espaciales gubernamentales de los países desarrollados y las empresas privadas aeroespaciales, pretendiendo dominarla. En la actualidad se ha vuelto un tema de creciente relevancia y con bastante seriedad para los nuevos actores, como es el caso de Jeff Bezos, quien por fin ha dado un golpe de timón en la lucha de la dominación, explotación y colonización del sistema solar.
La carrera por conquistar el espacio exterior es un planteamiento que transita hacia una nueva fase del modo de producción capitalista −no sólo económico, sino en todo los ámbitos públicos y privados−, de organización del capital y nuevas lógicas de acumulación de las fuerzas productivas. El capital rebasó los límites mundiales para tocar los márgenes del universo y las prácticas convencionales imperialistas de colonizar otros países militarmente, tecnológicamente, políticamente y económicamente dan lugar a un nuevo imperialismo espacial −si es que se le puede denominar así− para colonizar y extraer los recursos naturales y civilizar la atmósfera y el sistema solar. Con esto, el capitalismo ha iniciado una nueva fase
de acumulación; ha comenzado su etapa temprana de transitar de lo mundial y globalizado, a lo espacial e interplanetario.
Retiro lo del guion de película de ciencia ficción porque la realidad contemporánea lo supera enormemente.
Es irónico que en medio de una de las peores pandemias que ha enfrentado la humanidad, dejando millones de fallecidos y miles de personas en situación de vulnerabilidad, los más poderosos multimillonarios tengan tan ambiciosos proyectos para la dominación, explotación y colonización del espacio exterior. La pandemia puso en escena los fenómenos estructurales más terribles del modo de producción capitalista que por un largo tiempo estuvieron invisibles: la pobreza, el acceso a la salud y el problema ambiental. En la era de la nueva normalidad que presenciamos actualmente, la economía se encarrila a un nuevo régimen de acumulación y de organización del capital y las fuerzas productivas, en donde se busca resolver los problemas que la pandemia exhibió y en este nuevo reacomodo de la economía se ubica la dominación del espacio exterior.
Todo esto en un mundo en el cual existen mil 400 millones de seres humanos en situaciones de pobreza extrema y 900 millones sufren hambre, según información de la conferencia internacional Oxfam. Un mundo que paga las consecuencias de la época dorada del capitalismo durante el siglo 20 y el posterior régimen de acumulación en el siglo actual –neoliberalismo– que han afectado terriblemente la viabilidad de la vida en la tierra provocada por la sobreexplotación de los recursos naturales renovables y no renovables, como la desmesurada explotación de la clase trabajadora mundial en los países subdesarrollados por parte del gran capital.
Otro estudio de Oxfam acerca de la contaminación del medio ambiente, específicamente del aire, menciona que “el 10 por ciento de la población global más rica emite el 50 por ciento de las emisiones de carbono ligadas al consumo, mientras que el 50 por ciento más pobre sólo emite el 10 por ciento”.
Pareciera que la clase empresarial y sus representantes políticos han desistido de enfrentar y resolver las problemáticas estructurales que ha ocasionado el modo de producción capitalista, que a ellas y ellos ha beneficiado históricamente, y han buscado una alternativa para continuar su acumulación de capital, la obtención de ganancia y su dominio imperialista fuera de las dimensiones del planeta tierra. Pareciera que buscan un nuevo comienzo abandonando a millones de seres humanos en situación de pobreza que no cuentan con los mismos beneficios sociales, políticos, económicos e históricos para migrar al sistema solar de acuerdo a su ambiciosa pretensión, y que sólo esperamos la llegada del fin del mundo o intentar ser la fuerza social y política que intente derribar el capitalismo y buscar la inminente lucha por la destrucción de las clases sociales para conquistar un modo de producción social, equitativo y justo. Intentar ser la fuerza social que enfrente y resuelva las problemáticas estructurales más horrendas que ha desatado el capitalismo. La decisión es nuestra, ¿lo lograremos?
@AntoniolCastroV
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