El largo camino para terminar una obra
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En la semana que termina, llamó la atención la noticia de que el Metrobús Laguna arrancaría su operación el 1 de octubre de este año. Las declaraciones las dio Alfonso Tafoya, director del Organismo Regulador de Transporte Masivo en Coahuila.
Según dijo, se acordó con el Gobierno Federal la fecha para así dar por cumplido el compromiso 166 del... expresidente Enrique Peña Nieto.
La obra, sobra decir, ha sido eterna. Aunque el “arranque oficial” inició un 16 de noviembre de 2016 en la administración de Rubén Moreira, la implementación del proyecto BRT Corredor Troncal de La Laguna tiene sus antecedentes en el año 2014. El proyecto tenía como objetivo, entre otros, la reducción del tiempo promedio de viaje de las personas que utilizan el Corredor o alguna de las rutas reestructuradas.
El contexto era que el crecimiento urbano de la Zona Metropolitana de la Laguna se había dado –se sigue dando– de forma extensiva hacia las zonas periféricas. Este crecimiento hacia la periferia implica una mayor dispersión de la población y centralidad de las actividades comerciales, industriales y de servicios, además de mayores desplazamientos y la creciente necesidad de mayor dotación de infraestructura y de prestación de servicios; entre los que se encuentra el transporte de personas.
Se definieron rutas, costos, número de unidades. Todo era felicidad. Ahora que se dio el anuncio, uno más, de que el proyecto estaría listo, uno se pregunta por qué toma tanto camino terminar una obra. La pandemia, dicho sea de paso, no puede ser excusa porque debió haberse concluido antes.
Ante el anuncio de la fecha, que por cierto no la dio ni el alcalde ni el gobernador ni nadie del Gobierno Federal, una situación por demás extraña cuando lo que buscan normalmente es colgarse encabezados en los medios, se aclara que se está estudiando la tarifa con los concesionarios. Es decir, el modelo de negocio, el mismo al que los empresarios del transporte han estado renuentes porque, dicen, será un mal negocio.
Cuando se está por arrancar en ocho meses, si es que se cumple, no se cuenta todavía con un modelo de negocios que garantice un proyecto rentable para los concesionarios y ciudadanos. Además, quizá el principal tema es la renuencia de los empresarios del transporte.
Hace un año, la tarifa se había fijado en 40 pesos para que el proyecto fuera rentable. Difícilmente ese dinero lo pagará la ciudadanía. El Gobierno estatal ha dicho que no subsidiará el transporte. Sorprende entonces que se haya dado un anuncio de fecha cuando siguen las negociaciones.
El proyecto, se sabe, ha provocado un desencanto y hartazgo de la ciudadanía. Pero también lo han provocado otras como el Hospital Materno Infantil en Saltillo que sigue sin entrar en operaciones, o el Centro de Justicia y Empoderamiento de las Mujeres en Piedras Negras. Todos, con años de retraso.
Hace dos años, por ejemplo, el Gobierno del Estado anunció las obras de Distribuidor Vial de Cuatro Caminos y el desnivel vehicular de Villa Florida en Torreón. Es fecha que los trabajos no arrancan. Los trabajos, que supuestamente serán el “legado” del gobernador para Torreón, siguen sin comenzar a menos de dos años de que termine la administración estatal. A menos que rompan récords y se terminen las obras en menos de lo que suelen concluirse y ponerse en operación, desde ya, esas obras se proyectan que serán herencia para la siguiente administración.
AL TIRO
¿Por qué tardan tanto los proyectos y obras en concluirse y entrar en operaciones? Cierto que no es algo exclusivo de Coahuila. Pareciera algo inherente a los gobiernos mexicanos.
El Metrobús es ejemplo de un proyecto que nació viciado. Podrá funcionar, y ojalá que así sea. Pero eso no quita que haya sido un ejemplo de la mala planificación y la ausencia de consultas profundas. Como casi todas las obras.
Y mientras se dan anuncios y se fijan fechas, quizá inalcanzables, siguen sin auditarse las obras terminadas y, sobre todo, el deslinde de responsabilidades de quienes debieron terminar un proyecto hace años.