El paquete contra la inflación y la carestía:
qué esperar
COMPARTIR
TEMAS
El pasado miércoles, el Presidente de la república anunció el PCIC (paquete contra la inflación y la carestía) con la finalidad de controlar la inflación principalmente en los alimentos de la canasta básica. Estos como referencia aumentaron 12.6 por ciento en el primer trimestre del año, por lo que de mantenerse la tendencia, el incremento total para diciembre podría llegar al 50 por ciento, un aumento terrible para los que menos tienen, ya que como proporción de su ingreso los alimentos pueden llegar a ser hasta un 60 por ciento.
El paquete busca “controlar” los precios de 24 productos de la canasta básica. Hay que hacer notar que más que un control, es un mecanismo pactado con algunas empresas que se han comprometido a no subir los precios en los siguientes seis meses. Sin embargo, esos productos no conforman ni el 50 por ciento del total de productos de la canasta básica, y deja fuera los elementos más importantes en cuanto a su contribución inflacionaria como el alquiler de vivienda, el transporte y colegiaturas.
Como parte medular de esta estrategia, se tienen cuatro factores básicos; a) la oferta irrestricta de fertilizantes a los campesinos para aumentar la producción de alimentos, principalmente granos, b) creación y aumento de una reserva estratégica de maíz cuyo factor tiene dos subcomponentes, precios de garantía y seguridad en carreteras para bajar los precios de los seguros de los transportistas, c) no aumentos a las tarifas ferroviarias en lo que resta del año y d) la reducción de los tiempos de despacho aduanal. La propuesta es muy buena desde una perspectiva conceptual e intencional, se aplaude, pero como muchas cosas en economía hay que analizarla, aunque sea someramente.
El objetivo del PCIC es contener la inflación, aunque se diga por parte del presidente y de los medios que es reducirla. Una estrategia de este tipo permite a los agentes económicos asegurar el abasto y disponibilidad de recursos y que los precios se van a mantener igual, pero sólo de los anunciados (que van desde pan blanco de caja hasta atún en lata, pasando por frijol, arroz y tortillas). Viendo la lista detenidamente, hay básicamente alimentos procesados y en fresco que consumen los estratos sociales de menor ingreso. No hay productos que consumen las clases medias como queso, carnes frías, café en grano, carne, por citar unos ejemplos. De esta forma, el mecanismo de protección a los más pobres es excelente, pero no reduce los precios, ni en corto ni en el largo plazo, los contiene nada más, pero todo lo demás sigue subiendo. Ya el Banco de México esta misma semana comunicó sus expectativas inflacionarias para el cierre del año: 6.1 por ciento. Con este resultado se puede ver que en el mejor de los casos la fluctuación de precios será permanente en 2022.
Sin embargo, cada uno de los factores mencionados en el PCIC tiene problemas que deben mencionarse antes de echar las campanas al vuelo como un “paquete exitoso”. Para empezar, garantizar fertilizantes a los campesinos es más fácil decirlo que hacerlo. México importa el 60 por ciento de los fertilizantes que utiliza, y el precio de esta materia prima en promedio ha subido de enero de 2021 a la fecha un 120 por ciento. China es el principal productor mundial y con el cierre del puerto de Shanghái y de ciudades completas en aquel país, se mantendrá una baja oferta de fertilizantes y sus componentes como ésteres, amoniaco y urea. No tiene muchas probabilidades de éxito esta parte del paquete por el momento, a menos que las condiciones sanitarias chinas mejoren drásticamente.
La creación de la reserva estratégica de maíz, parece más susceptible de capitalizarse, pese a que se depende parcialmente de condiciones climáticas y de las importaciones norteamericanas. Como referencia, somos el mayor importador de maíz del mundo, por lo que pensar en un precio de garantía es adecuado por las fluctuaciones en el tipo de cambio y ayuda a garantizar rentabilidad para los pocos productores que quedan de este producto en el país. El problema del maíz es el de todo el sector primario en México, los jóvenes no ven el campo como una opción de trabajo y está abandonado por la falta de inversiones e incentivos para su renovación por lo que en el largo plazo estaremos siempre en la misma situación, dependientes de producción internacional para que podamos consumir tortilla.
En el tema ferroviario, se dijo que no habrá aumentos en lo que resta del año, buena noticia, aunque sólo contribuye marginalmente pues sólo los granos se mueven por este medio en grandes cantidades. Aunque es poco, todo suma en este momento de escasez y precios altos. Tampoco puede sostenerse por largo plazo pues los trenes mexicanos se impulsan por el diésel y éste tiene también precios elevados, aunque subsidiados ahora por los incentivos gubernamentales. Terminando el año habrá que ver en qué condiciones terminan las finanzas públicas para ver si aguantan otro año de subsidios masivos a los combustibles.
En el caso de la reducción de tiempos en los despachos aduanales, eso tendría que ser siempre. Aquí sí, el gobierno tiene todo el poder y control para que esta estrategia sí se lleve a cabo sin una dependencia externa. La única pregunta es de dónde saldrá el presupuesto para incrementar el personal necesario, pues es más que obvio que se necesitará para cubrir más puntos de inspección.
En conclusión, el paquete tiene cosas buenas y cosas dudosas de cumplir por la situación mundial que enfrentamos. La globalización vino a enseñarnos que el problema de un país puede convertirse inmediatamente en el problema de muchos. Como propuesta política y teórica, donde unas cuantas empresas importantes que han ganado reflectores, está excelente el PCIC. Como una verdadera estrategia de cambio económico, hay muchas dudas, aunque la intención y la orientación habrá que aplaudirlas. Ya se dio cuenta el Presidente que sí se necesitan a los economistas.