El Plan México y sus metas ambiciosas; la política industrial enfrenta grandes desafíos
Los gobiernos de la Cuarta Transformación se han propuesto construir el Estado de bienestar... tarea nada sencilla
Después de la crisis mundial de 1929 y de dos guerras mundiales, la estrategia económica global fue el proteccionismo que impulsó la reconstrucción posterior al conflicto y crecimiento de países subdesarrolladas, lo que, en general, tuvo resultados en industrialización y actividades agropecuarias, con resultados relativamente positivos.
En ese sentido, el “milagro mexicano”, con promedio de 6% en PIB en las décadas de los años cincuenta y sesenta; en todo caso, con economía mixta en los años setenta, en Latinoamérica la sustitución de importaciones se alargó y la apertura a excedentes de capital trasnacional se retrasó una década, no así en países asiáticos que orientaron la competitividad de su economía hacia las exportaciones.
Posterior a 36 años de neoliberalismo en México (1982-2018), con repliegue del Estado en la economía y desmantelamiento de empresas paraestatales -con corrupción comprobada, los gobiernos de la Cuarta Transformación se han propuesto construir el Estado de bienestar, pero con sus particularidades y actualizaciones de acuerdo a contextos global y local, tarea nada sencilla en la transición al mundo multipolar, con distorsiones comerciales, guerras y populismos de derecha extrema.
TE PUEDE INTERESAR: Austeridad republicana y demanda agregada
El Estado mexicano sólo opera empresas estratégicas para el crecimiento y desarrollo, en actividades energéticas, de comunicaciones y transportes (Pemex, CFE, trenes de carga y de pasajeros, aeropuertos y canales públicos de televisión y redes), algunas con participación privada. La actual no es economía mixta.
Con el Plan México, el gobierno federal se propone lograr cinco objetivos: empleo calificado bien remunerado y emprendimiento; comercio justo y recíproco a través de tratados de libre comercio; inversiones en infraestructura y disponibilidad de materias primas, para fortalecer cadenas de valor; programas de capacitación y especialización para jóvenes; sustentabilidad para preservar el medio ambiente.
Lo anterior con las siguientes metas ambiciosas: ocupar décimo lugar de mayores economías del mundo (actualmente es doceava); inversión pública y privada de 30% del PIB en 2030; creación de 100 parques industriales en 12 polos de desarrollo, en regiones de acuerdo a disponibilidad de recursos naturales.
Además 1.5 millones de empleos especializados; 150 mil profesionales y técnicos capacitados anualmente, para sectores estratégicos; 50% del consumo “Hecho en México”; 15% de exportaciones a nivel mundial; 50% de adquisiciones del gobierno en mercado local; biotecnología avanzada para vacunas; un año para iniciar nuevos negocios, con 50% menos de requisitos; energías limpias, reutilización y procesamiento de desechos.
Así como financiamiento público y privado a 30% de pequeñas y medianas empresas; quinto lugar en turismo mundial y disminución de la pobreza y la desigualdad.
Sin embargo, no son positivas las perspectivas del Fondo Monetario Internacional y otras consultorías: en 2029 sitúan a la economía mexicana en el lugar 15 e Italia en el 10, con PIB de 2.18 billones de dólares y 2.74 bdd respectivamente (inclusive que este mismo año México dejaría el lugar 10).
El gobierno argumenta que, aún con contingencia sanitaria y conflictos bélicos, las empresas nacionales y extranjeras han sido resilientes, y que, inclusive con desaceleración, la economía mexicana se sostiene con indicadores favorables en empleo, consumo, inversión, exportaciones, recaudación, turismo, entre otros.
En corto plazo los retos son considerables. Antes de su investidura como presidente, Donald Trump anunció la deportación masiva de migrantes nacionales y de otros países, lo que representa un problema complicado para su retorno productivo, también aranceles a importaciones mexicanas.
Las dos decisiones indefectiblemente tendrían efectos nocivos en la economía estadounidense. So probables pláticas de alto nivel, con acuerdos necesarios.
Compartir prosperidad requiere crecimiento sostenible y desarrollo social para impulsar la productividad de la fuerza de trabajo, con vivienda digna, servicios de salud, educación, servicios primarios, entre otros.
Si el “milagro mexicano” tuvo estabilidad macroeconómica y proteccionismo, ahora el entorno es de apertura, competitivo en amplias cadenas de valor. Hoy se enfrentan desafíos importantes. En definitiva, es mejor tener un plan de política industrial, que la ausencia de éste.