El PRI no ha muerto

Opinión
/ 6 febrero 2024

Pensar en el PRI es pensar en uno de los clásicos asesinos del género slasher del cine de los ochentas.

Sin importar cuántos balazos le acomoden, sin importar que le prendan fuego o incluso que lo decapiten, siempre regresará para meternos un último susto y, de ser necesario, para una nueva película más inverosímil y exagerada.

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Lo mismo que Jason, Michael Myers o Charles Lee Ray (el asesino cuyo espíritu posee al muñeco Chucky), el Revolucionario Institucional es una saga de la que nunca podremos asegurar con entera certeza haber visto el final.

A mi juicio comete un gravísimo error cualquiera que considere que el viejo tricolor está muerto o jugando carreritas hacia el más allá con doña Chivis Pinal.

Ya antes se le dio por extinto, a principios de siglo, cuando parecía que no sobreviviría la alternancia.

Era tan dependiente del omnímodo poder del Ejecutivo Federal y de la impunidad que éste garantiza, que sin un presidente emanado de sus filas parecía que sencillamente sucumbiría por falta de elemental oxígeno.

Lo cierto es que se las arregló bastante bien para sobrevivir en cada una de las gubernaturas que pudo retener. Y aunque el vacío de poder que les dejó perder la Presidencia quebrantó para siempre su antigua disciplina de partido, no impidió ello que volvieran a sentar a un mandatario resultado de un interesante proyecto mediático, mismo que estuvo gobernando a México hasta hace apenas seis años.

El PRI tiene garantizada la subsistencia en su spin off, el hoy partido oficial Morena, con quien comparte −ya lo hemos dicho− más material genético del que tenemos en común los hombres y los chimpancés (algo así como el 99 por ciento).

Son tan innegablemente de la misma ascendencia (como que el líder absoluto y el grueso de su militancia son distinguidos expriistas) que se delata en ciertas prácticas, doctrinas y pronunciamientos que evocan al viejo Revolucionario de hace cuatro décadas. En efecto, don AMLO podrá ser un priista, pero necesariamente de la vieja escuela; cualquier corriente o pensamiento vanguardista contradice su esencia misma.

Así que el genoma tricolor y todos sus valores (antivalores) intrínsecos tienen la subsistencia garantizada, porque Morena es joven y tiene tantas décadas por delante como sea perdurable el recuerdo del prócer en la memoria del electorado.

Pero el viejo Revolucionario, como franquicia independiente, como divisa política, como opción en la boleta... ¿Va a sobrevivir?

Si bien, el PRI está reducido a su mínima expresión histórica (ni siquiera en el año 2000 quedó tan maltrecho) es de momento su peor enemigo, no el Presidente de la República, ni Morena y su bancada en el Congreso, sino el propio liderazgo de Alito Moreno y su camarilla.

El PRI se ha conducido con esa inteligente deslealtad y total falta de escrúpulos que caracteriza a los que saben sobrevivir a costa de lo que sea.

Sin importar cuántos principios haya que romper, cuántas lealtades haya que traicionar, cuánta dignidad haya que pisotear y cuántos platos de camote haya que tragar, el PRI y, mejor dicho, los líderes priistas harán lo que sea necesario con tal de comprar un día más de vida sobre la Tierra.

Ya dijimos también hace algunas cuantas entregas que los tricolores están apostando con dos boletos y eso les garantiza un premio sí o sí. Será un premio modesto, acorde con lo poco que arriesgan, pero premio al fin.

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Dijimos ya que juegan como oposición en el discurso, pero han apoyado reformas vitales del proyecto lopezobradorista. Todavía esta semana se pronunciaron en favor de las reformas que en materia de pensiones impulsa el Presidente y éste, en agradecimiento, les sobó el lomo en la mañanera y les dio una Scooby-galleta, cuando dijo que incluso los priistas son capaces de entrar en razón y de apoyar las causas más justas y nobles (es decir, las causas que él promueve).

Por otra parte, es increíble que la candidata por la coalición opositora, Xóchitl Gálvez, tenga que ocupar su tiempo como precandidata, así como sus espacios públicos y tribunas en estar haciéndole cumplidos al tricolor, justificando la manera alevosa en que se repartieron sus líderes las candidaturas plurinominales y también su entreguismo parlamentario. Es inconcebible tener a la candidata llenando de encomios al impresentable Manlio Fabio “Capulina” Beltrones como ejemplo de capacidad.

Hasta el momento, es más lo que trabaja Xóchitl para el PRI como publirrelacionista que lo que el partido ha hecho por la abanderada.

El PRI sobrevivirá porque conoce como ningún otro partido lo que es el poder y si no lo tiene, sabe aliarse con éste. Sabe volverse necesario, para Morena, para el Presidente (para el actual y para quien venga). Y si hoy es una fuerza reducida, es el mejor a la hora de destrabar las iniciativas que el Mandatario anhela.

Pero, metido en la fuerza opositora, haciendo su mínimo esfuerzo por una candidatura en la que ni siquiera cree, tiene un boleto en una apuesta por demás improbable, pero es un boleto vigente.

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Y si por alguna razón completamente inusitada, azarosa, circunstancial e imprevista el proyecto opositor llegase a cuajar, el cachito de lotería que tiene el PRI es redimible como boleto superganador.

No se ve desde luego un escenario en el que el tricolor pueda pronto recuperar el tamaño y brío de mejores épocas, pero al menos tiene la supervivencia garantizada, ya sea como oposición, donde juega un papel más bien teatral, completamente histriónico; o como aliado de un Presidente al que entiende a la perfección porque pertenecen a la misma familia.

Ahí donde lo ve, el PRI todavía nos puede dar algunos sustos memorables.

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