El público de las artes escénicas: evolucionar para conectar

Opinión
/ 18 diciembre 2025

Un arte sin público está condenado a desaparecer. Afortunadamente para nosotros, públicos hay muchos y de lo más variados: están las élites y está la cultura popular, está el público adulto y las jóvenes audiencias. Al final, lo importante es que alguien tiene que contemplar el arte para que éste exista. Si no hay quien lo consuma, simplemente no tiene sentido.

El público es el conjunto de espectadores y los espectadores son, ante todo, personas. Parece obvio, pero en ocasiones puede olvidarse, como cuando se piensa que por el simple hecho de poner una obra allá afuera, la gente está obligada a asistir.

Como el público son personas, podemos esperar que éste cambie y evolucione con el tiempo y los acontecimientos. El arte es dinámico porque la sociedad y los espectadores lo son. El arte debería cambiar con sus tiempos, especialmente sectores como las artes escénicas cuyo contacto con el otro, el que observa, es esencial para su mera definición.

El problema es que, aunque las artes escénicas y en especial el teatro dependen del público, existe también una parte del arte que exige que existan parámetros y técnicas, los cuales tienden a querer mantener un cierto estándar. El arte puede ser dinámico, pero parece que las reglas no tanto. Los estándares de lo que es aceptable en el ámbito del arte tienden, por eso, a mantenerse fijos hasta que algo obliga a cambiar el paradigma.

Venimos de una época en la que el teatro funcionaba a través de compañías más o menos fijas, con creadores especializados en ciertas áreas. Cuando vamos a la escuela a formarnos como artistas escénicos estudiamos nombres como Emilio Carballido o Peter Brook. Creadores que fueron toda su vida dramaturgos o directores. Lo que estudiamos de ellos es lo que se presentaba en los escenarios, quizás algunos de sus pensamientos, pero rara vez sus modelos de producción y menos la cuestión del financiamiento económico dentro de esos modelos.

La realidad es que hoy en día para ser artista se tiene que ser empresario y lo mismo se tiene que pensar en la parte creativa de un proyecto como en la parte administrativa y funcional. Ahí que entra la importancia del público, ya no solo como elemento que completa el fenómeno espectatorial, sino como consumidor y fuente de financiamiento. El problema es que, como ya dijimos, los tiempos y las personas cambian y sus necesidades también.

Cada vez son menos los espectadores que desean sentarse en un asiento en la oscuridad a escuchar lo que un artista quiera contarle. Quizás porque el cine puede hacer esto con más eficiencia, quizás porque estamos acostumbrados a la interactividad y quedarse quieto en un asiento no parece tan interesante como antaño.

La labor artística tiene un papel fundamental en la humanización y en la sensibilización de una comunidad, pero hoy en día el espectador nos exige un compromiso mayor como creadores. Cualquier propuesta que parta desde la idea cada vez más obsoleta de la separación entre el artista y el público será recibida con incredulidad o apatía, porque los espectadores de hoy lo que más necesitan es conexión y contacto humano. Si el teatro comunitario cobra cada vez más fuerza como tendencia artística es porque su compromiso va más allá del producto artístico, creando vínculos que sobreviven a la creación efímera de la obra.

Hoy antes de pensar como artista, quizás sea necesario pensar como habitante. Esto no le quita valor a nuestra labor, ni es un llamado a abandonar totalmente los estándares y la técnica. Lo que se requiere es más bien pensar la técnica atravesada por y al servicio de las comunidades.

Este enfoque, curiosamente, saca un poco al teatro fuera del recinto y del arte del teatro en su concepción tradicional, porque lo provee de presencia más allá del acto de contar y ser visto. Implica convivir con el otro, entenderlo, ofrecerle al espectador algo que tal vez no sea una “obra de teatro “, quien sabe y dejarlo que esta vez sea él el que cuente, y otro montón de cosas que meten al arte teatral en una tremenda crisis existencial . Que cada quien elija si prefiere priorizar las necesidades del público o las de los estatutos del arte.

Maestra en Artes Escénicas por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (Brasil) y licenciada en Teatro por la Universidad de las Américas, Puebla. Realizó durante dos años investigación sobre teatro y performance en espacio urbano en Porto Alegre, Brasil, publicando diversos artículos sobre el tema en revistas como INTERARTIVE y Cena em Movimento. Reside en Saltillo desde 2015, donde ha colaborado en diversos proyectos con la Compañía de Teatro Camaleón, Necravant Glitching Arts Consortium y Cuarta Pared Theatre Laboratory como actriz, directora y/o dramaturga. En 2016 y 2017 formó parte de los proyectos ganadores en el Programa Nacional de Teatro Escolar para las regiones de Saltillo y Coahuila respectivamente; fue también becaria en el programa PECDA en el ciclo 2018- 2019 en el área de dramaturgia. Ganadora del premio a Mejor Artista Escénica dentro de la Muestra Estatal de Teatro de Coahuila 2022 por su trabajo en dramaturgia y dirección en la obra “Tsunami” de la Compañía de Teatro Camaleón.

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