Señal inequívoca de que tu candidato es un ente gris, carente de imaginación y proyecto, pobremente asesorado y arribista de las circunstancias: verlo tragar.
Desde luego, no nos referimos al muy humano acto de ingerir nuestra diaria y esencial cuota alimenticia, sino al desesperado y muy impostado montaje de empacar viandas populares a la vista del ojo público, de las cámaras de la prensa o del propio equipo de comunicación, para hacerlo pasar como un gesto de sencillez.
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Supongo que en la lógica de los estrategas electorales, que de por sí peca de simplista, sería todavía más elemental nuestra propia lógica como electores y, al ver al político en cuestión empujarse una memela, torta o quesadilla con o sin queso (según los usos y costumbres de la región que visita), experimentaríamos tal descarga de oxitocina que nos provocaría un súbito e inexplicable enamoramiento, fugaz, sí, pero lo suficientemente duradero como para llegar al día de los comicios con el corazón confundido y los sentimientos encontrados:
-¡¿Cómo que votaste por esa rata para Presidente?! ¡Pero si cuando era gobernador no dejó ni una caja de clips!
-Pus ya sé, pero es que... ¿Ya viste que hermoso se come su pozole?
La narrativa detrás de la estampa del candidato engullendo garnachas es que se trata de un individuo tan ordinario, tan apegado a nuestra realidad y tan ajeno a las extravagancias de las clases acomodadas, que sería imposible no identificarnos con éste.
Claro, basta tener un mínimo de experiencia en el mundo para saber que todo es un numerito del que les urge desembarazarse lo antes posible para regresar a su normalidad, que es la de los restaurantes exclusivos que difícilmente podría permitirse el elector al cual le piden el voto.
Pero siendo época electorera (la que por cierto, ya tiene unos límites más difusos que la Navidad en los centros comerciales) se impone el llamado del deber, desde luego, el deber para con el partido. Y si es menester contraer tifus, salmonelosis o el temible helicobacter pylori, no habrá diarrea que detenga el avance del proyecto.
La ungida de la 4T, la sucesora por dedazo que no es dedazo, la reina del teletrabajo, la exjefa de Gobierno a distancia de la CDMX, Claudia Sheinbaum, insípida como es, fingida y desangelada, cuyo único mérito aparente es la garantía de continuidad que ofrece a su Lord Macuspano (no a la 4T, no a Morena, sino al anhelo de posteridad del todavía Presidente), se ha visto imposibilitada para encontrar su propia voz.
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Así como un cantante, un escritor o cualquier ser humano con una necesidad comunicativa tiene que tener una revelación sobre las cosas que quiere decir y cómo las quiere expresar, Sheinbaum nos ha dejado claro que como política no tiene absolutamente nada que decirnos a los mexicanos.
De hecho, en esta etapa como corcholata itinerante se convirtió en la comidilla cuando, estando en la patria chica de su Tlatoani Sensei, le dio por ponerse a hablar en lengua tabasqueña, con una pobrísima por no decir paupérrima falta de gracia que, más que un esfuerzo por mimetizarse, parecía que le habían dicho que se burlara de la manera de hablar de nuestro algodonado cabecita blanca. Si se iba a atrever a tanto, de perdido hubiera estudiado mejor al personaje en cuestión o ya de perdido a Chumel Torres.
Sin una voz propia, sin un plan de gobierno que no sea recitarnos la misma cantaleta que venimos escuchando cada mañana desde hace cinco años, sin una mota de carisma y ya sin el peso que le daba el cargo de Jefa de Gobierno que, aunque honorario, le dotaba de cierta relevancia, Claudia resulta todavía más magra como precandidata presidencial de lo que es en apariencia.
Y si le sumamos el hecho de que oficialmente no está en una campaña por ningún cargo, sino en una contienda interna para ser elegida el mero Pikachu del Maestro Pokémon de Palacio, y ello le impide hacer ninguna propuesta de Gobierno, pues tampoco tiene algo interesante que ofrecer en este sentido, sólo su linda, fresca y agradable presencia con toda su espontánea y natural manera de ser.
Encima de todo, su consigna es no saltarse una sola coma del discurso oficial de López Obrador a la hora de hacer cualquier declaración, por lo que es imposible que Claudia pueda atraer a cualquiera que no estuviese ya de antemano convencido de las bondades del presente régimen.
Hay dos cosas, sin embargo, a considerar: la primera y la segunda.
Quiero decir: Claudia lidera las preferencias electorales en este momento. No perdamos de vista que, de celebrarse hoy los comicios, Claudia sería la siguiente Presidente de la República, pero...
Hasta hoy también la doctora sólo ha practicado boxeo de sombra, es decir, no tiene enfrente ningún contendiente real, sólo escenarios hipotéticos, porque ni ella es la candidata oficial ni la oposición ha terminado de cocinar su propuesta; de hecho parece que apenas está desgranando las mazorcas para poner el nixtamal para hacer la masa para hacer los tamales.
Todo ello para desesperación de un AMLO que está urgido por despedazar la reputación de quien sea que resulte el abanderado del bloque opositor. Pero por más que engrandece a Xóchitl Gálvez cada vez que la menciona, por más que destapa otros posibles prospectos, por más que mandó de inútil gira a sus corcholatas (de la que sólo resultó la disidencia de su excanciller), como que ya se dio cuenta de que ni él, con todo su poder omnímodo, puede adelantar los tiempos.
Claudia aún lidera, pero no creció en absoluto y en política no crecer es achicarse, porque alguien más se está adjudicando esos votos que no se está ganando. AMLO necesitará recurrir a todas sus argucias y violar algunas cuantas leyes para hacer campaña con su apadrinada, para poder estar allí levantándole la mano, casi que para figurar en la foto de los espectaculares.
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Las corcholatas entran esta semana en un hiatus, en un mutis pactado durante el cual tienen prohibido hacer prácticamente cualquier tipo de declaraciones, “retuiteos”, llamados y señalamientos, mientras se realiza la encuesta.
Una de las pocas cosas que se les ha permitido es compartir imágenes de su día a día, de su vida cotidiana, de su ámbito personal. De manera que el tour gastronómico de Claudia en esta etapa preliminar se prolongará unos días más.
Veremos a lady Ivermectina, a la doctora Fentanilo zamparse cuanta tlayuda, birria, mole, fritanga o pambazo le pongan enfrente, porque básicamente no tiene otra cosa que ofrecer y porque nada es más convincente que un político conectando con el pueblo desde su riqueza culinaria.