Y no me vengan con que la ley es Milei
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¿Se acuerda usted cuando Donald Trump era sólo un chiste? Es decir, lo es todavía, pero me refiero a cuando era un chiste anodino, a diferencia de hoy que es un peligroso chascarrillo que llegó demasiado lejos.
¿Cómo pasó de ser nuestra ocasional botana a convertirse en una pesadillesca realidad, oprobio para nuestra nación, ofensa para la suya y auténtico peligro para la vida democrática de su país?
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Dicho de otra forma: ¿Cómo fue que un mamarracho de reality show, sin ninguna real convicción ideológica ni compromiso con otra causa que no fuera la suya propia, llegó a ser tomado en serio por el electorado de la nación que se suponía era el paradigma democrático del “mundo libre” y contaba, por ende, con una de las sociedades más maduras del mundo? (¡Ja! Quedamos payasos).
El inverosímil Trump tiene hoy iguales posibilidades de regresar a la Casa Blanca que de terminar sus días siendo la “perra” de los latinos más mamados de la prisión (“Please, not from behind, mister bad hombre! It really hurts! No!”). Sin embargo, hemos de agradecerle el haber exhibido al pueblo norteamericano como el rebaño de resentidos fanáticos irracionales, intolerantes y políticamente analfabetos que son... o sea, lo mismo que en cualquier otro país de este continente.
Vamos ahora al hemisferio opuesto, en donde otro esperpéntico chiste se está erigiendo como un serio contendiente rumbo a la presidencia de la nación cuya economía se sostiene en Lionel Messi.
En Argentina, un tal Javier Milei se hizo con la mayor votación en las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (las P.A.S.O.), que dicho sea de paso, son un primer paso hacia la contienda presidencial. Presentando a sus respectivos precandidatos, los partidos deben obtener al menos un 3 por ciento de la votación para poder participar en la elección presidencial.
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Pues el tal Milei, de la coalición La Libertad Avanza (así es, no sólo en México les ponen nombres cutres), se hizo con el 30 por ciento de toda la votación en esta primera ronda preelectoral (casi diez puntos por encima del segundo contendiente). Por lo que los medios y opinólogos más sensacionalistas y simplones ya lo cantan como el siguiente mandatario de los gauchos, y aunque no se puede soslayar el resultado (y hay que tratar de darle una explicación) todavía falta para que Milei se convierta en el nuevo soberano de la tierra del churrasco y el rock latinoamericano.
¿Pero quién es Milei y por qué no me está sirviendo mi bife en algún restaurante de Polanco?
De este personaje (nunca mejor dicho, pues no se trata de una persona, sino de un personaje) destaca su estrambótica apariencia, la cual está en consonancia con los “ideales” que enarbola, defiende y él identifica como “anarcocapitalismo”, lo que se resume como Estado mínimo, libre mercado y que sobreviva el más competitivo.
Para ahorrarle el trabajo de buscar una foto de Milei, imagine que Trump hubiese fornicado con el exprimer ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson y hubiesen dado a luz a un hijo. Y luego ese hijo fornicase con “el Pirrurris” (de Luis de Alba) y tuviesen a su vez otro engendrito. Bien, ese segundo bodoque sería argentino y se llamaría Javier Milei. La pinta esperpéntica no es lo de menos para los de su clase, resulta esencial para jalar atención de los medios que, ya cautivados, reproducirán y amplifican las declaraciones más incendiarias, beligerantes y controvertidas.
Si a usted lo llegó a dejar perplejo (o pendejo) en su momento Jair Bolsonaro con algún comentario desafortunado, no se puede perder a Milei defendiendo su voto como congresista contra una propuesta de ley para que la sanidad pública tratase cardiopatías congénitas en bebés.
-La muerte hasta el año de vida de pequeños es altísima por esta causa... ¿Por qué votaste en contra?
-Porque implicaba más presencia del Estado interfiriendo en la vida de los individuos. Y además implicaba más gasto. Esto no funciona así.
Básicamente la filosofía de Milei es desaparecer todas las secretarías o ministerios. En su mundo ideal, el Estado apenas y se encarga de regular la economía y la seguridad pública. ¿Salud? ¿Educación? ¿Infraestructura? Que cada quien se las procure de acuerdo a sus posibilidades.
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Aunque muchos consideran a Milei un militante de la extrema derecha, lo cierto es que sería mejor pensar en su doctrina como un hiperliberalismo: Gobierno limitado, propiedad privada, libre mercado y que cada quien se rasque con sus propias uñas: Si naciste pobre, no tuviste estudios y tu nivel de competencia no te permite salir de tu miseria, mejor suerte para la próxima reencarnación.
Pero si sabemos que este modelo aynrandiano no sólo es inviable, sino francamente ridículo, ¿por qué ha cautivado tantos electores como para estar hoy en una real posición presidenciable? Pues por la misma razón que arribaron al poder individuos como los citados Trump y Bolsonaro, o Nayib Bukele en El Salvador y, obviamente, nuestro viejito chimengüenchón, el niño septuagenario, Andrés Manuel López Obrador: ¡Porque son populistas!
Independientemente de si se identifican como de derecha o izquierda, progres o conservas, neoliberales o socialdemócratas, lo que son en realidad es una manga de demagogos populistas que saben endulzarle el oído a la gente, diciéndole al votante justo lo que quiere escuchar.
Y como lo que el elector promedio aquí, en Texas, en La Pampa o en San Salvador lo que desea oír es que el gobierno es el culpable de su actual desgracia, el populista fija su postura no de acuerdo a ninguna ideología, sino en función del contraste con el régimen que provoca el descontento popular.
No hay plan de gobierno, no hay visión de Estado, no hay ideología ni doctrina, sólo un discurso contestatario frente al poder hegemónico para aglutinar el enojo popular y canjearlo por votos el día de la elección.
Así se han votado a los peores presidentes de EU y de toda “Latam” (como dicen ahora los mamones), mismos que han consagrado sus respectivas gestiones a culpar al pasado, a exacerbar el orgullo nacional, a proclamarse blanco del ataque de los poderes fácticos y de un “estado profundo”, a avivar el descontento popular y el antagonismo (su combustible) y, en suma, a hacer absolutamente pinches nada.
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Ya lo padecieron los gringos, ha ocurrido cualquier cantidad de veces en Centro y Sudamérica, está por repetirse en Argentina y a nosotros ya nos pasó, lo que no significa que no pueda volver a ocurrirnos.
Sea quien resulte el candidato/candidata/candidate de oposición en México, lo mejor que tendrá para vendernos será un distanciamiento con respecto a las formas de AMLO, lo que no garantiza que tenga la solución para ninguno de nuestros problemas atávicos o generados recientemente por la 4T.
Sólo estaríamos repitiendo el ciclo, así que cuidado con comprar incondicionalmente a un personaje caricaturesco, ya sea por su peinado raro, su facha estrambótica, su desaliño o su huipil autóctono. Y aguas con comprar soluciones facilonas a problemas complejos: si suena demasiado bonito y simple, piénselo dos veces, es populismo.
Encuesta Vanguardia
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