Elecciones 2024 deberán ser un referendo sobre AMLO en las urnas

Opinión
/ 11 diciembre 2023

En 2018, Andrés Manuel López Obrador logró concentrar la discusión de la campaña en los gobiernos anteriores. Logró amalgamar a Ricardo Anaya y José Antonio Meade en una entidad sinónimo del pasado: el PRIAN. Advirtió que la llegada de cualquiera de los dos implicaría la instalación perpetua del peñanietismo. López Obrador ofreció su proyecto y su persona como el antídoto a los males del pasado, sobre todo al flagelo de la corrupción. Mantuvo una implacable disciplina de mensaje porque sabía que le sería suficiente. Calculó que había tal hartazgo con los excesos y las promesas incumplidas del gobierno en turno que el electorado optaría claramente por un cambio.

En ese referendo sobre el gobierno de Enrique Peña Nieto, López Obrador ganó con toda justicia y amplitud.

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Lo natural sería que la elección del 2024 fuera, esta vez, un referendo sobre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. México tiene uno de los periodos presidenciales más largos de América Latina. Seis años son muchos para gobernar (o desgobernar) un país. El presidente de México ha tenido más de un lustro para poner en práctica su plan de administración y estar a la altura de sus promesas de campaña, que comenzaban con una profunda renovación moral de la vida política. La lista de promesas es larga y los resultados, muchos de ellos negativos, están ahí. Aunque es absurdo pensar que el México de 2024 es sólo producto de su gobierno más reciente, todavía más absurdo es eximirlo de responsabilidad. El gobierno de López Obrador tiene una trayectoria propia que deberá defender en el camino a las urnas.

Pero el Presidente, su partido y su candidata pretenden otra narrativa. Con frecuencia, Claudia Sheinbaum se refiere al Frente Amplio como representante del pasado. “Son un dinosaurio de sangre azul”, dijo en Mazatlán hace poco. “En realidad es la vieja historia de México (...) son el PRI y PAN de siempre”. El discurso tiene dos objetivos. Primero, identificar a Xóchitl Gálvez con los partidos que la nominaron y quitarle el lustre de independencia que le ganó la candidatura. Pero hay otro más importante. Al insistir en el pasado, la candidata del Presidente recoge uno de los mensajes centrales del propio López Obrador y sus partidarios: la victimización frente al pasado.

A lo largo de su gobierno, el Presidente ha recurrido en incontables ocasiones a la supuesta losa del pasado para justificar sus omisiones y errores. Si no ha logrado soluciones ni ha conseguido estar a la altura de sus promesas, no se debe a sus equivocaciones sino al lastre de la herencia. “Para que vean cómo nos dejaron el país, porque esta es una mala herencia en seguridad, pero así nos dejaron salud, educación y así nos dejaron todo”, dijo hace unos meses para explicar la incesante violencia homicida que ha padecido México en su gobierno.

El mensaje es claro: dennos todo el crédito por nuestros aciertos, y culpen a otros de nuestros tropiezos.

Es una trampa para el electorado, pero una estrategia electoral potencialmente redituable. Si el único referente posible sobre el lopezobradorismo es la afirmación de sus logros, no hay manera de llevarlo a cuentas por todo aquello en lo que ha quedado a deber. El reto central de la oposición será colocar al gobierno actual en el centro del debate, con sus luces y sombras.

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Más que cualquier otro candidato en la historia moderna de México, Claudia Sheinbaum ha dicho que aspira a representar la permanencia de un proyecto. Esa voluntad de continuidad debería estar acompañada de una defensa de lo que ese proyecto, convertido en gobierno, ha hecho y dejado de hacer. Si esa defensa se da por sentada, la oposición debe traerla a la discusión, convirtiendo este sexenio en el centro del debate. Sólo así la oposición tendrá esperanza.

En cambio, sí le permite al gobierno dictar la narrativa y enfocar los binoculares al 2012 y más atrás, el lavado de manos derivará en el triunfo cómodo de la candidata del partido oficial. Sheinbaum habrá ganado como si el lopezobradorismo no hubiera gobernado el país por seis años. Un verdadero acto de prestidigitación.

@LeonKrauze

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