Eli Caro ¡defiéndeme!

Opinión
/ 31 julio 2022
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“Abuelito se convierte en el mejor estudiante de la universidad...” “Abuelita se dedica a jugar basquetbol...”

Dos ejemplos de lo que leo a diario cuando alguien que tiene más de 60 años hace algo totalmente normal. Claro que hay que festejar al mejor estudiante de una carrera, o a un atleta que ha logrado el éxito. Pregunto si será posible que veamos a estas personas como personas y no como “abuelitos” (que tal vez ni lo sean).

Luego leí la declaración de una mujer que dice que no saldría con hombres mayores de 50 años porque ella no se va a dedicar a la enfermería geriátrica...¡ay cabrón! ¿Sí han visto a Keanu Reeves?

Tengo 66 años. Soy abuela “guema” – la versión familiar de “grandma”, pero también soy psicoterapeuta, actriz, escritora, y administradora de un foro artístico-cultural. Aparte, si van a escribir de mí (o de cualquier persona “mayor”) ¿porque no hablar de una mujer de 66 años, o de un hombre de 75 años? Ser “abuelito” como manera de decir que la persona es un “viejo” no me convence. Pero tal vez a quienes nos miran les parece que nuestra característica más distintiva es la edad y no la vida que estamos llevando.

Una amiga que se dedica a políticas públicas y a los derechos del adulto mayor. Hemos comentado en repetidas ocasiones lo que significa ser “viejo”, ser “adulto mayor”. Las condiciones de vida de nosotros los viejos han cambiado mucho en las últimas décadas, y seguirán cambiando. ¡Aviso! No estamos envejeciendo igual que generaciones anteriores. Y creo que la mirada con que nos reportamos tendrá que sufrir ajustes.

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