Empleadas domésticas. ¿Han avanzado en sus derechos?
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La dignificación del trabajo, de todos los trabajos, constituye una de las asignaturas pendientes en nuestra sociedad. Y uno de los pendientes relevantes tiene que ver con quienes se desempeñan en tareas históricamente consideradas “inferiores”. Como el trabajo doméstico.
Se trata de un oficio que, además, se ha considerado como una tarea que debe ser realizada por mujeres, razón por la cual difícilmente se ha generado el compromiso de convertir en prioridad que las miles de mujeres dedicadas a esa actividad accedan a condiciones de dignidad.
En los últimos años, sin embargo, se ha realizado un esfuerzo a nivel nacional para que, al menos, las empleadas domésticas accedan a la seguridad social, para lo cual el Instituto Mexicano del Seguro Social estableció una modalidad especial para dicho propósito.
Algunos años después, las cifras que arroja dicho proceso permiten desarrollar algunas conclusiones y, a partir de ellas, plantear la necesidad de reforzar la estrategia para lograr que las condiciones de dignidad en el empleo se conviertan en una circunstancia transversal en nuestro país.
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El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a las estadísticas que el IMSS proporciona respecto del número de personas que, bajo la modalidad del empleo doméstico, han sido inscritas en Coahuila.
Un primer detalle que llama la atención es el relativo a la elevada proporción de hombres que se han registrado en dicha modalidad. Del total de registros en Coahuila, casi el 44 por ciento corresponden a individuos del género masculino.
En segundo lugar resulta llamativo que sean los hombres quienes perciben, en promedio, salarios más altos que las mujeres -al menos a partir de los salarios declarados ante el IMSS-, pues reproduce las asimetrías que, en casi cualquier otro campo laboral, mantienen a las mujeres en una condición de discriminación respecto de los varones.
En el caso de Coahuila, es llamativo también que sea la Región Centro la que mayor número de empleadas domésticas ha incorporado a la seguridad social en los últimos meses, por encima incluso de regiones como la Sureste cuya actividad económica es muy superior.
En general, lo que las cifras denotan es que la política instrumentada ha ayudado a dignificar la situación de un número importante de empleadas domésticas pero que aún es necesario profundizar en la búsqueda de mejores oportunidades para quienes desempeñan dicho oficio.
Por otro lado, lo ocurrido en este rubro tendría que servir de modelo para identificar áreas de oportunidad para que quienes se desempeñan en otras áreas de la economía puedan incorporarse a los esquemas de seguridad social que les permitan acceder realmente al derecho a la salud, a la vivienda y al retiro.
Solo si eso se hace, podremos decir con certeza, algún día, que hemos hecho realidad el ideal de igualdad laboral que promete la Constitución.