Violencia feminicida, ¿qué vamos a hacer para frenarla?
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Hemos pronunciado ya demasiadas veces el deseo de que, la más reciente, sea la última víctima de la violencia. Es tiempo de hacer algo serio para que el deseo troque en realidad
Señalar de forma genérica y en abstracto la existencia de una realidad de violencia sistemática en contra de las mujeres, violencia que en casos extremos les cuesta la vida, parece no servir de mucho. Y quizá ello ocurra porque no nos enfrentamos de forma directa al horror que implica ser víctima de tales comportamientos.
En otras palabras, tal vez nos hace falta un esfuerzo serio para sensibilizarnos -o tal vez para recuperar la sensibilidad- respecto de lo que implica el hecho que una persona físicamente superior ataque a una en situación de desventaja a fin de imponérsele mediante el uso de la fuerza.
Más aún: necesitamos cobrar conciencia de lo que implica el que tal hecho ocurra de forma sistemática y que un día cualquiera termine convirtiendo en víctima moral a quien es objeto de violencia sistemática. Difícilmente, en la ausencia de un ejercicio de empatía como éste, será posible que los integrantes de la sociedad aceleremos el paso en la modificación de los patrones socioculturales sobre los cuales se construye la realidad de violencia estructural que padecen muchas mujeres.
Quienes trabajamos en una redacción contamos con elementos que nos convocan cotidianamente a este ejercicio: las imágenes -que por diversas razones no son publicadas- en las cuales se retrata con crudeza el significado de la palabra violencia.
Eso ocurrió justamente ayer cuando comenzó a fluir la información sobre lo que, hoy sabemos, apunta a un nuevo caso de feminicidio. El caso de Erika del Rosario provocó la indignación generalizada cuando apareció en las distintas herramientas que usamos para procesar la información, una fotografía que no puede calificarse sino de escalofriante.
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Es una imagen que no vamos a publicar porque no se trata de alimentar el morbo ni, mucho menos, de contribuir a la estigmatización de la enésima víctima de la violencia irracional que parte de una idea a cual más primitiva: las mujeres son seres inferiores y los hombres “tienen derecho” a ejercer su poder sobre ellas, incluso en la forma de violencia física.
Sin embargo, intentaremos transmitir la sensación de absoluta repugnancia que implica observar una imagen como la de ayer, en la cual aparece el cuerpo sin vida de una mujer cuyo rostro refleja las huellas inequívocas de la violencia y a quien se adivina en completo estado de indefensión debido a que pasó sus últimos minutos de vida atada de las manos.
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La indefensión natural exacerbada por el abuso; la violencia desbordada que se ceba sobre una víctima que no tiene la menor posibilidad de repeler la agresión; el horror absoluto al imaginar la forma en la cual la vida se va extinguiendo en el cuerpo torturado.
Nosotros, de este lado, no tenemos ninguna duda de la contundencia con la cual hay que condenar la violencia para exigir que no se registre ni una sola víctima adicional. Esperamos ser capaces de transmitir el mensaje de manera eficaz para que usted comparta la misma opinión.
Encuesta Vanguardia
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