En busca de la protección de las familias en un mundo cambiante

Opinión
/ 21 mayo 2023

Las personas debemos crecer felices, sanas, con nuestras necesidades cubiertas y con un sistema de apoyo y amor incondicional. Todas y todos merecemos un espacio rodeado de cuidado, protección y respeto. Y es nuestra familia quien resulta ser la encargada de cumplir con todo lo anterior, y más, a lo largo de nuestras vidas. Las personas que tenemos la fortuna de pertenecer a una familia en donde se fomentan valores y se demuestra el cariño y amor, podremos coincidir en que la familia es uno de los más grandes tesoros que podemos tener.

Sin embargo, lo anterior no siempre es así. En muchas ocasiones, los hogares y ambientes familiares llegan a ser espacios en donde se vulneran derechos, las voces no son escuchadas y ocurren faltas de respeto y de responsabilidad. Muchas veces, por diversas razones, las necesidades familiares y de las infancias no son cubiertas. Es así como, en ocasiones, le resulta difícil a algunas familias el proporcionar una educación, alimentos, estabilidad, vivienda, vestido, entre muchas otras cosas. Es ahí donde comienza el conflicto y la necesidad de garantizar el pleno disfrute de los derechos dentro y fuera de las familias.

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De todas composiciones, tamaños, costumbres y tradiciones. Algunas extensas y numerosas, otras pequeñas. Algunas monoparentales o monomaternales y otras hasta unipersonales. Así son las familias. De cualquier forma, estas son un núcleo fundamental para las sociedades y el desarrollo de todas las personas. Y por el bien de todas y todos, deben ser protegidas y respetadas por los Estados.

Particularmente, uno de los principales retos y responsabilidades de las familias es proporcionar una educación a sus hijos y/o hijas desde la infancia. Fue así que, con el objetivo de crear conciencia sobre el papel que juegan las familias en la educación de las infancias, cada 15 de mayo, desde 1993, se celebra el “Día Internacional de las Familias”.

De ahí que con propósito de la celebración de esta fecha, hace algunos días, considero pertinente reflexionar sobre las familias, sus derechos, valor, implicaciones e importancia, sobre todo en la actualidad, donde nos enfrentamos a todo tipo de retos y nuevos paradigmas, ya sean económicos, sociales, políticos y, particularmente, demográficos.

Y es que conviene decir que uno de los grandes desafíos a los que nos enfrentamos actualmente son las tendencias demográficas, razón por la que la celebración de este año del “Día Internacional de las Familias” tuvo por objeto la creación de conciencia sobre la incidencia que tienen estas tendencias sobre las familias.

En este mundo cambiante resulta verdaderamente importante hablar sobre la demografía y las familias. Problemas de “población demasiado alta” o “población demasiado baja” son algunas de las posturas encontradas que se debaten en la actualidad. El Informe sobre el Estado de la Población Mundial 2023, elaborado por el UNFPA y presentado durante las celebraciones del “Día Internacional de las Familias”, expone importantísimas reflexiones y datos sobre los derechos y las libertades de los 8 mil millones de personas que habitan en nuestro planeta.

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Por un lado, las personas suelen pensar que una población demasiado alta puede ser la razón por la que escaseen los recursos y esto derive en conflictos violentos. Por otra parte, otros se encuentran preocupados por una población demasiado baja debido a que cada vez se presentan tasas más bajas de natalidad. Ambas posturas reflejan el miedo y preocupación por los cambios que enfrentamos en el presente y que podrían repercutir en el futuro; no obstante, tal y como dice el Informe: “lo cierto es que el problema nunca han sido las personas”.

Ya que, si nos ponemos a analizar, tan sólo el 10 por ciento más rico de la población mundial genera más de la mitad del total de emisiones del planeta. Por lo que el punto de mirar no debería estar enfocado en “dejar de tener hijos” para frenar el cambio climático y demás problemas, sino en los verdaderos contaminantes: las empresas y millonarios. Por otra parte, en cuanto a la baja en la tasa de natalidad, resulta necesario preguntarnos: si las personas cada vez tienen menos hijos, ¿será porque las mujeres ahora ejercen más control sobre su vida reproductiva? O tal vez, ¿será porque las juventudes actualmente no pueden costearse tener una descendencia?

De cualquier forma, coincido en lo que nos presenta el informe, la solución y el enfoque no deberían estar en si la población es “muy alta” o “muy baja”, sino en que todas las personas deben poder contar con todo lo necesario para ejercer sus derechos reproductivos en igualdad de condiciones, lo que se traduce en la universalidad de los derechos: salario suficiente, educación, salud y vivienda digna, no sólo para un grupo privilegiado de la población, sino para todas y todos.

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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