En carne viva...
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Hay quienes se sienten a sus anchas en medio de un conflicto, me compartía una buena amiga –es psicóloga-, es más, me subrayaba, hay gente que solo sabe moverse en ese medio. Las discusiones, la violencia, las broncas a mañana, tarde y noche, son parte de su vida. Y esto no solo sucede en el ámbito privado, también en el público. Hay jefes de Estado, con expertis consumada, lo provocan, lo alimentan. Las guerras son el numen de estos especímenes.
La paz los incomoda. Tienen fascinación por lo convulso. Si no tienen ruido “en casa” salen a buscarlo. En “su casa” arman cuanta división está a su alcance. Y afuera, no se diga, atizan la lumbre, revuelven el avispero. Las guerras son sinónimo de desgracia, de dolor, de daño inconmensurable al grueso de la población que es blanco de la rabia del que ataca.
Se gastan los millones en armas. Ha sido el negocio principal de las guerras. Se han bañado en oro los fabricantes. La bonanza de algunas naciones deviene de esa “fuente”. Las colas del hambre de la población civil, a quienes la guerra quita TODO, padres y madres buscando alimento para sus criaturas y de pronto un tiroteo, y más muerte y más dolor. Y ahí nos llegan las imágenes de niños en medio de la devastación, sin entender siquiera qué es lo que está ocurriendo. Narraba la Madre Teresa de Calcuta que ella no había estado en ninguna guerra, pero que si conocía cara a cara, al hambre y a la muerte.
¿Qué le pasa a este mundo? ¿Hasta dónde va a escalar la ambición desmedida de quienes procuran la guerra y la financian, de uno y otro lado del planeta? Se están pasando, y disculpe la vulgaridad, por debajo de las “patas” todo el Derecho Internacional, el Convenio de Ginebra, la Cruz Roja Internacional y por supuesto a la Asamblea General de la ONU, de la que dizque son parte.
¿Dónde está el humanismo? Sí, el humanismo... ¿dónde está la sensibilidad humana? Se está mandado al carajo el sistema de convivencia alimentado después de la experiencia amarga de dos Guerras Mundiales. ¿Ya se borraron del mapa jurídico los derechos humanos, esos que son intrínsecos al hombre?
¿Qué nos pasa? Malos tiempos para los derechos humanos, a lo que se ve. ¿A quién le importa privilegiar el derecho a la educación, a la salud, a la justicia, a la libertad de expresión, a la seguridad pública...? Lo que ha venido ocurriendo debiera de darnos escalofríos. Vivir en el conflicto, vivir del conflicto... por Dios, no es normal. ¿A qué se atiene el provocador? Las guerras no tienen desenlaces felices. Decía Winston Churchill a los soldados británicos, que: “...no habría guerras si otros no creyeran que tienen la oportunidad”... de ganarlas.
Son tiempos los de hoy en los que se habla de paz, cultura de paz. Nada más que los hechos GRITAN otra cosa. Gobernar debiera ser entendido como un ejercicio de responsabilidad. El mundo entero comparte retos comunes, como la pobreza, el cambio climático y sus consecuencias, por mencionar dos de ellos, por lo que resulta francamente irresponsable atizar conflictos armados. Lo que debiera ocupar a las grandes potencias, a los dueños de bombas atómicas y de ahí pa’ delante, es cómo apuntalar a los más débiles para que resuelvan sus carencias básicas, como casa, vestido y sustento. Se necesita mucha humanidad para actuar con esa grandeza. No se trata de dar limosnas, si no de enseñar a la gente a que aprenda a ser autosuficiente y a generar las condiciones para que así suceda.
No se necesita ser genio, para COMPRENDER que las guerras no sirven para resolver conflictos, que obran en sentido inverso. Con la guerra se ponen en jaque la libertad, la justicia, la DEMOCRACIA. En lo que debieran gastar sus billetes y sus energías es en propiciar la cordura, el diálogo, los consensos, en todo eso que prescribe el SENTIDO COMÚN. Lo que necesita este mundo nuestro es diplomacia, no belicismo. Dialogar no es sinónimo de debilidad, sino de todo lo contrario, la realidad que encaramos demanda valentía para llamar a las cosas por su nombre y voltearse hasta de cabeza para allanar el camino hacia el entendimiento. La humanidad ha pagado con creces el error de la guerra. La cuota ha sido en vidas de millones de INOCENTES, con devastación, con generaciones completas marcadas con el horror.
Lo que el mundo necesita son ACUERDOS no más maneras de acabarse, de mutilarse, de sacar lo peor del ser humano. Tenemos que hacer un alto en el camino y privilegiar lo que nos une, no lo que nos separa. Tenemos que reaprender a mirarnos como miembros de la misma especie, y por ende con derecho a todo aquello que enaltece al hombre. La mezquindad y el odio son herrumbre, nos rebajan, nos hacen miserables hasta el tuétano. Nos tiene que importar lo que sucede a nuestro rededor. La indiferencia es combustible para las guerras.
Atendamos las lecciones de la Historia. Prestemos atención a sus enseñanzas. Eduquemos a las nuevas generaciones para la paz, formemos seres HUMANOS sensibles, que se respeten a sí mismos y que respeten al mundo del que son parte. Cobremos conciencia de nuestra preciosa dignidad, tenemos que recuperarla. Comportemos como seres racionales. Esforcémonos por hacer de nuestro paso por la vida, algo que deje huella para bien. Si se puede. No somos dioses, somos de carne y hueso, pero fuimos dotados de inteligencia, y eso coadyuva para que las decisiones que tomemos no dañen ni perjudiquen al prójimo.