¿Escena de celos?
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El joven Leovigildo contrajo matrimonio con la linda Susiflor. Ella se sorprendió al saber que su novio le había pedido al organista de la iglesia que al salir del templo les tocara “La Bamba” en vez de la marcha nupcial. Le preguntó a su galán: “¿Por qué pediste que nos tocaran ‘La Bamba’?”. Explicó él: “Porque de hoy en adelante me vas a tener arriba y arriba”. (Nota: “La Bamba” se convirtió en un éxito en Estados Unidos debido a la interpretación en ritmo de rock hecha por un cantante de ascendencia mexicana, Ritchie Valens. Ese prometedor artista murió en plena adolescencia −tenía 17 años− al estrellarse la avioneta en que viajaba. Le había ganado el sitio en el avión a otro cantante en un volado. Ahí se comprueba que del rayo te salvarás, pero de la raya nunca. El infortunado muchacho se llamaba Richard Valenzuela. Su agente le dijo: “Te vas a llamar Ritchie Valens”. “No me gusta” –opuso él–. Contestó el agente: “Tú sabrás. La otra opción es Ritchie Zuela”)... Conocemos a Capronio. Sujeto desconsiderado, no tiene conciencia de su deber hacia los demás. Regresó de una visita al médico y le comentó a su esposa: “El doctor me prohibió hacer el amor con exceso”. La señora se desconcertó. “No lo hacemos con exceso”. Replicó el majadero: “Tú no, pero yo sí”... La enfermera Tetonina, mujer en flor de edad, dueña de ebúrneos y turgentes atributos pectorales, le informó al doctor: “El paciente tiene el pulso muy acelerado. ¿Qué hago?”. Le indicó el facultativo: “Abróchese la blusa”... Babalucas le pidió al mesero: “Dame una mesa de la orilla. El pronóstico del tiempo dice que va a llover en la Mesa Central”. (Nota: Un chiste más como ése y mis cuatro lectores quedarán reducidos cuando mucho a dos)... Gimiendo y llorando Loretela les anunció a sus papás que estaba un poquito embarazada. Se justificó: “Lo hice por debilidad”. Su padre le preguntó, enojado: “¿Y a poco la cosa aquella es vitamínica?”... Don Vellido usaba una luenga e hirsuta barba que le llegaba hasta la mitad del pecho. A su esposa no le gustaba esa profusa capilaridad, de modo que el señor decidió darle una sorpresa que de seguro le agradaría mucho. Fue con un barbero y le pidió que lo afeitara al ras, encargo que el fígaro cumplió a cabalidad: le dejó las mejillas como nalga de princesa. Era ya de noche cuando don Vellido regresó a su casa. En la oscuridad de la alcoba se desvistió, entró en el lecho conyugal, tomó la mano de su mujer y se la pasó por el afeitado rostro a fin de hacerle saber la novedad. Le dijo ella: “Bueno, pero que sea rapidito porque no tarda en llegar el barbón”... Aquel muchacho invitó a un amigo suyo de la ciudad a visitarlo en su pueblo. Al ir por la plazuela del lugar el visitante dijo: “Que guapa chica aquélla”. “Es Colchonina –le informó el muchacho–. Cobra 500 pesos”. “Y aquella otra –prosiguió el amigo– también es muy bonita”. “Se llama Catrerela –manifestó el del lugar–. Cobra mil pesos”. “Y la de más allá –dijo el compañero– es igualmente hermosa”. “Te refieres a Petatita –declaró el anfitrión–. Cobra mil 500 pesos”. “¡Caramba! –se azaró el amigo–. ¿Qué no hay mujeres decentes en este pueblo?”. “Claro que las hay –respondió el otro–. Pero sus tarifas son mucho más altas”... El marido y su esposa asistieron a la inauguración de la muestra de un pintor conocido de ella. Entre los cuadros de la exposición había un desnudo femenino. El señor no pudo menos que notar el enorme parecido de la modelo con su mujer. Le preguntó, atufado y receloso: “¿Acaso posaste desnuda para ese pintor?”. Ella balbuceó, turbada: “Te juro que no. Debe haber pintado el cuadro de memoria”... FIN.
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