Espionaje ruso en México, la noticia más censurada por la 4T
El gobierno de Sheinbaum no parece entender tampoco la dimensión de este tema y sigue permitiendo acciones políticas a favor de Rusia
Esta semana, el periódico The New York Times publicó una segunda entrega del espionaje ruso en México, con señalamientos muy graves: el gobierno de Joe Biden le entregó a México una lista con más de 20 nombres de agentes rusos que se hacían pasar por diplomáticos, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador se rehusó a expulsarlos del país. No actuaban contra México, sino contra Estados Unidos con el respaldo del gobierno. López Obrador, sugiere el reportaje, optó por Moscú por encima de Washington. Esta una nueva fase de la Guerra Fría provocó algo que debería preocupar al gobierno de Claudia Sheinbaum: la creación en la embajada de Estados Unidos de un nuevo puesto, “observador de Rusia”, que verá también las ligas de la cuatroté con el Kremlin.
Nunca había sido necesario ese puesto, porque nunca antes ningún gobierno mexicano, incluidos algunos que son modelo para la cuatroté –como el de Luis Echeverría, un presidente de izquierda consecuente (sin juzgar en sus méritos sus acciones y políticas), no un impostor como lo fue López Obrador–, se había decantado por la Unión Soviética, que tras colapsar se convirtió en lo que es hoy, un régimen híbrido autoritario. López Obrador y ahora Sheinbaum están al lado de los intereses del Kremlin en los hechos, aunque no necesariamente responden a los intereses mexicanos.
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Geopolíticamente, las revelaciones del Times, que citó como fuentes a funcionarios y exfuncionarios de la CIA, son muy delicadas. Sin embargo, esta y otras revelaciones sobre la creciente presencia rusa en México, que desde 2023 ha documentado Dolia Estévez, la experimentada corresponsal en Washington, han caído en el silencio total y en ataques a los mensajeros de los propagandistas obradoristas, algunos conscientemente de lo que significa una exposición sistemática de sus ligas con Moscú, otros por ignorancia supina y muchos más, probablemente, porque no comprenden la dimensión de lo que esto significa y las consecuencias que pueda haber.
El despacho del Times hace una denuncia clara: “Cuando Estados Unidos y sus aliados expulsaron a decenas de diplomáticos y espías rusos en los últimos años por la invasión a Ucrania y un envenenamiento en el Reino Unido, dejaron a algunos de los agentes más experimentados de Rusia sin ningún lugar a donde ir. En los países europeos y en Estados Unidos, donde las agencias de espionaje y los sistemas de vigilancia eran sólidos, había demasiados ojos sobre ellos. Pero México brindó una oportunidad ideal... Muchos de esos experimentados rusos fueron trasladados a México para aprovechar la cercanía del país a Estados Unidos”.
Una vez más la Ciudad de México, como en los sesenta y setenta, se volvió en el campo de batalla de la Guerra Fría. En aquellos años, todos los servicios de inteligencia comunistas operaban en México y realizaban acciones encubiertas contra Estados Unidos. La CIA hacía lo mismo contra esos países y tenía un puesto de observación permanente frente a la Embajada rusa en el barrio de Tacubaya, desde donde fotografiaban a todos quienes entraban y salían de la misión, y en coordinación con la policía política mexicana, revisaban las fotografías de todos los pasajeros que llegaran al aeropuerto “Benito Juárez”. En esos años, la CIA tenía en México su estación más grande después de Viena, la puerta de entrada de Occidente al mundo comunista.
En un país como México, donde se confunde inteligencia con espionaje, y se piensa que los espías se reducen a los estereotipos de James Bond o de misiones imposibles, estos temas de seguridad nacional son ignorados y desechados en automático. El problema no es que la gente los vea superficialmente, sino que el gobierno aborde con displicencia e irresponsabilidad esta realidad que algunos tratan como caricatura. En el despacho del Times hay un llamado de atención: las preocupaciones estadounidenses “cayeron en saco roto” en el gobierno de López Obrador, que “repetidamente frustró los esfuerzos de acabar con las actividades de espionaje ruso en el país”.
La primera advertencia que vino del norte fue en marzo de 2022, cuando en una audiencia en el Comité de Fuerzas Armadas del Senado en Washington, el general Glen VanHerck, en ese entonces jefe del Comando Norte y del sistema Norteamericano de Defensa Aérea, afirmó que Rusia estaba utilizando a México como un centro para enviar espías, particularmente militares, a Estados Unidos, utilizando las relaciones estrechas entre López Obrador y el presidente Vladimir Putin. Poco después, en el primer periodo de Donald Trump en la Casa Blanca, un alto diplomático estadounidense le reclamó al presidente que el exdirector del Centro Nacional de Inteligencia, el general Audomaro Martínez, le hubiera facilitado a la inteligencia rusa todos los nombres de los agentes estadounidenses en México. Como respuesta, López Obrador lo desestimó, con la insensatamente frívola frase de que no importaba porque “todos se conocían”.
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El gobierno de Sheinbaum no parece entender tampoco la dimensión de este tema y sigue permitiendo acciones políticas a favor de Rusia. En una nueva revelación de Estévez, publicada esta semana en Eje Central, afirmó que el embajador de México en Moscú, Eduardo Villegas, estaba trabajando para “trazar una estrategia coordinada” entre rusos y mexicanos que “recupere la posición de México como destino predilecto de los rusos”. Esta “posición” se cayó poco después de la invasión a Ucrania, cuando se canceló el vuelo directo Moscú-Cancún por el cierre del espacio aéreo occidental, y Turkish Airlines suspendió indefinidamente la venta de boletos para que pudieran llegar los rusos a México, vía Estambul, que fue una decisión tomada entre Estados Unidos y Turquía.
El “observador de Rusia” en México, por definición, también estará atento a las acciones de Sheinbaum y su gobierno, que son prioritarias para la Casa Blanca, como mostró en la Estrategia de Seguridad Nacional difundida el jueves en Washington. La Presidenta no tiene por qué responder a lo publicado en el Times o en otros medios, pero sí prestarle atención a lo que han difundido porque entra, junto con la lucha contra los cárteles –algunos ya con asesoría indirecta rusa–, en el orden de preocupaciones superiores en Washington, con México, así lo ven, aliándose con sus peores enemigos políticos y sociales, los criminales y los rusos. Abrir un nuevo frente con Estados Unidos por negligencia o ignorancia, no es una buena idea.