Explicaciones, todo tiene una, pero hay sus excepciones

Opinión
/ 26 agosto 2024

Las comedias españolas, aquéllas de los Álvarez Quintero y Arniches, y luego de las de Jardiel Poncela o Miguel Mihura, tenían frases muy sabrosas y que se repetían mucho.

Una de esas frases era:

-¡Ahora lo comprendo todo!

Otra decía:

-¡Ahora caigo!

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Tales expresiones servían para significar que de repente alguien entendía una cosa que antes había escapado a su comprensión. Por ejemplo:

-La señora marquesa asesinó al marqués porque despidió a aquel cochero joven por quien la señora marquesa sentía un afecto muy particular.

-¡Ahora lo comprendo todo!

-Tenga cuidado, amigo mío: esa silla tiene una pata rota.

-¡Ahora caigo!

Y es que todo en la vida tiene explicación, con excepción de algunas películas de Bergman y ciertas cosas que hacen algunos políticos.

Antes había muchas cosas inexplicables: el Poema de Parménides; “El ser y el tiempo” de Heidegger; la Teoría de la Relatividad, de Einstein... Ahora, sin embargo, a todo se le puede hallar explicación.

Veamos un ejemplo. ¿Por qué los botones en la ropa de mujer están al revés que los botones en la ropa de hombre? Eso tiene explicación. En la Edad Media los botones eran cosa de lujo −estaban hechos de oro o plata, de cristal o marfil−, y sólo la gente rica los usaba. Los caballeros se vestían ellos mismos; pero las damas tenían doncellas o azafatas que les ponían los vestidos. Así, los botones de la ropa femenina estaban dispuestos de tal modo que quedaran al derecho, no de quien llevaba el vestido, sino de quien se lo ponía a la que lo llevaba. (Digamos en este punto: “¡Ahora lo comprendo todo!”, o: “¡Ahora caigo!”).

Ese dato peregrino sirve al efecto de reconfirmar que todo tiene explicación. Siguiendo el mismo cauce creo poder explicar por qué las mujeres de Ramos Arizpe han sido siempre tan laboriosas, tan trabajadoras.

En 1886 Saltillo tenía 34 mil 074 habitantes. De ellos 18 mil 696 eran hombres, y 15 mil 378 eran mujeres.

En ese mismo año Arteaga tenía 4 mil 789 vecinos, de los cuales 2 mil 872 eran hombres y mil 917 eran mujeres.

Como se ve, en las dos poblaciones −Saltillo y Arteaga− había más hombres que mujeres.

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Ramos Arizpe, en cambio, tenía en ese tiempo 8 mil 265 habitantes. De ellos 3 mil 734 eran hombres y 4 mil 530 eran mujeres. ¡Había más mujeres que hombres! Por tanto ellas tenían que aprender algunas habilidades si querían conseguir marido, pues había que atraer en todas las formas posibles a los hombres disponibles, y eran más atractivas las mujeres hacendosas y que podían, con su trabajo en casa, allegar más recursos al hogar. Por otra parte, las que quedaban solteras, ajenas por eso a las tareas propias del estado matrimonial y de la maternidad, debían emplear su tiempo en otras actividades: hacer pan, tamales, chorizo, mole y demás variadas industrias mujeriles que dieron fama a Ramos Arizpe.

Todo, como se ve, tiene una explicación. Con excepción −lo dije ya− de algunas películas de Bergman y de ciertas cosas que hacen los presidentes mexicanos. (Como ésa de la reforma judicial de AMLO).

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