Familia: ¿Por qué los jóvenes postergan el compromiso?
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Observo con bastante frecuencia que un número significativamente creciente de jóvenes no consideran como una prioridad absoluta en sus vidas la idea de contraer matrimonio y formar una familia. Es una tendencia cada vez más extendida en diversas sociedades contemporáneas a nivel global.
Este fenómeno tan complejo y multifacético tiene una amplia variedad de causas y factores que inciden de manera significativa en su evolución y manifestación. Sin embargo, desde mi punto de vista personal, considero que esta nueva generación concede una importancia primordial y fundamental a una serie de principios y valores éticos que orientan y moldean sus comportamientos y elecciones en el día a día.
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Un gran número de jóvenes se encuentra enfrentando desafíos económicos de gran magnitud, como salarios insuficientes y la falta de oportunidades laborales estables, lo que les dificulta en gran medida la capacidad de mantener a sus familiares.
Según la destacada investigadora Luz María Galindo Vilchis, reconocida experta en Ciencias Políticas de la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), algunos jóvenes se encuentran en la situación de tener empleos que, lamentablemente, no generan ingresos suficientes para satisfacer plenamente las necesidades económicas de sus familias.
También es sumamente importante tener en consideración que la crianza de un hijo en México puede implicar un desembolso económico significativo, pudiendo llegar incluso a la cifra de 7 millones de pesos a lo largo de los 18 años de vida del niño, según lo señalado por la experta en la materia.
Comprendo completamente que la situación económica desempeña un papel fundamental a la hora de tomar la decisión de formar un núcleo familiar sólido y estable. Sin embargo, es frecuente observar que una gran cantidad de personas jóvenes eligen concentrarse en su desarrollo personal y laboral en vez de comprometerse con la noción de establecer una familia. Esto implica explorar diversas alternativas para acceder a una educación universitaria de alta calidad y garantizar la obtención de empleos estables que proporcionen estabilidad económica y emocional, antes de considerar la posibilidad de fundar una familia.
La gran mayoría de los estudiantes universitarios, que tengo el placer de enseñar, muestran de manera evidente una clara preferencia por enfocarse en su crecimiento personal y desarrollo profesional antes que en la idea de formar una familia y asumir todas las responsabilidades que ello implica en términos de compromiso y dedicación.
Otro aspecto fundamental para considerar en la determinación de establecer una familia entre los jóvenes es el tipo de vivencias que hayan experimentado con sus progenitores a lo largo de su etapa infantil y juvenil. Estas experiencias pueden tener un impacto considerable en la forma en que perciben y anhelan formar una familia propia más adelante en sus vidas.
Numerosos jóvenes provienen de entornos familiares en los que han experimentado divorcios o conflictos familiares, situaciones que pueden generar sentimientos de inseguridad, dudas o incertidumbre en relación con el compromiso matrimonial y la responsabilidad de la crianza de los hijos.
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Esta experiencia personal tan relevante y trascendental ha tenido un impacto extremadamente profundo en su firme determinación de no replicar los patrones familiares que reconocen como problemáticos y perjudiciales para su salud mental y emocional.
Los jóvenes de la actualidad están tomando la decisión de no casarse cada vez con mayor frecuencia, principalmente a causa de una compleja combinación de factores económicos, personales y del entorno social que ejercen una influencia significativa en su determinación. Esta nueva tendencia emergente en la sociedad contemporánea muestra un cambio significativo y trascendental entre las diversas generaciones, donde se evidencia de manera clara y contundente una marcada preferencia y enfoque prioritario hacia el crecimiento y la evolución personal, así como hacia la consecución del éxito económico, en contraposición a la mera perpetuación de las costumbres y prácticas familiares ancestrales que han perdurado a lo largo del tiempo.