Giordano Bruno. El otro mártir
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Son estos los días en que el mundo cristiano, en todas sus denominaciones, renueva la fe en su peculiar cosmogonía a través de la conmemoración del martirio de su Profeta, Redentor y Divinidad.
La iconografía, literatura y posteriormente las artes audiovisuales se han encargado de implantarnos con lujo de tremendismo las escenas de la tortura, Pasión y Muerte de Jesús. En cinematografía, podemos hablar de la existencia de un subgénero de “yisusploitation”, es decir, películas que explotan sin pudor los pasajes narrados en los Evangelios relativos al suplicio de Jesús en la Cruz, siendo la peor de todas esa pesadilla ‘gore’ con que Mel Gibson atosiga a nuestras tías por estas fechas, aunque desde luego, la del Cristo ha sido una historia altamente redituable casi desde la invención del cinematógrafo, lo mismo para los grandes estudios que para las pequeñas productoras de cine evangélico.
Bien, piense entonces en el peor cuadro que las letras o las imágenes le hayan sembrado en su cabeza: Tenemos al Hijo del Hombre aprehendido un jueves como hoy, después de cenar y celebrar la Pascua con sus discípulos y seguidores. Luego de pasar la noche en prisión, el viernes fue llevado ante la autoridad y después de un juicio no del todo claro, es condenado: recibe azotes, lo mortifican con una corona de espinas, le hacen padecer deshidratación y agotamiento obligándolo a cargar el madero en el cual será clavado por las extremidades hasta perecer de asfixia esa misma tarde.
De acuerdo con la tradición, Jesús padeció en efecto unas horas de indecible dolor antes de expirar para cumplir la Profecía y lavar los pecados de la Humanidad.
Sin embargo, por más cruenta y atroz que sea la descripción que tengamos a mano de este relato, no se acerca ni con mucho al sufrimiento que el hombre ha sido capaz de infligir a otros de sus semejantes, muchos de ellos, irónicamente, en nombre del llamado “Mártir del Calvario”.
Uno de ellos fue Giordano Bruno, nombre que quizás le resulte familiar desde que en años recientes surgió una preocupación por revalorar su nombre, imagen histórica y aportaciones al pensamiento moderno.
Tuvo la desgracia de nacer en la Italia de 1548, tiempo y lugar poco propicios para una mente inquieta. Su educación formal se dio naturalmente dentro del ámbito monástico, ordenándose sacerdote primero y obteniendo más tarde el título de doctor en teología.
Pero Giordano Bruno fue problemático para sus superiores desde sus años de estudio, pues cuestionó algunos de los dogmas que no podía conciliar con lo muy poco que se sabía entonces del universo.
Sus terquedades, planteamientos, insubordinaciones y opiniones heréticas le valieron más de un centenar de cargos en su contra, por lo que, por miedo a la Inquisición, huyó y comenzó una vida errante. “Para el filósofo, toda la tierra es patria”.
De pueblo en pueblo, dando clases para ganarse la vida, adoptó el modelo copernicano, esto es, el heliocentrismo: La Tierra y demás planetas giran en torno al Sol. La Tierra no es el centro del Universo, sino un cuerpo más alrededor de otro de mayor importancia (me refiero a la importancia gravitacional).
Pero Giordano Bruno comenzó a conjeturar y concluyó que las estrellas en el firmamento eran por necesidad otros soles alrededor de los cuales se moverían otros planetas como la propia Tierra y sus hermanos del sistema solar.
La idea seminal para todas sus conclusiones fue la mera noción de que cualquier línea o muro con que se pretendiera establecer un límite para la bóveda celeste sería traspasable, lo que implica más espacio, que nuevamente sería imposible delimitar con barreras físicas o imaginarias. Giordano Bruno postuló una idea tan maravillosa como es la infinitud del espacio.
Desde luego, poco o nada de lo que Giordano Bruno afirmaba era demostrable en su momento, por lo que dictaba conferencias desde la cátedra del razonamiento puro, apoyado desde luego en sus predecesores, como el referido Copérnico.
Un noble aristócrata que contrató a Giordano Bruno pensando que era una especie de mago que le revelaría ciertos secretos ocultistas, decepcionado y enojado, lo denunció ante la Inquisición. Giordano fue encarcelado y comienza un suplicio de alegatos y comparecencias que se prolongan por ocho años. Sellaron su destino sus opiniones críticas hacia las Sagradas Escrituras, pero también sus aventuradas y “absurdas” ideas como la de los multi-sistemas solares, la teoría del universo infinito y hasta la de la “sustancia eterna” que no se gana ni pierde, sólo se transforma.
Sabemos que a la postre, las ideas de Giordano Bruno describen mejor el universo tal y como lo conocemos ahora, o al menos sentaron las bases para que otros continuaran tratando de explicarlo.
¿Pero qué le costó a Giordano Bruno el atrevimiento de pensar más allá de los límites de un dogma?: Una muerte horrenda, desde luego. Tras años de humillaciones, privaciones y vejaciones en la prisión de la Inquisición en la Sede Vaticana, Giordano Bruno fue colgado de cabeza, desnudo, con la lengua sujeta a una prensa de madera y finalmente quemado vivo. Algún necio de sus inquisidores le ofreció la Cruz para que la besara. Giordano Bruno la rechazó y murió aferrado a sus ideas.
Yo desconozco su fe, lector, lectora, pero si usted piensa que el martirio de Jesús es peor que el de Giordano Bruno, piénselo dos veces. Ahora, para que quede claro: No existe un sólo documento legítimo que demuestre la existencia, alrededor del siglo 1, de un sujeto llamado Jesús de Nazaret. Ni una sola evidencia. La existencia de Giordano Bruno en cambio está perfectamente documentada, así como su proceso y muerte. Quizás si recordásemos más a menudo a esos otros mártires, que sí dieron su vida por nuestra liberación, la humanidad sería en efecto más “cristiana”.
Declaro, a partir de ahora, la Semana Santa consagrada a la memoria del martirio y muerte de Giordano Bruno.