Hablemos de Dios 208

Opinión
/ 11 enero 2025

Hablar de Dios. Caray, en qué selva o bosque tupido me he metido, o bien, en que desierto inmenso y vasto estoy caminado con su ayuda, claro. Hartos, hartos comentarios sigo recibiendo de esta ya muy larga saga al hablar y explorar a Dios. El éxito de esta saga es suya, no mía. Yo me deleito con sus comentarios y preguntas al respecto, lo cual trato de reproducir aquí y explorar a cabalidad.

¿Tenemos necesidad de Dios? al menos, yo sí. Por eso lo estoy explorando. Recuerdo entonces los versos afligidos y conmovedores del “Libro de Job” cuando este espeta:

“El Dios, y Señor mío,
mi amparo y mi defensa y fortaleza,
que a mi paso tardío
dará tal ligereza
como a corza ligera
que al viento atrás deja atrás en la carrera”.

Caray, si usted es católico o cristiano o ateo, pues es una palabra, palabras, versos vivos que duelen en el tuétano, sea usted lo que sea. Es decir, un lector, así de sencillo. Y si usted es un lector, claro que se conmueve y se mueve su fibra humana con lo anterior. Por cierto, los anteriores versos son la traducción del poeta Fray Luis de León, ni más ni menos.

Quisieron los hados de los libros que su servidor encontrará en una librería de antigüedades la poesía completa del divino poeta y santo, incomprendido en su momento y condenado a las mazmorras de las celdas por su amplio conocimiento y bagaje. El libro editado bajo el palio de la editorial ibérica, “Aguilar”, es una maravilla.

Avanzamos: Dios existe. Es afirmación mía. Hay gente que ve a Dios en todo lugar y en todo momento. Es decir, ve a Dios en la maravilla de la naturaleza, en el vuelo de la mariposa, en el arte sacro creado por humanos inspirados por Dios. Hay gente que ve a Dios en el desierto, en las grutas majestuosas y en las cuevas erosionadas por el paso de los siglos.

La gente ve a Dios en la formación del Cañón del Sumidero, en la sierra Tarahumara, en el pueblo con magia de Real de 14... si la gente ve a Dios en todo lugar y como formador de todo lo visible ¿estamos hablando de un resabio panteísta ya muy, muy superado en teoría? O tal vez y de plano, no somos católicos ni cristianos ni paulinos, sino panteístas. Esta premisa es un tópico retratado por Jaime Sabines –usted y yo lo hemos explorado harto en su momento– en su poema “Las montañas”, leamos fragmentos para ejemplificar lo anterior:

“Las montañas existen. Son una masa de árboles y de agua,/ de una luz que se toca con los dedos, y de algo más que todavía no existe./ Penetradas del aire más solemne, nada como ellas para ser la tierra, siglos de amor ensimismado, absorto/ en la creación y muerte de sus hojas./ A punto de caer sobre los hombres,/ milagro de equilibrio, permanecen/ en su mismo lugar, caen hacia arriba/ dentro de sí, se abrazan...”

ESQUINA-BAJAN

Y aquí viene el espléndido remate del poema en prosa: “Aquí Dios se detuvo, se detiene,/ se abstiene de sí mismo, se complace”. Buscar a Dios en todo momento y en todo lugar. Buscar a Dios ¿Dónde? Pues donde sea. Hay una sección de uno de los poemarios de Sabines, “Como pájaros perdidos”, donde el poeta juega y explora con las palabras. Los textos son más de corte aforístico, sentencias o mínimas, pero no tanto poemas. Algunos textos se logran como pequeños poemas en prosa. En uno de ellos, para seguir con el poeta, Sabines explora aquello que todo ser humano ha hecho (o muchos han hecho) alguna vez en su vida: buscar a Dios en las drogas. Mínimo y siempre, en el alcohol. ¿Usted lo ha intentado señor lector? No sólo escritores o poetas, sino cualquier humano que hoy explore con la infinita variedad de drogas disponibles, tal vez vea a Dios... o al diablo. Leamos algunos fragmentos: “El secreto de Dios: acercó sus labios a mi oído y no me dijo nada... me habló de la mariguana, de la heroína, de los hongos, de la allaguasa. Por medio de la droga llegaba a Dios, se hacía perfecto. Desaparecía. Pero yo prefiero mis viejos alucinantes: la soledad, el amor, la muerte”.

Pues sí, aquello que dijo con tiempo otro poeta, José Gorostiza. Los tres y únicos temas disponibles y por siempre: el amor, la vida y la muerte. ¿La presencia de Dios o del diablo a nuestro alrededor, embotados nosotros por el alcohol o alguna sustancia alucinógena, es real o ficción de nuestra mente? La relación por lo demás entre los escritores y el alcohol o las sustancias tóxicas es de larga data y merece un análisis dilatado al respecto. Cosa que por lo demás ya se ha explorado bien y bastante.

Pero no deja de ser seductor que nosotros los poetas, tratamos de acercarnos a un Dios más amigable y personal, cotidiano, no tanto un Dios en todo lo alto y con hartas ocupaciones tan importantes, que no nos acompañe en nuestras tribulaciones en nuestra casa, en la taberna, o en el hotel de poca monta. Un Dios cotidiano, personal, cercano, un Dios justo, amigo de nosotros y de la vida rutinaria y casi bucólica.

LETRAS MINÚSCULAS

“... la poesía, que es la fabricadora/ de todo lo que es dulce a los oídos...” Sí, Píndaro en traducción de Fray Luis de León. Los poetas y nadie más, inventaron a Dios.

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