Hablemos de Dios 245: Las nubes en la Biblia

Opinión
/ 20 septiembre 2025

Seamos francos: tengo mala fama. Cosa la cual me sienta muy bien. Todo lo bueno y malo, sobre todo lo malo, que se diga de su servidor es cosa cierta. Y esta mala fama yo sólo la he forjado. Tengo 60 años en ello, mi trabajo me ha costado. Y harta lana y vida, claro. Y como siempre he platicado en este generoso espacio de mis andanzas etílicas y enamorando a musas de buen ver en cantinas y bares y tables dances en Monterrey (sobre todo) y en cualquier lugar del país donde están abiertos estos buenos lugares de recreo (un verdadero puesto de socorros, como Dios manda), pues mi mala fama va conmigo. No tengo empacho en reconocerlo.

Alguna vez publiqué las siguientes letras en honor a una musa de un table dance regio, la bella Angelina, la cual y como siempre, me dejó tirado y consiguió un mejor partido a su servidor. En fin. Escribí: a Angelina le gusta mirar al cielo cuando hay nubes. Extraño placer el suyo. No gusta de comerse con la vista el azul cielo o las tardes en las cuales graznan parvadas de cuervos y su batir de alas anuncia un naufragio, no; Angelina Zepeda –musa regiomontana– gusta de mirar al cielo sólo cuando hay nubes y éstas, dice, “son libres y se convierten en lo que ellas quieren ser Jesús. ¿Lo has observado?”.

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Extraño pasatiempo el de esta niña de caderas redondas y ojos navegables. Por lo demás y un tanto intrigado por su juego de abalorios, donde Angelina le da preponderancia a las nubes y no al cine o las compras de rebajas de junio, me puse a hurgar en mi biblioteca sobre materiales bibliográficos con este inusual tema. He dado con dos libros bellos e insólitos. Uno, “Las Estaciones” de Hermann Hesse, reflexiones, poemas y acuarelas recopilados por Volker Michels. El otro volumen es “El juego de las nubes”, de Goethe, el cual cuenta con deliciosas ilustraciones.

¿Ha usted oído el siguiente refrán tonto y trivial?: “El líder no sigue a los demás. Forja su propio destino y camino”. Palabrería huera sin duda. De tanto ver pasar nubes, tirado en el mullido césped de la casa de Angelina (vive específicamente en Escobedo, NL) he aprendido lo siguiente: las nubes son eternas, inmortales. Y lo son por un motivo, se dejan guiar por el viento. Ellas no marcan el camino; la ventolera del tiempo y los aires las arrastran y ellas, mansas, dóciles y fuertes a la vez, se amoldan a los caprichos en curso y sobreviven a todo.

Dice en un poema José Emilio Pacheco: “En un mundo erizado de prisiones/ sólo las nubes arden siempre libres”. Y fueron nubes, columnas de nubes las cuales guiaron al pueblo elegido de Israel en su éxodo a la libertad luego de ser esclavos en Egipto. ¡Ay de los poetas los cuales siempre llevan la verdad en su palabra!, todo mundo recuerda “La columna de nube y fuego” (Éxodo 12:17-22) donde Jehová “iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino...”.

Las nubes, dijo JEP, “no tienen amo, no obedecen órdenes/ inventan formas, las asumen todas”. Tal vez por esto y no otra cosa, Angelina Zepeda ama a las nubes y les encuentra ecos insospechados en sus contornos, formas y lamentos. Tal vez por esto también, Angelina abomina de la perenne y letal estación del dolor preñada en el verano. En el tórrido y demencial verano regiomontano no hay nubes. Ni un rabo, ni un velo. Nada.

ESQUINA-BAJAN

Angelina se tiende en el pasto, algunas veces usa una delgada colchoneta, lleva su vaso repleto de scotch, pone su cabeza y cabellera en mullida almohada y ve el cielo. Bueno, no mira al cielo, mira pasar las nubes y me va contando de las formas las cuales van apareciendo al desfilar ante su mirada curiosa de niña. Angelina ve nubes y me cuenta de ellas.

Johann Wolfgang Goethe, sí, el mismo de “Los sufrimientos del joven Werther” y claro, “Fausto”, tiene hartas observaciones sobre la meteorología y la morfología de las nubes en sus textos. Se interesó tan seriamente en ello y pasó a formar parte integral de su vida cotidiana y laboral (el duque Carlos Augusto de Weimar, le encomendó el “Servicio de nubes”), a tal grado, lo cual quedó asentado en varios textos no sólo de manera científica, sino cebadas las letras en la mejor prosa literaria de autor.

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Le platico de esto a Angelina, mientras ésta señala con su dedo índice una formación a la cual no duda en definir como “una estampida de caballos. Mira, mira, allí van los primeros...”, luego de esta carrera desbocada por los aires de rocines y jacos, Angelina Zepeda dice de un largo y bello vestido de novia, ribeteado en encaje templado con incrustaciones de algo a lo cual ella llama “perlas robadas al invierno”.

¿Nubes? Es tema fundamental en la Biblia. Aparece en Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Jueces, el gran libro de Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, en tres de los cuatro evangelios. Caray, no aparece en Juan. Cosa a explorar. En el libro de Job hay una pregunta perturbadora de Jehová hacia su varón Job: “¿Has tu conocido las diferencias de las nubes, las maravillas del Perfecto en sabiduría?”. (Job 37:16) ¿Usted conoce dichas diferencias?

LETRAS MINÚSCULAS

Coqueta, Angelina se desabotona su blusa. Afloran sus pechos grandes y redondos. Me dice: “Mira Jesús, aquí hay dos nubes para ti... ¿quieres?”. Las nubes en lo alto se deslían... Palidezco.

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