Historia de amor

Opinión
/ 20 octubre 2024

El muchacho tenía papá rico, y como hijo de rico se portaba.

Hacía siempre su santa voluntad, que a veces no era tan santa.

Cierto día le salió a su padre con la embajada de que se quería casar.

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-¡Pero, hijo! −se consternó el señor−. ¡Estás muy chico para eso! ¡Apenas tienes 18 años!

-Usté se casó a los 19, apá.

-Sí, pero yo ya trabajaba y me ganaba el pan. Tú eres todavía hijo de familia.

-No li’hace. Yo me quiero casar.

-Le vas a causar a tu madre una pena muy grande.

-Ya se conformará.

-Pero, hijo: ¿por qué esa terquedad? ¿Qué necesidad tienes?

-Le di palabra de matrimonio a Loretela, y fiada en mi palabra ella se me entregó.

-¿Y está embarazada?

-No. Pero ni falta que hace. Debo cumplir mi palabra. Soy un caballero.

-Hijo, las promesas de amor no cuentan mucho, y menos cuando se hacen en el momento de la calentura.

-Yo no creo eso: la palabra de hombre cuenta mucho. Soy todo un caballero. Me casaré.

-Hijo, te pido que no cometas ese error.

-No se empeñe usted, padre, ni se mortifique. Nada me hará cambiar de opinión. Ya se lo dije: voy a casarme. Di mi palabra. Soy un caballero.

-Hijo, piensa en tu pobre madre.

-Pienso en ella, pero de cualquier modo me voy a casar. Está de por medio mi honor. Te lo vuelvo a decir: soy un caballero.

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-Tus hermanas van a sufrir mucho.

-Pobrecitas, pero me caso de cualquier manera. Te lo repito una vez más: soy un caballero.

-¿Qué puedo hacer para quitarte esa idea de la cabeza?

-Nada, padre. Quiero y debo casarme y me casaré. Tengo que cumplir mi palabra de hombre. Te lo dije una y mil veces: soy un caballero.

El señor desesperado, echó mano a un último recurso.

-Mira, hijo: si no te casas y te olvidas de esa muchacha te compraré un coche deportivo último modelo.

Entonces dijo el caballero:

-Que sea rojo, apá.

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