Incendios forestales: más allá de su control
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La afectación que estamos sufriendo gran parte de los habitantes de la zona urbana de Saltillo, debido a la fuerte presencia de humo y cenizas provenientes del incendio forestal en el Cañón de San Lorenzo, hace que nos ocupemos más del tema y, acaso, se consolide una mayor conciencia respecto de la necesidad de preservar nuestro entorno.
Escuelas que se vieron obligadas a suspender labores, un incremento importante en el número de casos de enfermedades respiratorias y reportes de afectación a la vida cotidiana de múltiples familias son los efectos secundarios más visibles que todos hemos comentado en las últimas horas.
Pero parte del problema es justamente eso: que el sentido de urgencia solamente se dispare de forma generalizada a raíz de un siniestro, pero se “adormezca” cuando las cosas vuelven a la normalidad.
Y es que salvo las personas que han decidido hacer de la preservación ambiental una vocación de vida, quienes no acostumbramos visitar las zonas rurales o no realizamos con frecuencia actividades al aire libre en dichas áreas, literalmente nos olvidamos de ellas la mayor parte del tiempo.
Esto incluye, es indispensable decirlo, a las autoridades gubernamentales de todos los órdenes, en particular las que tienen como responsabilidad implementar las normas creadas para garantizar el derecho de todos a un medio ambiente sano.
Hacer énfasis en este hecho es relevante porque justamente en los momentos de calma en cuando deben realizarse acciones que eviten el surgimiento de siniestros como los que en estos días han prendido luces de alarma en los cerebros de todo mundo.
De acuerdo con múltiples voces –que además tenemos a la mano, porque se trata de especialistas de la Universidad Antonio Narro en gran medida– la única forma de reducir los efectos nocivos de los incendios que seguirán registrándose en la región –porque no es posible evitar que ocurran– es desarrollar e implementar planes integrales de manejo de las zonas serranas.
Pero hacerlo requiere, en primer lugar, que los gobiernos federal, estatal y municipales destinen los recursos necesarios para que las acciones que implica un proyecto de este tipo puedan llevarse a cabo. También se requiere, desde luego, de la participación de los propietarios de los predios, pero la coordinación general tiene que estar a cargo del sector público.
Un plan de este tipo incluye, desde luego, la educación colectiva para evitar que los descuidos humanos desaten un siniestro y para que todos contribuyamos a la preservación de nuestros recursos naturales y no solamente nos lamentemos cada año durante la temporada de incendios.
Lo urgente en este momento es, qué duda cabe, controlar los siniestros que siguen activos y garantizar que no vuelvan a cobrar intensidad. Pero inmediatamente después habría de hacerse lo necesario y eso quiere decir diseñar e implementar los planes integrales de manejo que rompan el círculo vicioso que hemos presenciado anualmente hasta ahora.