Ingleses y mexicanos, mucho en común
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En Occidente realmente tenemos poco de haber inaugurado el tiempo de la república, por supuesto, sólo en el mundo de las ideas porque en la práctica seguimos lejos. La monarquía producía súbditos, la república ciudadanos, hombres libres e iguales. Las ideas libertarias en el pre de la Revolución Francesa prendieron pronto porque nuestra esencia es justo eso, la libertad. No se puede concebir al ser humano sin libertad.
Por ella y por lo que implica, muchos seres humanos −varones y mujeres− se quedaron en el camino. Creyeron que valía la pena empeñar la vida para salir del estado de vulnerabilidad e indefensión en el que se encontraban, se asociaron y buscaron acabar con los regímenes, donde algunos –los pocos– habían impuesto condiciones apoyándose en la fuerza, en el poder, en el discurso, en la religión y en las grandes narrativas que construyeron en torno al derecho divino y a aquello de que “todo poder viene de Dios”.
La asunción que acabamos de ver en Inglaterra del llamado “rey” Carlos, ahora Tercero, tiene debajo de todo el inaguantable subterfugio de este absurdo discurso predeterminista. Absurdo porque no se pueden soportar este tipo de prácticas en pleno siglo 21 después de tantas vidas que se han ofrendado en aras de la igualdad, y todavía sigue creyéndose que existan seres humanos con sangre azul, usando la analogía. Ya lo sé, Reino Unido tiene como modelo de gobierno una monarquía parlamentaria y las funciones del “rey” son representativas, simbólicas, ceremoniales y, me atrevo a decir, ornamentales.
Entiendo el tema de las tradiciones, lo cultural, lo identitario y todos los discursos que puedan surgir al respecto, pero no los comparto, como seguramente una buena cantidad de ingleses no sólo no los comparten, sino que no los soportan. Sabemos que todo esto no sólo es un tema de identidad, sino de hegemonía y de alineación y alienación, como siempre lo han hecho, a ponerse y a sentirse grande y a estar entre los grandes. ¿Por qué surgió la Unión Europea? ¿Por qué el Brexit?
Inconcebible que quienes hicieron posible la Carta Magna de 1215 y al tiempo Bill of Rights (1689), y marcaron el rumbo de la consolidación de las libertades, sigan haciéndole el caldo gordo a una monarquía que se ha caracterizado por el dispendio, la insensibilidad, la inmoralidad, el escándalo constante y la opulencia; contrario a lo que viven millones de ingleses bajo la presión del encarecimiento constante de la vida.
Nosotros, los mexicanos, no cantamos tan mal las rancheras. Es lo nuestro. En un ambiente de no consolidación de libertades celebramos la libertad. ¿Libertad económica? ¿Libertad de tránsito? ¿Libertad social? ¿Libertad política? La consolidación de libertades sigue siendo una nota pendiente después de 200 años de la proclamación de la Independencia. Y luego en un ambiente de desigualdades crecientes, ¿celebramos la igualdad?
La república es el escenario de los libres e iguales; el Zócalo de la capital del País y las plazas públicas de las ciudades grandes y pequeñas de México, lo dudo. Si la república tiene que ver con los cohetes, los colores, los sombreros, las comidas, los Tigres del Norte y los grupos de moda que llevaron gobernantes de todos tipos, colores y sabores a lo largo y a lo ancho del País, se entiende perfecto la idea que tenemos del concepto república. Porque eso definitivamente no lo es.
Celebraremos realmente que somos libres e iguales y valoraremos a las heroínas –que nunca se mencionan– y a los héroes que nos dieron patria cuando las personas que conforman este País puedan realizarse en lo individual y en lo colectivo. Cuando el Estado proteja el bien común, cuando se acabe la violencia y cuando realmente las distancias sociales disminuyan. Lo demás es lo de menos. Y si esto no ocurre, estaremos en la misma dimensión de la corona inglesa.
En Inglaterra, muchos siguen bajo el influjo de los cuentos de príncipes y princesas. En México seguimos celebrando cada 16 de septiembre que somos independientes y por tanto libres e iguales, tendremos que cuestionarnos la clase de “igualdades y libertades” que tenemos porque ambas situaciones y escenarios no son más que cortinas de humo para seguir manteniendo una élite con demasiados privilegios, en contraposición con muchedumbres que se solazan con los grupos musicales a los que se tiene alcance para seguir con el engaño sistemático que se soporta en las ideas libertarias que se explotan hasta el exceso.
O acaso, ¿cree que a los asistentes de las arengas y los gritos de independencia que se celebraron a lo largo y a lo ancho del País les interesaba celebrar a los héroes y heroínas que nos dieron patria? Por supuesto, les interesaban en la CDMX los Tigres del Norte, en Guadalajara Pepe Aguilar; la Sonora Dinamita, el Grupo Pesado y el Poder del Norte en Monterrey; Alejandra Guzmán y el Grupo Cañaveral en Puebla y los Cadetes de Linares en el mismísimo Dolores Hidalgo, Guanajuato.
Hay algunas similitudes entre la nobleza inglesa y la mexicana −gobernantes mexicanos−, pues ambos piensan que son queridos por sus respectivas sociedades. La verdad es que, como en tiempos de la Roma Imperial, el pan y el circo siguen siendo el alimento cotidiano de mucha de las mayorías, independientemente de la latitud. La patria, la libertad y la de mocracia no están en el horizonte existencial. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx