Invierno en Saltillo
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El siempre caprichoso mes de enero se alzó por fin en días pasados para dejarnos ver que efectivamente es el rey del invierno. Sin bajar mucho los termómetros en la sierra de Arteaga, nos dejó ver de nuevo la belleza del paisaje invernal en el paraje Mesa de las Tablas, donde una ligera caída de aguanieve puso blancas motas sobre los variados verdes de los matorrales y los pinos.
Yo recuerdo cuando siendo niños regresábamos de la escuela en las heladas tardes, sin sentir los pies, con los zapatos húmedos y las calcetas a punto del congelamiento. Las niñas no usábamos entonces pantalones, sino un escueto uniforme de falda y manga larga, el mismo para el verano y el invierno, y las calcetas sólo cubrían hasta abajo de las rodillas. No había entonces ropa térmica ni la variedad de materiales que existen hoy para confeccionar la ropa. El único adelanto de la industria del vestido en ese tiempo fue el famoso “nylon”, utilizado principalmente para calcetas, calcetines y ropa interior, y en invierno era tan frío como el hielo y muy caluroso en el verano. Sin embargo, vino a ayudar a las mamás, quienes antes dedicaban muchas horas a zurcir los calcetines de algodón de su numerosa prole.
En 1886, Esteban L. Portillo publicó su “Anuario Coahuilense”, un libro que resulta ahora una fuente importante de información de la época. Ayer abrí sus páginas, movida por la curiosidad de lo que dice respecto al frío invierno. Transcribo: “La extraña configuración del terreno del estado, y su distancia del polo hacia el ecuador, su mayor o menor elevación sobre el nivel del mar, es lo que realmente viene a determinar la variedad de su clima, haciendo que lugares situados a una misma latitud y a muy corta distancia unos de otros, se encuentren bajo la influencia de distintos climas”. A éstos los clasifica en: “tierras frías, tierras templadas y tierras calientes”. Las frías están a una altura de 2 mil metros o más sobre el nivel del mar, las templadas entre mil y 2 mil y las calientes a menos de mil metros de altura.
¡Vaya con don Esteban! Como yo esperaba más, mi curiosidad insatisfecha me llevó a las últimas páginas, en las que se encuentra un curioso calendario donde el autor consignó el santoral y algunas efemérides. Transcribo unas correspondientes a enero:
“1841. Al sur de la Fábrica La Labradora fueron asesinados por una partida de indios los Sres. Lic. José Ma. Goríbar, Andrés Flores, Francisco Aguirre, Juan Rodríguez, Antonio Ma. Pérez, Crisanto Morales y Agapito Sánchez”.
“1867. A las cuatro de la tarde fue presentada en la Plaza de Armas al 1er. Batallón de Coahuila la bandera que bordaron las Sritas. Refugio Carbajal, Mariana Rodríguez, Dolores García Carrillo y Luisa López del Bosque. El Gobernador del Estado,
D. Andrés S. Viesca, y el Lic. D. Juan A. De la Fuente, a nombre de las señoritas presentaron dicha Bandera
al Gral. Mariano Escobedo como Coronel del Cuerpo de Coahuila”. (Ese cuerpo militar es el que fue a Querétaro para liberar a la patria de la intervención francesa, y peleó valientemente para arrancarle el gobierno a Maximiliano).
“1879. En un lance de honor murió en Piedras Negras el comandante de escuadrón Agustín Zúñiga”.
Yo me pregunté de inmediato cuánto frío habrían sentido aquellos valientes saltillenses que murieron en la llamada “indiada grande”; el fallecido en el lance de honor en el norte del estado y las señoritas que pusieron sus extraordinarias artes de costura a disposición de la patria, porque seguramente ellas, hijas de distinguidas familias saltillenses, bordaron sentadas frente al fuego de una chimenea la bella bandera conservada todavía hoy en el Museo del Castillo de Chapultepec, asistieron sin embargo a su entrega en la plaza de Armas a los valientes coahuilenses que defendieron la República en Querétaro.
Muy probablemente, concluí, todos ellos sufrieron el mismo frío que sentimos hoy nosotros. Ni qué decir. Así es el invierno.