Julio: mes de reflexión sobre el derecho al voto de las mujeres
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En la historia de la humanidad pocas luchas han sido tan trascendentales y emblemáticas como la batalla por el derecho al voto de las mujeres. Este derecho fundamental, que hoy damos por sentado en muchas partes del mundo, fue el resultado de décadas de activismo, sacrificio y valentía por parte de mujeres y hombres comprometidos con la igualdad de género.
El mes de julio ha sido testigo de varios hitos significativos en la lucha feminista, particularmente en la búsqueda del derecho al voto para las mujeres. Este periodo no sólo resalta la persistencia y valentía de las activistas, sino también los contextos históricos que han moldeado estos avances.
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A nivel internacional, el 17 de julio de 1791, durante la Revolución Francesa, dos valientes mujeres, Etta Palm y Olympe de Gouges, fueron arrestadas por su audaz defensa de los derechos femeninos. Estas mujeres no sólo desafiaron las convenciones de su tiempo, sino que también sentaron las bases para un movimiento que resonaría a través de los siglos.
Olympe de Gouges, en particular, se destacó como una precursora del feminismo con su obra cumbre: la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”. En esta declaración se proclamó con audacia que “la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Estas palabras, escritas en un momento de agitación política y social, desafiaron las normas de una sociedad que relegaba a la mitad de la población a un papel subordinado, negándoles sus derechos fundamentales.
Las palabras de Olympe resonaron con fuerza en la tumultuosa atmósfera de la Revolución Francesa, donde los ideales de libertad, igualdad y fraternidad se debatían fervientemente. Sin embargo, la igualdad de género, como tantas otras promesas revolucionarias, aún enfrentaba resistencia y desafíos significativos en la práctica.
Siglos después, el 19 de julio de 1848, en Seneca Falls, Nueva York, las mujeres estadounidenses emprendieron un camino paralelo hacia la igualdad. En esta reunión se aprobó la Declaración de Seneca Falls, también conocida como la Declaración de Sentimientos, que denunciaba las leyes y costumbres que perpetuaban la subordinación femenina.
La Declaración de Seneca Falls proclamaba valientemente que las mujeres debían tener el derecho de “ocupar en la sociedad la posición que su conciencia les dicte”, y rechazaba cualquier ley que las situara en una posición inferior a la del hombre. Este documento no sólo llamaba a la acción, sino que también afirmaba el derecho inherente de las mujeres a la libertad, la autonomía y la plena participación en la vida pública y privada.
En el contexto mexicano, el 3 de julio de 1955 marcó un hito transcendental cuando las mujeres votaron por primera vez en elecciones federales. Este acontecimiento no sólo fue un paso hacia la inclusión política, sino también simbolizó el poder transformador del voto como herramienta de cambio y representación.
El reconocimiento del derecho al sufragio femenino no sólo es un paso significativo hacia la igualdad de derechos, sino también un recordatorio de que la democracia no puede estar completa sin la participación plena y equitativa de todas las personas, independientemente de su género.
A pesar de los avances significativos desde aquellos días pioneros, la lucha por la igualdad de género está lejos de terminar. Las mujeres todavía enfrentamos barreras significativas en muchos aspectos de nuestra vida, incluida la participación económica y la representación en cargos de liderazgo. La brecha salarial, la violencia de género y la falta de acceso a la educación siguen siendo desafíos persistentes que requieren atención urgente y acción colectiva.
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En este contexto, es esencial recordar que la igualdad de género no es sólo un ideal abstracto, sino un imperativo moral y un principio fundamental de derechos humanos. En la actualidad, es crucial que nos comprometamos a seguir avanzando hacia un mundo donde cada persona, independientemente de su género, tenga la libertad de desarrollar su potencial plenamente y sin limitaciones impuestas por normas sociales obsoletas.
Al reflexionar sobre el legado de las pioneras del movimiento sufragista y las conquistas alcanzadas hasta ahora, debemos renovar nuestro compromiso con una sociedad donde todas las mujeres tengamos la libertad de expresar nuestras opiniones y contribuir al desarrollo colectivo. Elogiemos cada avance, pero también reconozcamos los desafíos pendientes y trabajemos en conjunto para construir un futuro más justo y equitativo.
Así que, celebremos este mes de julio no sólo como un recordatorio de nuestras victorias pasadas, sino como un llamado a la acción para la eliminación de estereotipos, roles y prejuicios de género. Con un esfuerzo colectivo, podemos construir un mundo donde todas las personas tengan el derecho no sólo a existir, sino a prosperar plenamente.
La autora es auxiliar de investigación del Centro de Derechos Civiles y Políticos de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH