La aridez, ¿es un destino inescapable para la región?
“Ya no es una sequía, estamos caminando, transformando, hacia un sistema natural árido. A eso es a lo que vamos, no a una sequía. ¿Eso qué implica? Un cambio del hábitat, de tu mismo ambiente hacia algo permanentemente árido. Al menos aquí en esta región”.
El diagnóstico es de la especialista en temas hídricos, Rosario Sánchez Flores, quien dirige el Foro Permanente de Aguas Binacionales y es senior research scientist del Texas Water Resources Institute de la Universidad Texas A&M. Y es un diagnóstico realmente desolador.
De acuerdo con la especialista, debido a la sobreexplotación de los acuíferos y el uso ineficiente de los recursos hídricos, la escasez de agua que estamos atestiguando en estos momentos es una realidad a la cual tendremos que acostumbrarnos y adecuarnos, porque ya no se revertirá.
La peor parte del diagnóstico, no es esa, sino su complemento: si la situación ya no se puede revertir, sí puede empeorar. Y para evitarlo necesitamos tomar medidas hoy, cuando aún tenemos margen de maniobra.
¿Qué medidas deben considerarse? De acuerdo con la especialista, es preciso establecer límites al uso intensivo y extensivo del agua en la agricultura, moverse a cultivos que requieran menos agua, aplicar recortes a los suministros que no sean indispensables, incrementar las tarifas de agua en ciertas horas del día o si se rebasa un determinado límite de consumo, promover el crecimiento vertical de las ciudades, reforestar bosques y crear más parques y áreas verdes.
Además, es necesario realizar cambios en la Constitución y la Ley Nacional de Aguas, sobre todo en lo relativo a la centralización de la administración de los recursos hídricos, así como desarrollar un sistema de monitoreo eficiente de las fuentes de líquido.
No se trata, de acuerdo con este diagnóstico, de medidas que puedan considerarse “optativas”, sino de acciones que es necesario comenzar a instrumentar, porque los síntomas que estamos atestiguando son producto de malas decisiones tomadas en el pasado.
En otras palabras, tenemos que hacernos cargo, sin mayor dilación, de la situación actual y eso tiene que ver con el hecho de que la disponibilidad de agua para consumo humano es menor a la que teníamos hace 20 años –o medio siglo– y la tendencia es a que siga bajando si no modificamos la forma en la cual están creciendo nuestras ciudades.
Seguir ignorando las voces de alerta no hará que el problema desaparezca, sino al contrario: acelerará el proceso de deterioro y eventualmente nos llevará al colapso. Y esto es así porque la naturaleza tiene mecanismos de desarrollo que no van a cambiar porque nosotros lo necesitemos.
Por lo pronto, hay que asumir que la aridez podría ser la característica que defina, en el futuro inmediato, el paisaje a nuestro alrededor. Si no deseamos que el diagnóstico se convierta en realidad, tenemos que pisar el freno y detener el proceso de sobre explotación de nuestros recursos hídricos. Y tenemos que hacerlo de inmediato.