La bicicleta, aliada indiscutible de la sustentabilidad urbana

Opinión
/ 6 agosto 2025

El aumento de personas que se mueven por la ciudad en bicicleta provoca, indirectamente, una reorganización de la ciudad

Ha sido un tema recurrente, particularmente en los últimos años, el uso de la bicicleta como un aliado, tanto por su impacto en la movilidad en las ciudades como por su contribución en la reducción de impactos ambientales que aceleran el cambio climático.

Por lo que hace a este último, el uso de la bicicleta provoca un impacto significativo en la reducción de emisiones de bióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero. Ya sea una bicicleta mecánica o una eléctrica, los beneficios son más que sensibles.

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La medición de este impacto se hace a partir del conteo de gramos de CO2 equivalente (grCO2e). El CO2e es una medida estandarizada que se obtiene a partir de la equivalencia del impacto de los gases en el cambio climático, teniendo como referencia el CO2.

Así es que podemos estimar con un grado aceptable de certeza el impacto de las emisiones que se generan en las actividades humanas, en particular las vinculadas a la movilidad urbana, a pesar de la complejidad que supone la diversidad de tales emisiones.

Por ejemplo, se estima que el metano (CH4) tiene un impacto alrededor de 25 veces mayor que el bióxido de carbono en el calentamiento global. Es por ello que un gramo de CH4 se representa como 1 grCO2e; lo mismo sucede con otros gases de efecto invernadero.

Con lo anterior en mente, tengamos en cuenta que, con datos de un estudio publicado por la Federación Europea de Ciclistas, por cada kilómetro recorrido, un pasajero de un automóvil particular puede generar hasta 271 grCO2e.

Por su parte, un autobús urbano de pasajeros puede generar, en promedio, por pasajero por kilómetro recorrido, 101 grCO2e. Pero el conteo para el usuario de una bicicleta eléctrica es notoriamente menor: por cada kilómetro recorrido se generan sólo 22 grCO2e.

Uno pensaría que en la bicicleta mecánica, es decir, de tracción humana, la generación de CO2e sería cero. Sin embargo, por kilómetro recorrido, se generan 21 grCO2e. Esto se debe a que el esfuerzo realizado por el ciclista también requiere de un “combustible”.

Los alimentos que consume el ciclista, así como su correspondiente huella de carbono, se usan para lograr la estimación antes mencionada. Sin embargo, el beneficio en la salud del ejercicio de recorrer un kilómetro en bicicleta es un extraordinario valor agregado.

Pero el tema no queda ahí. Si recordamos que, en promedio, de cada 5 vehículos 4 transportan sólo a una persona, cuando alguien decide dejar de usar el automóvil y se sube a una bicicleta, generará en automático un ahorro de 250 grCO2e por kilómetro.

A ello se suma que la vialidad presentará una menor congestión vehicular, que permite una circulación más fluida a velocidad constante, lo que no solamente reduce tiempos de traslado, sino que también disminuye significativamente la generación global de emisiones.

Esto se debe a que, cuando existe una carga vehicular excesiva, los motores de los vehículos se mantienen funcionando por más tiempo, acelerando y frenando constantemente, lo que aumenta drásticamente las emisiones generadas por recorrido.

Asimismo, el aumento de personas que se mueven por la ciudad en bicicleta provoca, indirectamente, una reorganización de la ciudad. Las vialidades con mayor circulación ciclista se ven forzadas a controlar las velocidades, incidiendo en la seguridad vial.

Esto genera dinámicas que trascienden la movilidad. La menor velocidad de circulación permite una mejor percepción del entorno, visibilizando el comercio a pie de banqueta, logrando que los establecimientos sean fácilmente identificados por potenciales clientes.

Si a esto sumamos que las calles cuenten con infraestructura ciclista funcional y en buenas condiciones –como ciclovías y cicloestacionamientos–, la cantidad de personas que se animarán a usarla será mucho mayor, aumentando a su vez el mencionado efecto.

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Lo anterior no se limita a lo comercial. Tiene un gran impacto también en la revalorización y apropiación del espacio urbano. Se vuelven más visibles los parques, las plazas, las edificaciones patrimoniales, generando una nueva dimensión del paisaje urbano.

Y existe una ventaja adicional: cada nuevo ciclista en la vía pública se convierte involuntariamente en un promotor del ciclismo urbano, particularmente si resulta notorio que cada viaje, más que un recorrido, representa una experiencia de disfrute de la ciudad.

Hacer de la bicicleta una verdadera alternativa en la movilidad urbana nos permitirá añadir un bloque más en la construcción de un futuro posible.

jruiz@imaginemoscs.org

Abogado por la U.A. de C., especializándose en Derecho Ambiental y Gestión Urbanística. Cuenta con Maestría en Gestión Ambiental por la U.A.N.E. Cursa actualmente estudios de Doctorado con enfoque en Derecho a la Ciudad. Ha colaborado en los Institutos Municipales de Planeación de Torreón y de Saltillo, así como en la Delegación Coahuila de SEMARNAT. Ha representado a México en diversos foros internacionales, entre ellos el SWYL Program y la Tokyo Conference, organizados por el Gobierno de Japón. Se desempeñó como Director Operativo de COPERES y Presidente de la Representación Coahuila de la Asociación Mexicana de Urbanistas. Es catedrático a nivel Licenciatura y Posgrado en instituciones como la Universidad Autónoma de Coahuila y la Universidad Iberoamericana.

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