La brújula tóxica
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A todos los trabajadores del volante por aplicación se les cobra mucho, caro y sin prestaciones.
A todos los trabajadores del volante por aplicación se les cobra mucho, caro y sin prestaciones.
Sumarse en los tiempos libres como conductor, chofer o una especie de anfitrión, de carro compartido, el gobierno federal, en cada uno de sus viajes, les cobra como altos contribuyentes.
Les retira el impuesto sobre la nómina, el del producto y otros más, reduciendo la escasa ganancia. Cuando la principal inversión, además del auto, son los energéticos y cada una de las refacciones.
No es así con los taxis libres. Donde el conductor paga la renta al dueño. Muchos de ellos, con múltiples concesiones, como es el caso de algunos priistas connotados, quienes se hicieron pasar como trabajadores del transporte.
En esa mina de oro, la de los taxis libres de colores amarillo con blanco, también funcionan, en sus ratos libres, como narco tienditas express, al servicio de los consumidores e incluso como guarida de asaltantes, a domicilios particulares.
A Didi, Uber y a otras aplicaciones competir contra el entramado político de los taxis con concesiones, les tiene en una desventaja abismal.
El gobierno se asume como patrón, sin dotarles de seguridad social, Infonavit o afores para el retiro.
Es dinero fresco, sin freno y constante para las arcas del SAT. Revalorar al conductor, quien usa su auto para llegar al fin de mes, estirar el presupuesto, no es equitativo. Sino la muestra de una brújula muy perdida, un golpe directo al emprendedor.